Descripción de la Exposición No es frecuente encontrar una obra artística como la que nos muestra Abelardo Ibáñez Martínez-Dueñas en esta exposición, la tercera, creo, si no me fallan mis datos, que realiza este pintor que tanto medita -esto es evidente- antes de llevar los pinceles al lienzo. En esta actitud, que puede interpretarse tanto como sano temor ante descubrir en público su 'poesía' visiva, como la exigencia consigo mismo para conseguir plasmar su idea, se nos revela el artista que rema a contracorriente de los tiempos actuales. Frente al ruido y oropel de un arte dominado por las prisas de los cambios tan acelerados que vivimos y a los que se pretende rendir culto o servir de apoyo con composiciones deslavazadas en las que la ocurrencia ingeniosa es el destello fugaz que atrae, la pintura de Abelardo es por el contrario una densa y bien trabada combinación de formas. Frente a la pulsión del cambio constante, la serenidad de lo permanente y perdurable. La búsqueda de la Forma como gran concepto pictórico domina en los cuadros de esta muestra. Un rigor formal, que lejos de la acepción peyorativa, tal vez por entenderse como fría fórmula académica e idealista con que suele verse el formalismo, entraña una enorme emoción poética. Contra lo que pueda parecer los temas de estas pinturas son objetos concretos que están a la vista de todos: La Alhambra en su mayor parte y paisajes de lugares precisos, como Montefrío o el pantano de los Bermejales. Cierto, que en todos ellos el autor huye de las imágenes manidas o más convencionales de espacios tan pictóricos como el monumento nazarí, representado hasta la saciedad en sus albercas, fuentes y yeserías, para recrearse en esa otra Alhambra marginal -es el sentido estricto del término- de las torres, baluartes y bosque, donde la naturaleza y la mano del hombre compiten a los ojos del pintor en admirables creaciones. Curiosamente ya decía Stendhal que la belleza indiscutible de la naturaleza era mucho más con la presencia de la arquitectura. Esta idea del gran escritor romántico, me refuerza el valor emocional en la pintura de A. Ibáñez. Son formas relativamente reconocibles, aunque todas tengan una referencia precisa, y es que justo en ese distanciamiento de la mímesis es donde opera la alquimia de la visión del pintor. Existe, pues, una maravillosa paradoja entre la objetividad formal, de ahí que al autor le interese titular sus cuadros, y por otro lado la construcción intelectual, de 'idea', que conlleva el resultado plástico final. Una paradoja que trata de aunar lo real y determinado con lo eterno e ideal. Esta suerte de Forma no es una simple delimitación de superficies por medio de líneas, es una compleja y fascinante combinación de planos, volúmenes y sombras, donde incluso el color, negado explícitamente como campos vibrantes, aflora en incontenibles matices en el fragor de los cuerpos geométricos que pugnan en esta pintura. Razón y emoción, valores perdurables, que nos recuerdan que más allá de los gustos estandarizados de volátiles formas, en ellos podemos encontrar el emocionante sentido de la poesía.
Premio. 27 ene de 2025 - 10 mar de 2025 / Vitoria-Gasteiz, Álava, España
Exposición. 03 feb de 2025 - 11 may de 2025 / Museo Nacional Thyssen-Bornemisza / Madrid, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España