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Trazos de oriente

Exposición / Galería Vasari / Esmeralda 1357 / Buenos Aires, Argentina
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Cuándo:
17 may de 2023 - 23 jun de 2023

Inauguración:
17 may de 2023

Precio:
Entrada gratuita

Organizada por:
Galería Vasari

Artistas participantes:
Kazuya Sakai - Kasusha Sakai

ENLACES OFICIALES
Web 
Etiquetas
Dibujo  Dibujo en Buenos Aires  Papel  Papel en Buenos Aires  Pintura  Pintura en Buenos Aires  Tinta  Tinta en Buenos Aires 

       


Descripción de la Exposición

Sakai. Una pincelada próxima a la escritura Las pinceladas de Kazuya Sakai muestran un momento detenido. Parece una obviedad, todas las pinceladas encapsulan momentos. Sin embargo, en esta serie de trabajos sobre papel de Sakai no sólo se descubre la inmediatez de la ejecución y la conexión simultánea entre pensamiento y acción, sino también el largo proceso que precede al gesto. Para plasmar el tiempo, el artista deberá primero internalizar los trazos y luego, la mano responderá al espíritu que la moviliza. El grado de síntesis entre la tinta y el papel es el resultado de una vida de trabajo en torno a la pintura. Kazuya Sakai (1927-2001) nació en Buenos Aires pero se educó en Tokyo. Regresó, viajó a Nueva York, de ahí siguió a México donde se estableció por más de una década y, hacia el final, se instaló en Dallas donde vivió sus últimos años. Esa misma inquietud, o mejor dicho, esa falta de quietud que expone su biografía, puede verse asimismo en su trayectoria plástica. A lo largo de su carrera, Sakai se embarcó en diversas búsquedas y propuestas pictóricas que balancearon entre opuestos complementarios. Colores vibrantes o supremacía del negro, geometrías o formas ondulantes, control de la línea sobre el plano o dar lugar al impulso expresivo, planos superpuestos o vacíos. El hilo rojo que unió siempre a todas ellas fue la abstracción. En las obras aquí exhibidas, que produjo hacia el final de su camino, Sakai reafirma su compromiso con lo abstracto pero lo reduce a lo elemental: el papel, el pincel, la tinta negra. En el arte tradicional de Oriente, la destreza en el manejo de esos tres elementos primarios elevan al nivel de erudito tanto a un pintor como a un calígrafo. La escritura es apreciada en su dimensión estética y es un arte en sí mismo. Si bien durante sus años de formación académica en Japón, Sakai estaba decidido a ser escritor (de hecho se graduó en Filosofía y Letras), el propio artista repitió en entrevistas posteriores que se consideraba “pésimo” escribiendo y que por tal motivo se había volcado a la pintura. De todos modos, pueden pensarse estos trabajos en Sakai como vías de reconciliación con la escritura, aún cuando se trata de escritos ficticios, de ideogramas inventados. Estas abstracciones caligráficas, como si fueran ejercicios de anacronismo, remiten tanto a maestros japoneses de siglos atrás como al expresionismo abstracto norteamericano de posguerra, en especial sintonía con la gestualidad expresiva de Hans Hartung, Franz Kline o incluso Cy Twombly. Al igual que estos artistas, Sakai explora la energía del trazo, la imposibilidad de error que es el gesto espontáneo, la total correspondencia entre cabeza y pincel, entre mente y acción. De ahí que estas pinturas sean al mismo tiempo una práctica meditativa y una declaración moderna. Sus composiciones indagan las posibilidades infinitas de la tinta. Ya sea un trazo concentrado y homogéneo, diluido, salpicado o bien a punto de agotarse y dejar el rastro de las hebras del pincel, lo que está de manifiesto en sus trabajos es el carácter diverso que adopta la línea en conjunción con el ritmo y el vacío. Sakai propone una pintura musical. Como si se tratara de una coreografía ejecutada por insectos, la superficie del papel presenta trazos, manchas, rastros y restos a un ritmo sostenido. Al modo de un arte indicial, las grafías permiten adivinar el movimiento que las provocó, son las huellas de una presencia. Al mismo tiempo, sus trazos se organizan en el espacio en torno a vacíos. Si para Occidente el vacío es la ausencia y la falta, para Oriente, por el contrario, es el elemento que habilita la discontinuidad, que aporta el dinamismo, que introduce lo vital. Como conocedor y amante del jazz, Sakai comprende que el vacío es a la composición pictórica lo que el silencio es a la música. Por otro lado, para Sakai, Japón estuvo siempre presente. No como un origen o una identidad sino como una práctica. En paralelo a su carrera como artista, realizó muchísimas traducciones del japonés al español y fue gracias a su labor que a mediados de los años cincuenta comenzaron a circular en nuestro territorio haikus y obras de Yukio Mishima, Kobo Abe, Osamu Dazai (lo traduce para revista Sur en 1957) e incluso el Libro de la almohada de Sei Shonagon, célebre pieza de la literatura japonesa del siglo X. En sus obras, las referencias japonesas son una constante, como su serie titulada “Genroku” que apela a la bohemia del mundo flotante del período Edo y a los paisajes dorados y nebulosos de Sotatsu; o los trabajos en tinta que exhibió en 1962 y que representaban, cada uno de ellos, un koan o interrogante zen que propicia la iluminación. En la serie aquí exhibida, Sakai invoca a la tradición ya desde el formato. Trabaja con el papel al modo japonés de un kakemono o rollo vertical colgante. También remite a lo artesanal en el propio soporte. La confección del papel que utiliza presenta marcas, texturas, imperfecciones. No hay nada más verdadero que lo imperfecto. Como detalle final, Sakai coloca junto a su firma un sello en tinta roja. Es de las pocas presencias de cromatismo por fuera del negro sobre blanco. Para el arte oriental, el sello es uno de los tesoros del maestro. Los hay de porcelana, de madera, de jade. Al iniciarse uno como artista, debe contar con un sello que le sirva de rúbrica única e intransferible. Una vez que se posee un sello, se debe conservar toda la vida. Como Sakai lleva consigo a Japón. Varias de sus obras presentan como título “Views”, “vistas” en inglés. Ahora bien, tal denominación repetida despierta algunos interrogantes: ¿qué es lo que estaba viendo Sakai al momento de pintar? ¿Acaso él veía paisajes en sus grafismos? Se dice que en la dinastía Tang un artista consiguió plasmar composiciones de tal vitalidad que un día desapareció entre la bruma de un paisaje que acababa de pintar. Las tintas de Kazuya Sakai parecen actualizar esta leyenda. Sus trazos están vivos y podríamos perdernos en ellos. Lucía De Francesco


Entrada actualizada el el 07 ago de 2023

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