José Aja presenta en la Galería Guillermina Caicoya sus pinturas más recientes bajo el título Tumba de sueño. Si en la anterior exposición del artista en la sala Robayera el otoño pasado hacía referencia en su título a una de las estampas de la serie los desastres de la guerra de Goya, no se puede mirar, que sería como reafirmar que el sueño de la razón produce monstruos en una sociedad, la contemporánea, en la que una realidad hostil se ha apropiado del individuo, en este caso el artista cita al filósofo francés Jean-Luc Nancy al preguntarse por la existencia de una razón del propio sueño, en ese abandono por el cual se procura un no lugar compartido por todos, ya sea la siesta en la que cada uno de nosotros caemos, ya sea ... de fatiga, de aburrimiento, de placer, o la muerte en la que la sepultura no tiene otro fin que asegurarnos un sueño lo suficientemente pesado como para no poder escapar a el. Una tumba de sueño: 'como la muerte, el sueño, y como el sueño, la muerte, pero sin despertar', en la que el cuerpo cae por su propio peso, tirado por tierra. Un cuerpo depositado como en esas imágenes que nos llegan de depósitos de cadáveres, en las que multitud de cuerpos se amontonan en un sueño plomizo del que ya no habrá otro día, 'lo infinito depositado en cada existencia finita.'

La pintura de José Aja se ha instalado en una figuración cruda en la que cualquiera de los temas que se traten están atravesados por la mirada ácida de su mano. Una mano que deposita la pintura como los propios cuerpos pintados han sido allí depositados en una realidad, la del cuadro, que se nos presenta como una metáfora del pulso de la vida. El tema funciona como impulso de la pintura, como detonante de un gesto nuevo, según palabras del profesor y crítico de arte Fernando Castro Flórez: 'José Aja no pretende imponer dogmáticamente un programa, ni tampoco está localizado en una suerte de autismo ideológico; ajeno tanto a la literalidad cuanto al ornamentalismo lo que ha conseguido es desplazarse desde un cuerpo de la pintura abstracto hasta una piel figural, consiguiendo articular una zona de sedimentación plástica en la que lo visto pueda modularse de acuerdo con su enérgica y pasional forma de entender la pintura'.