Descripción de la Exposición
Con su curiosidad casi científica por los lenguajes intrínsecos a la materia, presentó ayer una nueva individual en la galería Cornión. Su obra huye de la literatura y el discurso erudito, porque Núñez Arias reivindicando la experimentación y la pureza.
Como ha logrado alternar durante años el arte y la docencia, este hombre de apariencia tímida, sombrero eterno y enorme sensibilidad se refugia para pintar en los locales de las viejas escuelas de un pueblo, desarrollando aquí sus obras de múltiples formatos. Está aislado, en plena comunión con sus húmedas paredes y las brisas del valle central de Asturias. Le acompañan la luz, la experimentación, la reivindicación de la pureza y su saludable actitud hacia el mundo, que goza cada mañana de las pequeñas cosas. Un buen vino, un plato de jamón, pinceles, aguarrás y maderas sirven como antesala de sus pinturas más recientes.
Autodidacta, José Manuel Núñez Arias (Castropol, 1949) comenzó a pintar en 1975, tras iniciarse como maestro de escuela en Villablino. Ya entonces, la naturaleza era la piedra filosofal de su mirada. Después hizo breves incursiones en el circuito mientras depuraba su arduo quehacer, que tomó forma definitiva a finales de los años ochenta y empezó a sonar con fuerza en 1994, tras obtener la Medalla de Plata en el Certamen de Luarca. En la siguiente edición obtuvo la medalla de oro. Poco a poco, su nombre adquirió fama dentro y fuera de nuestra región con nuevos galardones -Caja Madrid, Caja de Extremadura, Goya, Villa de Madrid, Guadalajara, Focus Abengoa, Salón de Otoño de Plasencia...- y varios éxitos en Arco de la mano de la galería Cornión, donde ayer abrió su nueva exposición. También ha expuesto en otras salas asturianas (Amaga, Vértice...) y numerosos espacios nacionales, ganándose el respeto de la crítica y el público. Es uno de esos artistas del occidente astur que ha sabido ganarse nuestro respeto a base de trabajo. Fue, además, el primer asturiano en ganar el Premio BMW de Pintura (1998) con una obra realmente excepcional. Muchas nueces y poco ruido, al contrario que otros.
El problema de la sensibilidad moral de los artistas ha fascinado desde siempre a la filosofía. Bernard Williams se pregunta, en 'Moral Luck', si los éxitos de Paul Gauguin nos obligan a apreciar su personalidad moral bajo una luz más favorable de la que sería justa. Prawer Jhabvala se preguntaba, en alusiones a Picasso, si hemos de ver bajo una nueva luz su arte una vez que hemos sido familiarizados con sus actitudes humanas. Saber, en fin, donde está el límite entre disfrutar e impactar o, mejor aún, entre el taller del artista y su imagen mediática.
Ética y moral son, a mi juicio, dos virtudes inherentes al trabajo de José Manuel Núñez Arias, un pintor comprometido, fundamentalmente, consigo mismo. Trabajo y tesón para tratar de renovarse, dudas y búsquedas, logros que, con más o menos fortuna, le ocupan en la soledad del estudio, frente al frenético ritmo del circuito expositivo o el aplauso popular.
Aquellas gamas ocres con que le conocimos, que evocaban piedras y cuevas soñadas, naturalezas resquebrajadas y vibraciones, han alcanzando en los últimos años otras cotas y mantienen intactas sus cosmovisiones personales. Así, el despojamiento y la depuración, con referencias mixtas ('Melodías del silencio', 'Silúricos', 'Evanescencias'...) y con diversas fuentes de inspiración. Un ánimo casi científico para entender la luz, los ecos de mar, cortes y gestos de grises acuáticos. Pintura evanescente, melódica y silenciosa, de veladuras constantes, de superficies más lisas e intimistas que antaño. Un virtuosismo muy personal, envuelto una y otra vez sobre sus propias dudas, que el artista asturiano resuelve con rasgados, oxidaciones y leves toques de carboncillo. Un proceso lento y difícil, bajo un deseo eterno de renovación, loable búsqueda de sí mismo, que no le resulta fácil.
Si algo ha caracterizado su progresión es la depuración matérica. «De aquellas etapas iniciales de gran fuerza formal, con introducción de materiales orgánicos, fuí quitando elementos y despojándome de formas, empastes, incisiones, líneas hasta llegar a hoy, donde priman las veladuras y las transparencias, con superficies mucho más lisas, apenas rascadas. Por eso creo que mis últimas etapas son más espirituales e intimistas que las anteriores». Compleja lucha, la de un pintor que se mueve en territorios de sutilidad extrema. Y dificultades para evitar copiarse a uno mismo. «Rematar un cuadro es un placer, pero el camino un sufrimiento. Cada cuadro toma una parte de mí. Todos deben ser parecidos pero distintos a los demás. Esa inquietud provoca vibraciones, luchas internas y movimientos vividos en el aislamiento del 'laboratorio'». La experimentación parece, pues, su guía y meta. «La filosofía de lo que hago nace de la evolución de la materia, de ese cambio de las moléculas, que se hacen o deshacen para generar nuevos colores, formas y substancias. De alguna manera, en esa cadena de cambios estamos todos nosotros. La misma materia de nuestro universo genera la energía contenida en cada cuadro».
La creatividad no es una cualidad exclusiva de los genios. Por eso el niño es espontáneamente creador y, quizás, todo el mundo lo es en algún momento. Pero a quienes tratamos de entender la esencia de las cosas, ese 'todo vale' no nos vale. Y nos molestan las sutilidades mal resueltas. En el caso de Nuñez Arias, afortunadamente, la solución es siempre eficaz. En un panorama artístico lleno de engreídos cuyo único argumento es declararse seguidores de una falsa mística o un determinado dogma, respetamos estas sensibilidades que se esfuerzan en el día a día. «Intento pintar las maravillas de la naturaleza y plasmarlas mediante un lenguaje de sensaciones».
Muchos artistas son sensibles a esa promesa de renovación, ansia de espontaneidad que podemos desarrollar tras una larga practica y una paciente maduración interior. Pero, insisto, no vale cualquier cosa. Lo importante es la actitud y jamás está de más una buena 'cocina', ese dominio del oficio que cada día se respeta menos. En tales condiciones, cada cual debe encontrar su sitio justo. «Intento pintar las maravillas de la naturaleza y plasmarlas mediante un lenguaje de sensaciones puras. Mi mayor deseo es que el público viva en sus cuadros sus experiencias, que los admire con argumentos personales, sin arquetipos. Que la pintura les sugiera emociones y equilibrios».
Diario El Comercio
15/10/2011
Exposición. 26 nov de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España