Bastardos de Arcángeles

Chistes de ángeles. Las criaturas con alas, invisibles, agarran a los transeúntes, los levantan. Les invitan a la levitación. Los ángeles portan a los cansados, a los felices inocentes, los aligeran, los alivian, los dan la posibilidad de quitarse de encima esta carga que consiste en tratar de ser siempre alguien sobre la tierra, entre los demás.

Los ingenuos

Las figuras de Aymeric Giraudel son esos transeúntes llevados por manos invisibles, seres aliviados, ahorcados quizás. Ingenuos con la piel lisa colgando de los árboles. Es el hombre nuevo en el corazón de la naturaleza madre, un guerrero, un Adán en un lienzo de colores verdes. También, es esta mujer desnuda con la cara inclinada, una arrepentida Eva en el paraíso perdido. Es una ... María Magdalena penitente en un bosque oscuro, profundo, que un arcángel misericordioso esta a punto de salvar de las amenazas de la noche y de la oscuridad. Ambos cuentan la alteridad de las fuerzas contrarias, cada cosa busca su opuesto, cada uno busca su verdugo (eso decimos). Y los ángeles de Aymeric Giraudel envían los animales a hablar al oído de los inocentes. Raptan a una pequeña Venus de Botticelli, la entregan a un círculo de hombres sabios; siete yeguas alrededor de la chica bailando en una ingravidez extraterrestre.

Los constructores

El arma colgando al lado de la sien del autor de thrillers policíacos Laurent Botti a quien no le importa, porque no va a ocurrir, ya que él escribe, y es él quien decide como acaba el mito. Y el fabricante de imperios, escultor de chatarra, Jean-François Buisson, y su instrumento principal en levitación entre las manos, la tuerca sagrada. Y el vendedor de joyería de un zoco marroquí, el mago, buen hombre, un comerciante, que ofrece su más emblemática fruta, la naranja del árabe. La hace levitar como un presente absoluto. Es la gratuidad del aire, la magia de la donación, lejos de las baratijas que cuelgan de su pared. Los tres, el creador de mitos, el constructor de edificios y el colector de las naranjas, son los artesanos, los ángeles constructores; religiosamente rodeados por halos de luces. Actúan, construyen, hacen el mundo. Démosles las gracias.

Los sacrificados

Iconos religiosos, siempre. Son judíos, cristianos, musulmanes, estas figuras del sacrificio de Isaac, el hijo de Abraham, salvado en el último momento sobre la colina. Aymeric Giraudel les envía sus arcángeles para salvarles de sí mismos, de su mundo y de las hostilidades. Y la bala de la pistola que parará una santita con la mano alzada. Y la ahogada suicida que sale de las aguas tibias por debajo del puente de San Francisco, ella sale del río vestida de lujo, indemne. Y un ángel desnudo, que sobrevuela una calle de San Francisco, roza el triángulo rosa en memoria de los deportados de la última guerra mundial. Vuelo de un ángel que planea y besa a los fantasmas de los condenados para aliviarlos. Todos, salvos y sanos, salen crecidos de sus martirios.

Los indultados

De la intervención de los ángeles, salen indultados; ese mendigo de un barrio rico, el indigente de la calle comercial de una economía de mercado ultra liberal aparece tranquilo, en paz. Y sobre todo, estas figuras, ella en una calle que podría ser de Jerusalén como de la Kasbah, él en los caminos del Palais Royal, vuelan, como pájaros detenidos en el aire. Sin peso ni masa, nos miran con la extrema seguridad y conciencia de estar en el mundo, aquí y ahora.

Tienen las caras puras de los héroes del simbolismo. El candor inatacable, incorruptible de los personajes mitológicos de Gustave Moreau, pero aquéllos son cristianos, judíos y musulmanes a la vez, y su Dios existe (¡que suerte tienen!) Son San Sebastián que goza en el sufrimiento salvador. Son la Virgen, Santa María, su luto asumido, ligera en su asunción volátil. Pájaro blanco de la felicidad de vivir, de haber querido a su hijo y a su familia, de la felicidad de haber perdonado a los impuros del mundo cruel y mundano. Tienen el candor de las caras de Burne-Jones, en otras parábolas, en las alegorías religiosas, miniaturas de pequeñas historias consagradas, simples mitologías indispensables en la vida.

Aymeric Giraudel fotografía, manipula, y pinta miniaturas religiosas, pequeños iconos optimistas para explicar el sentido del humor de los ángeles, y nuestra propensión a creer en ellos: todo el mundo tiene derecho al sueño de la levitación, a su sueño de la abstracción.