Descripción de la Exposición
La exposición “Ventura Rodríguez, el arquitecto de la Ilustración”, celebrada con motivo del 300 aniversario de su nacimiento, está organizada por la Consejería de Cultura, Turismo y Deportes de la Comunidad de Madrid, la Secretaría de Estado de Cultura del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
En enero de 1788, apenas dos años y medio después de la muerte de Ventura Rodríguez, la Real Sociedad Económica Matritense acogía el elogio al arquitecto leído por Jovellanos: “Dotado de un entendimiento exacto y profundo, de una imaginación fecunda y brillante, y de un carácter reflexivo y grandioso, ni podía ser incierta su vocación, ni tardíos los testimonios de su aprovechamiento”.
Figura fundamental en la historia de la arquitectura española del siglo XVIII, Ventura Rodríguez (Ciempozuelos, 1717 - Madrid, 1785) fue arquitecto con una actividad desbordante, conociéndose decenas de proyectos suyos tanto para Madrid como para otras ciudades de España (de Santiago de Compostela a Barcelona, de Valladolid a Málaga), unos construidos y otros que sólo quedaron como deseos o ensayos, algunos frustrados y en los que había puesto, además, un empeño personal extraordinario.
Si Sabatini introdujo las corrientes italianas y con ellas una nueva dimensión del espacio público urbano, y Juan de Villanueva realizó la adaptación al país de los modelos europeos que abogaban por una instrumentalización neoclásica, Ventura Rodríguez aunó la influencia romana y francesa con la herencia genuina de la arquitectura española. La formación de Ventura Rodríguez como arquitecto recorrió todos los principios fundamentales del arte de construir y es justo reivindicar el carácter renovador de sus propuestas, entendiendo la arquitectura como un proceso de transformación de la ciudad.
Dibujante magnífico, son numerosos sus planos conservados, casi siempre en proyección ortogonal, propia de arquitecto, aunque también los hay en perspectiva, recorriendo así todas las posibilidades figurativas de la expresión gráfica arquitectónica. Su actividad, en ese sentido, fue clave en la cultura arquitectónica española y en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, a la que estuvo unido desde sus orígenes en 1744, en el momento de la creación de su Junta Particular, vinculada estrechamente a las obras del Palacio Real Nuevo de Madrid, y, sobre todo, desde su fundación oficial en 1752, llegando a ocupar en su seno cargos de relevancia, así como desarrollando una actividad teórica que pocas veces ha sido tomada en consideración.
En efecto, fue estrecha la relación de Ventura Rodríguez con la Real Academia desde que la corporación lo aceptara como sustituto de Sacchetti, concurriendo y asistiendo a sus clases a partir de 1745. Tres años más tarde, Ventura Rodríguez, por entonces primer delineador de la fábrica del Palacio Real Nuevo de Madrid, remitió un memorial a la Academia para que se le confiara el empleo de “arquitecto delineador mayor de S.M.”. En Junta Ordinaria de la Academia del 22 de diciembre de 1765 fue propuesto como Director General por la Arquitectura, superando a Diego de Villanueva por veintitrés votos frente a doce, cargo del que tomó posesión en febrero del año siguiente.
Formado en las obras de los Sitios Reales y especialmente en el proyecto de Juvarra para el Palacio Real Nuevo de Madrid, luego nuevamente proyectado y construido por Giovanni Battista Sacchetti, tuvo siempre una especial relación con la cultura arquitectónica italiana, especialmente la moderna, que conocía a través de tratados y colecciones de estampas, como confirma su extraordinaria biblioteca. Su habilidad en el manejo de la arquitectura y de los lenguajes de los maestros italianos, especialmente los que mantuvieron una actividad de primer orden en la Roma barroca, llegarían a convertirlo en un maestro de la arquitectura barroca, leída con ojos académicos y absolutamente moderna en la España de mediados del siglo XVIII. De hecho, la Accademia di San Luca di Roma le nombraría, antes incluso de realizar ninguna obra propia, Académico de Mérito, para lo que presentó en 1748 un proyecto de catedral que era una síntesis de sus convicciones barrocas y académicas.
Es verdad que “nunca viajó a Roma”, como expresivamente y en su elogio dijera Jovelllanos, pero la arquitectura romana viajó, mediante estampas y dibujos, a su estudio de arquitecto, sin olvidar su entusiasmo por la arquitectura española, del Escorial a las catedrales góticas y del Renacimiento, así como a la tradición y modelos de la arquitectura francesa, que también conocía “viajando entre estampas y libros”.
Ventura Rodríguez enfrentó todos los temas posibles que un arquitecto pudiera soñar, de proyectos y construcciones de iglesias, intervención en catedrales, conventos, altares y transparentes a obras públicas y una especial dedicación a la arquitectura civil, incluyendo arquitecturas efímeras, ornatos y fuentes con especial significación urbana, como ocurre en el Paseo del Prado de Madrid. Amigo de artistas como Goya, Felipe de Castro o Mengs, de intelectuales como Campomanes o Jovellanos, tuvo una especial y compleja relación con la corte y la corona, de Felipe V y Fernando VI a Carlos III, incluido el infante don Luis de Borbón. Proyectó palacios, villas, casas, siendo maestro mayor del Ayuntamiento de Madrid, y no descuidó la escritura, con textos siempre motivados por proyectos y polémicas en las que intervino, además de preocuparse por el carácter institucional de la teoría de la arquitectura y de la figura del arquitecto.
Sus dibujos, magníficos y numerosos, se conservan en instituciones como la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la Biblioteca Nacional de Madrid o la ya recordada Accademia di San Luca de Roma, así como en el Museo de Historia de la Ciudad de Madrid, en su Archivo Municipal o en el Archivo Histórico Nacional, el del Palacio Real y otras colecciones públicas y privadas.
Con motivo del tercer centenario de su nacimiento, en 1717, esta exposición reivindica una figura de primera importancia en la historia de la arquitectura española de la Ilustración, especialmente en Madrid, pero no sólo en la capital de la monarquía, como su intensa actividad confirma. La complejidad y grandeza de sus proyectos, sus polémicas con otros arquitectos, sus relaciones con el poder y con otros artistas e intelectuales, así como la afortunada conservación de dibujos, libros, pinturas y maquetas que tuvieron que ver con su actividad, han hecho posible la revisión, mediante un extraordinario repertorio de obras, de su aportación y fortuna histórica e historiográfica en España y sus vínculos con la arquitectura europea. Los numerosos dibujos, memoriales y textos teóricos, informes, polémicas, impresos y maquetas, así como retratos y vistas de ciudades, edificios y arquitecturas efímeras o los libros que reunió durante su vida, llegando a formar una extraordinaria biblioteca, han permitido configurar una rica exposición que es casi un relato de la cultura arquitectónica española durante la Ilustración y sus significados artísticos e institucionales en una época de intensa renovación del gusto, siguiendo modelos cosmopolitas, especialmente romanos y franceses.