En su nueva exposición en la galería Catarsis, el artista Xavi Carbonell nos presenta un mundo en el que predominan las líneas sencillas, los trazos rápidos, formas que no son formas y todo un universo personal plasmado dentro de una subjetividad que plantea al espectador el reto de interpretar aquello que está viendo.

La pintura de este joven artista alicantino está repleta de sutilezas subjetivas, de líneas que, unidas, representan objetos, evocan sensaciones o transportan al espectador a un mundo en el que nada parece ser lo que es, o quizás todo es lo que parece.

Y todo esto en superficies de grandes dimensiones en las que se plantea un gran reto: bajar la mano y parar el proceso creativo, evitar cubrir por entero la superficie, dar el último trazo en el momento oportuno y dejar que el ojo del espectador haga el resto. Gran inteligencia la de hacer partícipe al observador ... de sus obras y dejar que éste acabe de configurar el lienzo, algo que permite tantas interpretaciones como ojos observen sus obras.

Sus trazos y líneas irregulares a veces forman casi objetos o personajes, o se convierten en manchas de color u objetos recogidos directamente de la Naturaleza, mezclándolo todo en una suerte de collage pictórico al servicio del minimalismo más puro, con un cierto aire al “arte de los niños” que tanto admiraba Miró. Rojos dolorosos, negros que resaltan o ilustran la composición, toques de sugerencia naif a través de tonos más pasteles, escenas que rebosan vitalidad o que simplemente evocan la sencillez en estado puro.

Todo en la obra de Xavi Carbonell forma parte de un mágico mundo interior, plasmado en lienzos de gran formato en los que el espectador interpreta cada uno de los objetos que allí aparecen; una genial forma por la que el ojo pasa de ser un mero contenedor de imágenes a intérprete de sensaciones y del propio proceso artístico.