Descripción de la Exposición
Madrid 18 Septiembre.- El Museo La Neomudejar arranca con la resaca de la semana del arte, una apuesta individual de una de las nuevas voces del arte actual, Black Butter. Un artista multidisciplinar asentado ahora en la instalación pictórica donde referencia una suerte de Viacrucis, donde su personal periplo se correlaciona con las paradas de Jesús camino de la Cruz. Un contexto reflexivo sobre su identidad y como asimilar sus monstruos internos en un contexto familiar ultrarreligioso, ha hecho mella en su proceso personal.
Black Butter (Madrid-1997) es una de las nuevas figuras del arte actual, una generación que abarca diversidad de disciplinas e hibrida técnicas y lenguajes formando un cuerpo artístico y sujeto político parejo a las identidades de una generación que nació inmersa en el mundo digital y las redes. Tras un paso iniciático por la performance, el artista encontró en la pintura un lenguaje contundente con el que explorar su propia identidad. El mismo Museo que le vio nacer con el arte acción recoge ahora su faceta más madura y elaborada de un obra contundente sin paliativos que cabalga entre la figuración y la abstracción, sin renunciar a la verdad esencial que le proporcionó el arte acción y que su trabajo expresa de manera honesta y clara.
“Tras las puertas de Cerbero” nos presenta una exposición violenta y descarnada sobre su personal viacrucis. En palabras del artista, “Nací en una familia numerosa, mi padre es ciego y la religión ha estado siempre presente en nuestra casa, La combinación de estos factores fortuitos presentes desde pequeño me llevó a dotar de una importancia híper-acentuada a los estímulos, gestos, actos, ritos y el pensamiento. La observación de lo que ocurría en mi entorno y las relaciones sociales pasaron a ser preocupaciones esenciales, mientras que crecía la sensación de soledad al estar acompañado”. Black Butter
La exposición se compone de trece obras en alusión a lo que podrían ser las trece clases que impartió Foucault sobre la sociedad punitiva, o desde una óptica cristiana las paradas que conducen al cristo a su sacrificio. Con un formato medio que configuran una instalación coronada por una pieza de gran formato que suspendida en la sala, crea una sacralizad que pudiera ser interpretada como el juego socrático, generada desde los vitrales de la arquitectura industrial de La Neomudéjar enfundados de colores para la exposición.
El divertimento no es invisible y quien participa del mismo es conocedor, así lo reflejaba Platon en su análisis sobre Sócrates. De igual modo es esta arquitectura lumínica, quien atrapa la luz de una verdad, configurando una compleja composición entre luz y la pintura, en alusión a los viacrucis eclesiásticos, donde el orden espiritual ha sido sustituido por una necesaria revisitación del cuerpo político que trasmuta de su obra personal a una narrativa universal, eclosionada por la fragmentación de la figuración en un ordenamiento abstracto donde la dualidad es eterna, como diría Nietzsche. Luz y oscuridad, blanco y negro, son los ejes universales de la eterna historia de los tiempos, desde las mitologías a las creencias, o las leyendas. La tecnología y sus avatares, también están impregnadas de las mismas sinestesias, por lo que el formato carece de importancia salvo por que se ancla a la tradición pictórica del país y homenajea al tenebrismo español. Pero por encima de la tensión artística en el fondo esta la trascendencia del pensamiento que Foucault tituló “El coraje de la verdad, el gobierno del si….”
Tras la puerta de Cerbero, enuncia una creación que pone en valor un camino de introspección, donde la composición de la identidad es atravesada por la tensión religiosa de la que familiarmente es heredero. Black Butter nace en el seno de una familia religiosa donde su identidad ha tenido que abrirse paso y conciliar su contexto con su cotidiano abiertamente gay. Su obra se impregna de un oscurantismo contundente con el uso monocromo del negro como identidad de su obra, es la metáfora que absorbe.
La obra confronta los miedos, los monstruos que nacen desde la inocencia, pero que condicionan la formula con la que presentarse al mundo. Una máscara oculta que es heredera de un tenebrismo renovado y tamizado por el lenguaje maker. Un posicionamiento nada infantilizador pese a que el mismo artista se define como un Peter Pan. Su obra logra una empatía que toca nuestras infancias, los monstruos que asoman y se desintegran, el terror oculto que se materializa desde la oscuridad. El pensamiento onírico disgregado, donde la fragmentación puede ser objeto de recomposición para una vez diluido el monstruo pueda volver a organizarse y atacar.
La mística crística, como el anclaje del dolor y la simbología que marca una existencia donde ha de armonizarse una identidad marcadamente política desde la diversidad sexual, a la practica del ser en una totalidad universal. Sócrates y Platon destacan que la función de la verdad debe ser una función permanente lo largo del discurso y la obra creada específicamente para este espacio, cumple con testimonio la verdad de un artista.
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