Descripción de la Exposición Coches abandonados en mitad de un descampado de cualquier ciudad. Viejos vagones de tren en vía muerta. O el letrero luminoso de un hotel destartalado. En todo ello ha fijado su mirada el pintor Joseba Sánchez Zabaleta, que el sábado inaugurará una exposición en la Galería Estela Docal de Santander.
Un panorama de desolación, de gran vacío, y una paleta de colores muy del norte -grises, marrones, ocres, blancos rotos…-, completamente distinto al que Sánchez Zabaleta ve a diario desde los enormes ventanales de cristal de su casa-estudio a los pies de la segoviana Sierra de Ayllón.
Una casa, "mi pecera abierta", como él la llama, orientada hacia unas montañas que en invierno se cubren de nieve y que en estos días de primavera sienten cómo los extensos robledales se tiñen poco a poco de verde.
Allí, en Martín Muñoz de Ayllón, un pequeño pueblo de casas de piedra en el que durante cualquier semana del invierno apenas viven diez personas, entre ellas él, Joseba Sánchez Zabaleta ha trabajado en esta exposición.
"Una historia verdadera" es el resultado de un trabajo minucioso y tranquilo. Una historia plasmada en una veintena de cuadros -óleo sobre tabla y diferentes formatos- y dos maquetas con los que el pintor nacido en Cistierna (León) en 1970, aunque guipuzcoano de Fuenterrabía desde muy niño, ha querido acercarse hasta la periferia de la ciudad. De cualquier ciudad de cualquier país.
"Me gustan -ha comentado el pintor a EFE- los espacios periféricos, abiertos. Me siento cómodo en ellos. Allí encuentro la calma que necesito para pintar. La misma que me proporcionan el mar o el campo".
"Cada mirada es una historia verdadera", escribe Sánchez Zabaleta en el catálogo de una exposición que llega después de otras, individuales o colectivas, en galerías de Madrid, San Sebastián, Bilbao, Salamanca, Burgos, Guernica o su añorada Fuenterrabía, "donde me hice pintor", puntualiza.
"Una historia verdadera -continúa- es una mirada hacia el lugar, hacia sus entrañas, en un intento de encontrar una realidad simple y transparente. Esta exposición -escribe Sánchez Zabaleta- nace como un guiño y un homenaje a la periferia de las ciudades, donde tiene cabida todo aquello que arroja la ciudad".
La misma ciudad, o cualquier otra, que ha hecho huir hasta el campo a este artista que a una edad muy temprana inició sus estudios artísticos en la Escuela de Arte y Diseño de San Sebastián, momento en el que conoce al pintor guipuzcoano Alfredo Pasabán, quien le contagiaría su manera de mirar el paisaje y "a traducir de manera simple los ambientes húmedos del norte a través de la acuarela".
En esos "espacios semidesnudos -reflexiona el artista- emerge la idea de cómo nosotros creamos nuestra propia soledad. Nosotros, al igual que la ciudad, también creamos periferia a nuestro alrededor".
Con el título de artes aplicadas por la Escuela de Zaragoza bajo el brazo, que obtiene en 1988, Sánchez Zabaleta frecuenta el estudio del pintor Javier Sagarzazu en Fuenterrabía, que ejerce una gran influencia sobre su obra, como después ocurriría con Gaspar Montes Iturrioz o Enrique Albizu, iconos de la pintura del Bidasoa.
El "tercer vértice" de ese triángulo de influencias lo constituye el pintor y escultor de Bermeo (Vizcaya) Néstor Basterretxea, en cuya obra el joven artista encontró "una visión más espacial del paisaje".
Dibujante, acuarelista, pintor… Sánchez Zabaleta tiene también mucho de artesano y una habilidad especial para convertir unas maderas viejas o unas simples piedras de río en una escultura, o unas oxidadas latas de conserva -encontradas en cualquier paseo por el campo segoviano con sus perros- en una lámpara de diseño. EFE
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