Descripción de la Exposición
Era, en verdad, una noche tempestuosa; pero espantosamente bella, de una rareza singular en su terror y en su belleza.
Los fenómenos eléctricos le parecían a Roderick Usher, en el cuento de Edgar Allan Poe del que esta exposición toma su nombre, horribles apariciones, pero eran solo huellas del aire, reflejos de la atmósfera, que se cernían sobre aquella casa familiar que estaba a punto de quedarse sin esperanza tras el fallecimiento de su hermana gemela. O eso pensaba el narrador. La verdad es que aquella casa, a la que se dirigió tras una llamada de aquel viejo amigo de la juventud, estaba destinada a derrumbarse por una terrible tormenta que parecía tener lugar únicamente en la cabeza de Usher. Pero el paisaje no está dentro ni fuera; lo que se derrumba no es la casa ni la esperanza. Es una percepción absurda que nace del miedo y que convierte los alrededores de un hogar en una seria amenaza, que nos convierte en frágiles porque lo que vemos, como lo que pensamos y sentimos, es solo un engaño que hemos aceptado como real. Pero lo único seguro es precisamente el miedo, que congela lo cotidiano hasta el punto de convertirlo en irreconocible; que hace que lo conocido se convierta en su contrario y que es capaz de hacer que se derrumbe aquello que creíamos ver y que creíamos cierto. Y entonces, cuando como Roderick entendemos que no hay más paisaje que nosotros, ni en la cabeza ni en el lienzo, y que ese paisaje se irá borrando dejando atrás memorias y vínculos, lo dejamos caer.
En Usher 'la caída', Diego Vallejo toma un motivo literario como ya hizo en su anterior exposición Walden (El Butrón, Sevilla 2017) para responder a las preguntas que le inspira el medio pictórico, en el que se mueve y sobre el que experimenta y reflexiona a través de la práctica. Vallejo realiza juegos visuales que pueden considerarse absurdos en pintura ya que la pone a competir con la fotografía, como renovando una discusión que se remonta a su invención. Las imágenes de la exposición son en su mayoría la visión del paisaje en negativo, el engaño químico necesario para que lo que vemos parezca real; un paisaje que además se vuelve más cercano a través de fragmentos en los que no terminamos de saber si nieva en medio de aquella tormenta o si tal vez son fruto del objetivo de una cámara vieja, llena de motas de polvo que nos hacen dudar entre la figuración y la abstracción. Pero el paisaje no está dentro ni fuera. El negativo “muestra” que lo que vemos es solo una percepción: los cuerpos no tienen color, sino calor. No todos vemos los mismos colores. No todos los seres ven en la oscuridad ni en la luz. La cámara fotográfica, sin embargo, ve más que el ojo. Lo que se derrumba, por tanto, nunca puede ser visto. Así, el pintor vuelve a hacer de la pintura no un medio de re-presentación sino la posibilidad de una búsqueda que va más allá de la propia imagen y que sitúa la pintura como el lugar ideal de lo que no vemos, o incluso para preguntarnos si realmente estamos viendo.
Texto: Inés Plasencia Camps
Exposición. 14 nov de 2024 - 08 dic de 2024 / Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A) / Córdoba, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España