Descripción de la Exposición
Desde la década de los noventa, Iñaki Bonillas ha establecido en su trabajo una relación muy puntual con la fotografía. Afín a la estética y las prácticas conceptuales de los años sesenta y setenta, Bonillas ha aislado de manera gradual los distintos elementos que constituyen, más que la fotografía misma, el hecho fotográfico (la cámara, la película, el obturador, el revelado, etc.), para después conectarlos con distintos procedimientos no-fotográficos. El grabado como medio para transformar el material de archivo es un enfoque central en la práctica de Iñaki Bonillas. Al enmarcar y editar las imágenes encontradas y, posteriormente, crear una sensación de permanencia a través de la repetición y la multiplicación inherentes al grabado, es capaz de transformar firmemente sus interpretaciones en una nueva realidad. Le da forma física al proceso arraigado —y a menudo subconsciente— de autoedición que realizamos a lo largo de nuestras vidas. Iñaki Bonillas vincula elementos que son a priori incompatibles: una narración biográfica personal que consiste en anécdotas y emociones privadas, por un lado, y las prácticas casi científicas de compilación, clasificación y archivo, por el otro. (Kurimanzutto, Ciudad de México)
Iñaki Bonillas se inspiró en el viaje narrado por Xavier de Maistre a finales del siglo XVIII, Voyage autour de ma chambre, sin duda la primera expedición conocida alrededor de una habitación. Bonillas decidió realizar un ejercicio muy parecido al del autor, que, habiendo desafiado las normas de su tiempo al no batirse en duelo, se vio obligado a pasar seis semanas apartado de la sociedad, encerrado en su propia habitación. Allí relató las aventuras inspiradas no en lugares exóticos, sino en los muebles y objetos que rodean al personaje, lo que no hace que el viaje sea menos emocionante o entretenido. A partir de ahí, Bonillas se propuso crear su obra sin salir de su estudio. Pasó meses buscando por internet postales de viajes de otras personas, cada una de las cuales parece ilustrar un episodio narrado por de Maistre en su breve novela en la que se parodia a sí mismo. De esta manera, el artista también juega a viajar por el mundo sin tener que salir de los límites de su espacio de trabajo. Las postales, nos sirven como acompañamiento visual a una posible edición de este libro. Aquí, sin embargo, en lugar de desplegarse a través de las páginas de un gran volumen, el libro se comprime en el reverso de las 42 postales, una por capítulo, como notas enviadas desde el mundo exterior que se encuentra más allá de los confines insuperables de la habitación. O para decirlo con más precisión para el proyecto de Bonillas: las notas que alguien envió al artista desde los límites de ese más allá. Una novela en 42 pequeños recuadros, mitad imagen, mitad texto para ser leído bajo una lupa. (Kurimanzutto, Nueva York)
La primera vez que Iñaki Bonillas fue invitado a realizar una intervención en la Casa Luis Barragán de la Ciudad de México, fue en el año 2003, por el comisario suizo Hans Ulrich Obrist, para formar parte de la aclamada exposición “El aire es azul”. Al artista mexicano no se le permitió alterar la casa de forma alguna.
En su lugar, Bonillas decidió colgar una foto (en un clavo que ya existía en el famoso vestíbulo rosa de Barragán) de una pizarra vacía que había encontrado por casualidad en una escuela local con paredes de colores, cuya tonalidad y silencio imitaban la vibrante soledad de la selección de espacios cuidadosamente comisariados dentro y alrededor de la casa.
“Curioseando por la casa, me impresionó mucho descubrir todos los rincones donde se pueden encontrar lugares para esconder cosas”, dice Bonillas. “Fue interesante, en este tipo de arquitectura, donde todo lo que es visible tiene un sentido muy preciso. Necesitas una segunda casa donde todo lo que no tiene sentido encuentre su lugar.”
Desde ese momento, Bonillas fue pensando en cómo podría hacer una exposición en los espacios negativos de la casa y el estudio que el modernista mexicano construyó para su uso propio en 1948. Así, cuando la comisaria Eugenia Braniff le ofreció a Bonillas la segunda plaza en un programa de instalación de dos años en la casa de Barragán, aprovechó la oportunidad.
Después de dos años de intensa investigación, Bonillas, cuya obra se centra a menudo en archivos fotográficos, creó “Secretos”, una expedición de espeleología conceptual de cada rincón, grieta o escondite de los espacios de trabajo y vivienda de Barragán.
“Una de las cosas curiosas de Barragán es que tiene muchas reproducciones de obras de arte, especialmente de Josef Albers. Podría haber comprado un original, pero prefirió comprar un trozo de tela de Marimekko porque la escala se ajustaba mejor a sus deseos”, dice Bonillas, señalando una de las pocas obras originales de la casa: un panel de Mathias Goeritz en pan de oro. De este modo, Bonillas se ha encargado de reproducir varias obras de arte históricas, objetos reconvertidos y piezas contemporáneas, y hacer nuevas abstracciones fotográficas e incrustarlas en los vestíbulos, armarios y lugares curiosos de toda la casa. (“Espacios secretos: Exposición de Iñaki Bonillas en los rincones ocultos de la Casa Luis Barragán” (extracto), Michail Slenske, Wallpaper, 20 de junio de 2016)
“Como un gorrión alrededor de un charco de agua” está inspirada en un poeta predilecto de Bonillas, Wallace Stevens que dijo, “conversar con Marcel Duchamp en francés sonaba como los gorriones alrededor de un charco de agua”. La obra consiste en 20 fotografías colgantes de las mismas imágenes que usó para su instalación en la Casa Luis Barragán, “como un nuevo vocabulario fotográfico que puede ser leído en términos visuales, pero también como un código secreto que produce sus propios significados y conexiones y ambigüedades, como cualquier sistema jeroglífico que se puede leer”, explica Bonillas.
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