Descripción de la Exposición
La pintura es una estética de la ilusión, una verdad ilusoria, una imagen del tiempo detenida en la pupila incesante. Somos hijos de un laberinto de insondable belleza, viajamos en una metáfora infinita, más incluso que el judío errante, amparados por la belleza. Somos trazo, líneas, sombras, somos la luz que es a su vez un fantasma y un delirio, somos esa luz que se derrama sobre nuestra alma y que también es un abismo. Ahí anochece. Anochece también en los párpados de piedra, en los ojos de la ciudad. Y en un callejón sin salida Eivar Moya se aferra con colores bruñidos a la historia del arte. Su trazo avanza por el declive amonioso de un torso de mujer que aun espera ser tocada por la aurora, antes que amanezca ella anhela abrir sus párpados de tanto soñar con los colores.
En la pintura de Eivar Moya hay una sustancia parecida al sueño, como una especie de azogue, o llanto de metal, que recorre la memoria secreta de sus trabajos, como si una mano hechizada acabara de tocar para siempre la cóncava desnudez de Lilith, o de la blanza Zenócrate o de una Elena de albos brazos recien salida del poema homérico.
Jorge Luis Borges escriría sobre Xul Solar: "Un hombre versado en todas las disciplinas, curioso sobre todos los arcanos, padre de escrituras, lenguajes, utopías, mitologías, huésped de infiernos y de cielos". Yo diría que Elviar Moya es un individuo calcado por la brisa del caribe, hijo de una luz pródiga, fabulador, vendedor de noches puerta a puerta, inventor de instantes que sufren la construcción de una piel, hechicero, cartógrafo de mares interiores, retratista de mujeres de muchos rostros.
Es un virtuoso del dibujo, cuyo trazo es abigarrado, como los de Luis Caballero. Su trazo magnetiza los cuerpos, los seda. Más allá de las figuras, lo que más impresiona son sus atmósferas, el diálogo de los cuerpos, el dinamismo de sus silencios manchando los umbrales, la soledad y el tiempo. Su pintura está hecha de tacto, de símbolos que materializan la conscupicencia, el sueño, los deseos, las carencias.
Su mundo personal gira en torno a una casa donde vive la mirada, porque dentro de sus atmósferas se percibe el ojo del lienzo, la mirada oculta que corrije cada pormenor del cuadro y toda su maravillosa composición. Al final no faltaría ponerle una firma sino un verbo.Después de esta apreciación, vale la pena recordar la famosa frase de Edgar Degas: hay que hacer un cuadro como se comete un crimen.
En respuesta a todos los interrogantes de su siglo, Eivar Moya ha creado una figuración gramática, hecha de verbos corporales, de sílabas que respiran en los poros de aire, en las palabras que se quedaron grabadas en tantos que murieron sin alcanzar el beso.
El pintor, el iluminado, Eivar Moya desciende con todas sus barajas al lienzo virgen y lee el destino de los colores que serán la figura humana, el verbo ancestral con todas sus geometrías aladas, con los cinco sentidos de los astros recorriendo las atmósferas del deseo, su planetario egoismo. En ese preciso instante en que se han encendido todas las lámparas, en ese resquicio de tiempo sin metáfora, los colores sueñan que ya son colores, mientras sobre el mar, sobre el instinto de la sombra, sobre los cuerpos rendidos cae la nieve delicada.
Esta es una pintura hecha para socofar la memoria, para extender su lenguaje como se extiende una orilla, para incitar la búsquieda de nuevos sinonimos donde puedan encontrarse las almas, más allá de las manos y del lugar donde se confunden los sentidos. Es un poema corporal, desgarrado, donde la piel se divisa como un paisaje y sus increíbles latitudes, estamos ante un desbocado sueño del tacto. Gira el cielo de la Iliada, ilumiando los bordes del lienzo.
Fernando Denis
Exposición. 14 nov de 2024 - 08 dic de 2024 / Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A) / Córdoba, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España