Ramón Antón Urbán. Autodidacta. Este es el epígrafe de un currículum plagado de premios y de manifestaciones individuales y colectivas así como de múltiples ferias y certámenes internacionales. En esta ocasión Urbán, artista ampliamente conocido por los que frecuentan la Galería Kreisler, nos presenta un conjunto de obra en técnica mixta y madera, que recuerda como ya es habitual en él, la sencillez del lenguaje del desaparecido Lucio Muñoz pero con el estigma de lo no dicho, esos signos secretos que dan cuerpo a esta muestra minuciosa, herida por la letra oblicua, rasgada, que se piensa en sus propios contornos.

La geometría que se enmarca en estos trabajos parte de dos únicas formas, el círculo y el cuadrado que crecen, se alargan o desaparecen tras su sombra de papel. Los elementos que pueblan el estudio de Urbán son maderas nuevas ... que se envejecen por voluntad del artista, muchas veces quemadas, manipuladas que van encontrando en la pieza un sitio ordenado en medio de la calma y la tranquilidad que parece destilar un pulso ecuánime.

Los sueños, sombras y vientos que Urbán pide en sus títulos son cajas de madera que semejan instrumentos imposibles, guitarras sin cuerdas, cajas de resonancia calladas que remiten al espíritu y a lo que no se puede nombrar.

A algunas piezas, Urbán les pone una segunda piel, y así a través de un suave y colorido frottage surge una nueva epidermis de texturas acuáticas, traspasando la barrera entre la escultura y la pintura tal y como viene siendo su línea de trabajo.

Otras de las impresiones afortunadas que nos distraen a través de estas ventanas a la ambigüedad calculada de materiales, que siendo maderas parecen hierros, y de cómo el metal recobra una apariencia orgánica. Reflejos rasgados, arenas sedimentadas en la piel de la obra, como mares solidificados por el pensamiento. Una mirada oriental a las esquinas de una superficie que asoma colores tenues pero profundos. Un movimiento quieto acota los abismos de nuestra percepción, a la búsqueda de sensaciones sutiles, con el ojo perdido entre construcciones herrumbrosas, espesas, libres.

Es la obra Urbán un viaje al locus de las pasiones herméticas, que de tan fuertes se calman antes de su explosión de síntesis donde el cubismo, el informalismo y la abstracción se abrazan. Estas piezas, exentas ya de su matriz, desgarradas por el oficio, crecen en nuestro pensamiento desnudo de su insignificante grandeza.