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Cientos de cineastas, actores, actrices, productores y otros profesionales del cine han pasado por Valladolid desde que un ya lejano 20 de marzo de 1956, a las cinco de la tarde, comenzara a andar en el Teatro Calderón la Semana Internacional de Cine de Valladolid (entonces Semana de Cine Religioso), con un presupuesto de 200.000 pesetas y la proyección de Una cruz en el infierno, dirigida por José María Elorrieta.

La Seminci ha estado marcada desde sus inicios y hasta la actualidad por la fidelidad de su público, esos semanistas que antaño, cuando las nuevas tecnologías todavía no se vislumbraban, pasaban noches en vela aguardando su turno para adquirir el mejor abono posible y sumirse, durante los días del festival, en un carrusel de sueños imaginados en todos los rincones del mundo.

La exposición Unique Celebrities en la historia de la Seminci nos brinda ahora una oportunidad inmejorable para recordar algunos de los rostros más famosos que han pasado por Valladolid con motivo de su festival de cine. Ellos o sus películas han contribuido a forjar nuestra cinefilia y, en algunos casos, nuestra propia forma de entender el mundo que nos rodea.

La muestra reúne una selección 60 valiosas fotografías, todas ellas copias únicas, tomadas con la Polaroid Giant Camera, una maravilla tecnológica de la cual sólo existen cinco ejemplares, que permite obtener de una forma completamente artesanal retratos con un revelado instantáneo en gran formato (50x60 centímetros).

Gracias a la colaboración con la agencia italiana especializada en el cine Photomovie, propietaria de una de esas raras cámaras, se han podido seleccionar 60 fotografías entre más de 2.000 retratos captados en los más prestigiosos festivales internacionales. Fotografías de un inmenso valor, todas ellas autografiadas, e incluso en algunas ocasiones comentadas o dibujadas por sus protagonistas.

Por primera vez se pueden ver ahora, fuera de Italia, estos retratos que sirven para repasar la propia historia de la Seminci a partir de las películas que han desfilado por las pantallas vallisoletanas a lo largo de los últimos 55 años.

Es imposible aludir a la historia del festival, por ejemplo, sin citar dos momentos clave como los polémicos estrenos en Valladolid de Jesucristo Superstar en la sesión de clausura de 1974, o de La naranja mecánica en 1975, representados en esta exposición por el director de la primera, Norman Jewison, y el protagonista de la segunda, Malcolm McDowell. La Seminci, promovida inicialmente y dirigida en sus 18 primeras ediciones por Antolín de Santiago (entonces delegado de Información y Turismo), siempre había sido una ventana abierta al mundo, donde mostrar películas que durante la dictadura tenían cerrado el camino a las salas comerciales.

Momentos especialmente emotivos fueron también las visitas a la ciudad de alguno de los realizadores homenajeados con la Espiga de Honor, un galardón que recogieron en persona mientras el certamen les dedicaba una retrospectiva completa de su obra, que en muchas ocasiones era la primera que se les tributaba a nivel mundial.

Así, el moscovita Nikita Mijalkov embelesó a los asistentes a un inolvidable encuentro con el público en el Hotel Olid Meliá que se prolongó hasta la madrugada; el iraní Abbas Kiarostami abría su romance con el certamen en otro encuentro nocturno en 1993; el combativo cineasta griego Costa-Gavras confesaba su emoción por el ciclo de 2003, además de participar en una rueda de prensa con Jorge Semprún y en un fructífero encuentro con estudiantes de la Universidad; Nanni Moretti, que había dado muestras de su locuacidad en la sesión inaugural de 1994 con Caro diario, regresó un año después para recibir el cariño de la ciudad; el incombustible Manoel de Oliveira derrochaba cordialidad en su visita en 1981 acompañado de su mujer, en una edición cuyo jurado estaba presidido por su guionista habitual, Agustina Bessa-Luís; Arthur Penn explicaba en directo en 1994 cómo había conseguido el cruce final de miradas entre Faye Dunaway y Warren Beaty, en Bonnie & Clyde, pese al odio que sentían entre sí; o Ettore Scola recibía con gratitud la Espiga de Oro Especial en 1986 y la Espiga de Honor en 2009.

Para el recuerdo queda también el paso por la Seminci de actores hoy consagrados que entonces daban los primeros pasos en sus carreras, como Antonio Banderas, premiado en 1989 como Mejor Actor por su papel en La blanca paloma, que regresó al certamen veinte años más tarde ya consagrado como el intérprete español más internacional. O como el propio Brad Pitt, que pasaba desapercibido por las calles de la ciudad en 1991, con su cabeza cubierta por un pañuelo, en representación del reparto de Thelma y Louise, de Ridley Scott.

Esa misma situación se vivió con cineastas como Pedro Almodóvar, hoy pope del cine patrio fuera de nuestras fronteras, que en 1980 era uno más de los participantes en la sección La Fiesta del Cine Español, donde presentó su ópera prima, Pepi, Lucy, Bom y otras chicas del montón. Y Jim Jarmusch, que viajó a orillas del Pisuerga junto a su pareja, la cineasta Sarah Driver, para participar en el ambicioso ciclo Cine independiente norteamericano en 1982 con su debut, Permanent vacation.

Otros ilustres visitantes de la ciudad han sido Woody Allen, incómodo ante las cámaras que le retrataban con la Espiga de Oro Especial en 2008 instantes antes de ofrecer un concierto en el Calderón con su banda, la New Orleans Jazz Band; Claude Chabrol, que disfrutó de la gastronomía de la provincia en 1980 cuando clausuró el festival con El caballo del orgullo, si bien su repentina muerte le impidió presidir el ciclo organizado en su honor para la edición de 2010; los hermanos Paolo y Vittorio Taviani, que presentaron Resurrezione en 2002; el 'enfant terrible' de Hollywood Michael Cimino, que apareció en el Olid Meliá acompañado por el ahora rehabilitado Mickey Rourke para presentar Manhattan Sur; el cineasta indio Adoor Gopalakrishnan, presidente del jurado internacional en 2010; el polaco Andrzej Wajda, protagonista absoluto de las Conversaciones Internacionales celebradas en el Palacio de Santa Cruz en 1972; o dos tremendas actrices como Sophia Loren (Espiga de Honor en 2007) y Geraldine Chaplin, que en los últimos años ha defendido con su presencia films como La isla interior o La mosquitera.

Una mención especial merecen tres cineastas que figuran entre los más laureados del certamen a lo largo de toda su historia, y cuya filmografía accedió, como la de tantos otros, a las salas españolas a través de la Seminci: Goran Paskaljevic, Atom Egoyan y Ken Loach. Juntos suman siete espigas de oro al mejor largometraje, con el realizador serbio como el cineasta más laureado hasta el momento por el festival, con tres primeros premios. Paskaljevic y Loach han disfrutado además de sendos ciclos retrospectivos, aderezados con la Espiga de Oro Especial en 1996 y 1002, respectivamente. Egoyan no ha contado con ciclo, pero todas sus películas se han ido exhibiendo en Valladolid de forma periódica desde 1989, cuando recibió personalmente una Mención Especial del Jurado para Speaking Parts, acompañado de su esposa y musa Arsinée Khanjian.

Son muchas historias, demasiadas para intentar resumirlas en estas líneas, las que se esconden tras las imágenes que integran esta exposición. A buen seguro que los semanistas -ese público fiel que cada año, desde hace más de medio siglo, ha convertido la Seminci en una de las señas de identidad de Valladolid- que asistieron a alguno de esos gratos encuentros con las estrellas del séptimo arte por las calles de Valladolid podrán completar con sus recuerdos personales la descripción de momentos, películas y personas inolvidables que, fijados en papel fotográfico, ya nunca se perderán como lágrimas en la lluvia.