Descripción de la Exposición
En marzo de 2008, la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Los Montesinos (Alicante), editaba un precioso volumen: ?Jaime Gea. Pintura y Escultura?, que recogía una selección de la obra del artista, realizada entre 2003 y la fecha de publicación. Ese cuidado y elegante libro se enriquecía, como reflexión sobre el arte, y sobre el quehacer de Gea, con un poema en tres partes de Jesús Hilario Tundidor,- ¡que gran poeta, acaba de ver en las librerías su Poesía Completa, en dos volúmenes, en Calambur!- , cuyo rubro es ?Variaciones a la orilla del sueño?, que tanto identifica la obra expuesta de este heterodoxo del arte.
Todo sueño está poblado de alucinaciones y gestos, todo gesto es forma y cada forma se convierte en un enigma. Que es lo que acaba produciendo misterio en el arte, que junto a al emoción que sea capaz de provocar se constituyen en entidad de una obra. Toda obra trascendente acaba siendo un cosmos y todo mundo propio deviene un idiolecto, que es lo que define a un autor.
Idiolecto, según el DRAE, vale por ?conjunto de rasgos propios de la forma de expresar -se de un individuo?. Es un tejido hecho por la confluencia de lo material y lo espiritual; la técnica, el pensamiento y lo icónico, que representa un mundo peculiar, particular.
En la obra- dibujo, pintura, escultura-, que ahora se presenta en este espacio, realizada a lo largo de 2009, salvo la escultura que es anterior, se muestra ese mosaico en el que se imbrican la magia, la emoción, la técnica y la imagen, todo eso que no es más que variaciones a la orilla del sueño, como supo ver el conspicuo maestro Jesús Hilario.
Jaime Gea, Montesinos 1948, ha sido siempre pintor, por vocación irreductible, pero sólo ha expuesto su trabajo a partir de los noventa. En su niñez, admiraba la poética de su padre, ebanista de profesión, cuando pintaba al aire libre. Era mágico contemplar como aquello que veía, en el horizonte inmediato, se iba posando en los lienzos, que temblaban con su nueva carga de pintura, con la tímida cadencia que tiembla la rama del árbol, cuando de ella salta el pájaro que vuela, en amusgada visión de Juan Ramón Jiménez.
El mundo de Gea se confirma con elementos diversos, dominados por su vocación sur-real. Su transitar la expresión plástica no distingue entre abstracción o figuración. Sus cromías, ya planas ya trabajadas, establecen un léxico que se alía a las formas de distinta raigambre, para decir lo que quiere decir.
¿Y qué quiere expresar Jaime Gea con su obra? La soledad del hombre y una determinada manera de vivirla, los senderos ricos de la imaginación humana, la ambición expresiva de la libertad, la emoción del ser ante los hechos y las cosas, lo que para él es la esencia de la vida, todo aquello que es importante a su existencia y a lo que no puede re-nunciar. A veces, la alegría; otras, la tristeza. La euforia, la melancolía, la forma de ser y estar en cada momento de su existir. Su realidad con guiños a lo superreal. El pintor, el hombre, sueña, enseña, se retrata, deja constancia de lo qué es y pone de manifiesto las distintas variaciones que le acercan o dibujan su realidad, que está en estas pinturas y dibujos, en estas esculturas rugosas antropomorfas, que transparentan una actitud y unas aptitudes. El arte es
gozo, también sufrimiento, puede no ser victorioso, pe-ro jamás es derrota.
Tomás Paredes
Presidente Asociación madrileña de Críticos de Arte
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