Sintetizar es conseguir que una realidad compleja, un abanico de elementos que en principio no tienen una relación directa visible, se conviertan en algo con sentido. Una estructura nueva e independiente que cobra vida a través de esta relación, más bien, organización. Para el artista sintetizar se convierte en una acción aún más compleja, si bien básica a la hora de construir cualquier tipo de acción/objeto artístico, en este caso adquiere una nueva dimensión u objetivo: la mediación. Este proceso debe ser capaz de generar sentido, crear una nueva circunstancia y conseguir que el perceptor dialogue con la obra. La dificultad se encuentra en que el artista no estará presente, ese proceso de mediación debe estar inscrito en la configuración de la propia obra.
Cuando nos encontramos frente al trabajo de Marta Ratti, ese fenómeno se manifiesta de manera clara. Independientemente de la serie, sus piezas son plenamente reconocibles gracias a...su expresiva y evocadora estética. Objetos, lugares, gestos, situaciones que enseguida reconocemos, que forman parte de nuestro imaginario colectivo o individual y captan inevitablemente nuestra atención. Algo comienza a hablarnos desde el recuerdo, quizás de lo vivido o lo deseado, una atmósfera nos rodea, se empieza a establecer una sintonía y te encuentras atrapado durante unos segundos. Ese es el fin, así como lo es para los poetas, los cineastas o los músicos -sin dejar de lado a los perfumistas o los cocineros-, la seducción de los sentidos, el despertar de la memoria.
Esta seducción no es fortuita, es consecuencia de un fino proceso de síntesis en el que la artista se ha valido de herramientas expresivas pertenecientes a diferentes disciplinas. Esta transversalidad no debe resultarnos extraña, ya que la formación académica de Marta Ratti abarca disciplinas como la arquitectura, el dibujo –de la mano de maestros como Moore o Valderrey- y un Master en Forma y Comunicación en su ciudad natal, Buenos Aires. Asimismo, a lo largo de su variada trayectoria profesional realizó escenografías para películas argentinas y coproducciones con España, diseños para teatro, fue corresponsal de la sección de arte en el periódico Buenos Aires Herald y escribió e ilustró libros infantiles para la Comunidad de Madrid y editores internacionales. Sin lugar a dudadas, un camino marcado por la curiosidad, la intuición, una gran sensibilidad y amor por el arte en todas sus formas.
En cada una de las piezas seleccionadas para esta muestra póstuma, el motivo representado se nos presenta en un primer plano, centrado o recortado, la composición se aproxima a la fotografía, incluso a una puesta teatral. De esta manera, objetos cotidianos como unos zapatos, hojas rojas, frutas o el cielo repleto de nubes sobre el mar, ganan autonomía, como si estuviéramos frente a retratos, motivos cargados de una historia propia que nos ruegan la interpretemos. La maestría de la artista se revela en la construcción de espacios a través de contrastes radicales, fondos negros magnéticos y vacíos sirven de perfecto escenario para objetos con luz propia, fabricados a través de infinidad de tonos rojos vibrantes y pequeños reflejos o detalles en blanco y ocres, pinceladas simples y rotundas. El conocimiento del color se traduce también en sus mares y cielos llenos de bellos matices, luces y sombras, instantes captados únicamente en blanco, negro y todos los grises posibles.
Esta selección pertenece a dos grandes series: una dedicada al ROJO, un espléndido homenaje a John Berger – se inspira en el texto que inicia el libro epistolar “Te mando este rojo cadmio”-, en la que Ratti profundiza en las capacidades estéticas y simbólicas que tiene este color; y otra centrada en captar diferentes estados del mar y el cielo, obras hechizantes que nos pueden recordar a la estampa de Katsushika Hokusai, por su encuadre; a las obras maestras del romanticismo alemán, por su fuerte carácter simbólico; e incluso a los amplios campos de color del expresionismo americano, en la pintura de Rothko. En relación a esto último, tenemos el honor de poder disfrutar de estas piezas por primera vez, ya que nunca habían sido expuestas antes.
En todas estas obras existe un equilibrio entre la fina representación figurativa, basada en un dibujo impecable, y el deseo vivo de expresividad que se traduce no solo en un resultado con tintes oníricos, sino también en una pintura altamente sugestiva capaz de trasladarnos a un momento vívido, superando su carácter bidimensional y arrastrándonos mediante un efecto sinestético, siendo capaces de oler el salitre, de saborear el dulce sabor de una granada o sentir el suave tacto de la seda de un vestido. Este carácter evocador es uno de los ejes transversales de esta muestra, el afán narrativo es innegable en su trabajo, pero en este caso no se recrea en un simple juego metafórico, sino que profundiza en la relación entre el recuerdo y la vida, la nostalgia o el anhelo de inmortalidad. Este juego de contrapuestos es clave a la hora de entender el trabajo de Marta Ratti, lo vemos en la utilización de color, el planteamiento espacial frente a la realidad bidimensional, el objeto que nos acerca al hogar y el mar que nos aleja del mismo, el recuerdo del pasado y el deseo de sentir en el presente. Contraposiciones que generan incertidumbre, envolviéndonos con esa deliciosa sensación. El tiempo se dispara, frena, retrocede, se enreda y termina siendo siempre. Siempre, como las notas de un tango, siempre, como las notas de este último tango en Madrid.
Izaskun Monfort
Crítica de arte.
Entrada actualizada el el 23 may de 2022
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