Descripción de la Exposición
Carlos Maciá para Alimentación30
Tres vuelcos
Escribo este texto en concepto de memoria a unos días de inaugurar el espacio y con algunas cuestiones todavía en el aire.
Según Valeria Maculan me invita a participar en Alimentación30 comienzo a fijarme en las propuestas precedentes y a estudiar las que se realizan a posteriori hasta que toca mi turno. En este tiempo pasan por el espacio 35000 jóvenes y Dandara Catete. Todas ellas definen que no proponer, tal vez con el ánimo de no repetir soluciones y de estirar el espacio expositivo. La inmensa mayoría de las piezas instaladas en este escaparate son piezas que encajan perfectamente en él, usualmente una pieza que suele colapsarlo. Y tal vez esto sea lo más propicio. En la huida de esa formalización, en un principio me decanté por por invitar a algún otro artista para realizar una colaboración. Tal vez la falta de espacio resultaría provocadora, pero cuando vi la propuesta colectiva de 35.000 jóvenes comisariada por Violeta Janeiro lo deseché. La propuesta que le siguió de Dandara incidía en esa pieza perfectamente escalada al lugar.
Lo primero que hice fue realizar en mi taller un espacio escala 1:1 de Alimentación 30. Mientras lo preparo un día de casualidad escucho en la radio a Manuel Delgado que se pone a hablar de una película norteamericana que había visto e impresionado. Manuel es un antropólogo, brillantísimo, profesor en la Universidad de Barcelona que siempre me ha interesado y divertido mucho. No recuerdo a colación de qué tema salía la película, pero la cuestión es que la busco inmediatamente para verla. El film se titula en castellano Una vida a lo grande. Está dirigida por Alexander Payne lo que me deja extrañado porque no la conozco. Es un cineasta formidable con inolvidables trabajos como Entre copas o Los descendientes. La película en cuestión es una basura y seguramente su peor trabajo, pero parte de una premisa brillante. La gente puede convertirse a un tamaño diminuto y así solucionar sus problemas de carácter económico, ya que con el dinero que tienen pasan a vivir como ricos en ese mundo en miniatura. Se presenta como una forma de revertir por un lado los problemas materiales personales y por otro atajar los problemas de una sociedad hiper poblada que esquilma los recursos existentes. Vamos algo como la actualidad que vivimos. A la vuelta al estudio comencé a pensar en si mi propuesta debería girar hacia una pieza mínima, en vez de saturar el espacio dejarlo casi vacío. Imaginarme ínfimo paseando al lado de una pieza que me resultase gigante. De aquí nace mi propuesta.
A continuación, y como siempre empecé a buscar en el estudio que podría encajar en este precepto de mínimos y ahí aparecen mis mesas de trabajo. Algunas de las mesas de mi taller están únicamente destinadas a dejar sobre ellas diferentes elementos que me van interesando por su forma, textura, color, etc. Los dejo sin mayor intención encima de estas grandes mesas. Lo que ocurre es que con el paso del tiempo y el trasiego propio del estudio se van asociando unos con otros o por contra se repelen. Algo similar a lo que ocurre con los imanes. Algunas composiciones surgidas en estas mesas son las que presento en Alimentación 30.
He de recordar que en 2014 realicé justamente un escaparate en el otro extremo de la calle Doctor Fourquet. Generé la pieza 15 litros para el espacio The Window que dirigía Francesco Giaveri en la galería L21. Me gusta está idea de realizar dos espacios que empiezan y cierran esta calle llena de galerías. Voy a conectar ambas acciones con la idea de temporalidad de las piezas. En aquella la pieza evolucionaba a lo largo del tiempo gracias a la intervención de la gente, en este caso seré yo el que proponga cambios en el espacio para que no permanezca inmóvil. Esta forma de cambio temporal amplifica el escaparate hacia una coordenada no o poco abordada en Alimentación 30.
Otra pieza que se me presenta en estos momentos fue mi última pieza de carácter expositivo en Madrid. Se trata de 240 kilos de color blanco que realicé hace casi un año para Aragon Park. Lugar en donde participaba también Valeria en calidad de artista con una propuesta brillante. Mi acción era extraordinariamente grande y me interesa ahora contrastarla con esta nueva presentación. Pasar de algo muy grande a algo muy pequeño. Mi querido Agustín Valle hablaba mucho sobre “lo pequeño”. En si realmente el Arte con mayúsculas estaba en las cosas pequeñas.
El proceso de selección de las piezas susceptibles de llegar a Alimentación 30 las he realizado en otra mesa limpia. Una mesa que en esta ocasión está entelada con lienzo. Mi posición, sentado frente a las piezas me recordaba a la que tengo con la comida en un restaurante. La sucesión de piezas y sus combinaciones me recuerdan a la cadencia entre platos de un menú degustación. Hablando y comentando con Valeria esto me sugiere que pasa algo parecido con el cocido madrileño. Le digo que efectivamente, en el caso de este se llaman “vuelcos”. El típico madrileño se sirve en tres vuelcos. Por lo tanto, tengo ya título. Presentaré por tanto tres piezas que se sucedan en el tiempo de exposición.
Algo muy importante para mí era en cómo colocar mis composiciones dentro de la vitrina. Enseguida se presentó como una necesidad que el suelo de la calle y el suelo de mi estudio guardasen la misma distancia sobre las composiciones. Mis mesas están 12 centímetros más altas que la base del escaparate y por tanto decidí salvar esa distancia con una estructura nueva. Esos 12 centímetros se me presentaron como trascendentes y lo llegué a barajar como título del proyecto. Lo descarté tras consultar en Google y arrojarme resultados como “12 centímetros es pequeño”. La infinidad y encendidas discusiones a propósito de los micro penes me hicieron desistir. Jajaja. Construí pues un nuevo suelo que elevara la vitrina a mi altura exacta. Otra cuestión que me inquietaba es separarme de la pintura que hay en el espacio. Siendo pintor es muy importante en cómo está pintada. Está muy connotada al estar pintada una y otra vez de blanco. Las capas se suman y van añadiendo una información que genera un ruido que no me interesaba. Decidí que mi soporte estaría separado del perímetro del espacio. Del mismo modo que las arquitecturas en donde se colocan a los animales del zoo. Esa separación me parece clave. Otra cuestión relevante fue la decisión de pintar el cajón con un gris oscuro, neutro en color pero pesado visualmente y trata de evidenciar ese salto de alturas entre mi estudio y Alimentación 30.
Pensando en las composiciones en sí, no puede dejar de pensar arquitecturas que pudiésemos transitar, pasear o habitar desde nuestra escala diminuta. Podrían ser refugios, cabañas para pensar (de Samaniego) o lugares de contemplación. Ahora recuerdo el dispositivo de Herreros para la exposición de CA2M de Álvaro Perdices, pero pienso también en los espacios que me acompañan desde hace tiempo como los de Luis Barragán, Mies van del Rohe, Tadao Ando, Le Corbusier, Dan Graham, Sol Lewitt, Tobias Rehberger o de Carlos Cruz-Diez, entre otros.
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