Descripción de la Exposición Javier Victorero: a sus cuarenta y tres años, un grande ya de una escena asturiana que por lo que se refiere al arte de los pinceles nos ha deparado algunas de las mejores sorpresas españolas de las dos últimas décadas. Un pintor solitario. El piso madrileño, por Ópera, donde lo visité por vez primera, hace ya unos cuantos años, y su actual estudio gijonés en un bloque de apartamentos 'sixties' o 'seventies', en una bocacalle de la playa, tienen en común la atmósfera de celda, todo bastante precario, casi nada en las paredes, si acaso algún libro, todo concentrado en el ejercicio soberano de la pintura, de la pura pintura. Cuando hace unos años me lo hizo conocer el inolvidable Dámaso Santos Amestoy, a cuya memoria esta exposición está dedicada, Victorero, que estaba dando sus primeros pasos en este difícil oficio de la pintura, era una firma promesa, que andaba todavía asimilando lecciones del expresionismo e impresionismo abstractos, del lirismo en pintura, de Rothko a Joan Mitchell, pasando por algunos franceses del mismo ciclo histórico. Paul Klee, el poeta por antonomasia, tampoco andaba lejos. Ya se advertía su casta, su sensibilidad para el oficio. Luego fue depurando y depurando, adelgazando su pintura y sus títulos, hasta llegar a la región de concentración y de silencio donde hoy mora. Los últimos años han sido de afianzamiento de su voz. No promesa ya; realidad pujante. Una excelente ocasión para comprobarlo ha sido, el año pasado, su individual en la Sala Robayera de Miengo, ese feliz espacio para el arte, milagro municipal en la vecina Cantabria. Exposición que tuve la oportunidad de visitar, y que encontré emocionante, muy de verdad, de extraordinaria belleza. Pintura cristalina la de Victorero. Pintura con memoria de la pintura. Decir el ya citado Rothko es designar, obviamente, uno de los faros del asturiano. Decir Mondrian, tan estudiado en su momento por el ruso-norteamericano -y por su amigo el compositor Morton Feldman-, tiene sentido. Decir Luis Fernández lo tiene todavía más, sobre todo cuando nos enfrentamos a la veta más Bodegón español y más Vanitas de Victorero; su veta, por así decirlo, más bodegón con rosa, acuérdese el lector de cierto cuadro fernandezco, de cierta rosa inmortal, en el vecino Oviedo. Una de las primeras personas, por cierto, en escribir sobre la pintura de Victorero fue Alfonso Palacio, la persona que hoy más sabe, en términos absolutos, de Luis Fernández, cuyo Catálogo Razonado ha establecido. Decir Pablo Palazuelo tal vez tenga también sentido, por alguna de esas Vanitas verticales ?la V, por ejemplo, o la VIII, o la IX- y por los Maitines, por cierto goticismo común a ambos pintores. Tampoco hay que olvidar los Jardines para Botticelli 'algunos recientes, especialmente amenos y luminosos-, y una cierta ?conexión Caneja', vía Dámaso. Pintura cristalina, y pura. Si no hubiera quedado el término tan asociado con una época determinada, y que se caracterizó por el hiperteoricismo, podríamos hablar de pintura-pintura. Pintura morosamente trabajada, capa a capa, de factura impecable, como sedosa. Pintura por momentos en el umbral de la invisibilidad, como pueden serlo la del norteamericano y preminimalista Ad Reinhardt, la del italiano Antonio Calderara -un nombre relativamente secreto todavía-, hoy mismo la del francés Christophe Prat, que maduró entre nosotros, y que hoy vuelve a residir en su país natal. Pintores todos ellos más geométricos y ortogonales que Victorero, que comparado con ellos -y en general con el postminimalismo- tiene, con sus angulaciones, sus diagonales y sus rombos, algo de gótico, insisto sobre el adjetivo. Pintura luminosa -algunos títulos antiguos de Victorero resultan significativos en ese sentido: Nostalgia de luz, Hacia la luz, Noche clara, Estrella sola-, angulosa, radiante, cada vez más diamantina. Luminosa, pero a veces de Luz negra, como se titulaba la exposición de Miengo, cuyo catálogo prologó magníficamente el citado Dámaso Santos Amestoy, que tan bien sintonizaba con este pintor, con esta poética. Luz negra, sí, de sus referidas Vanitas. Pintura quieta, sosegada, aquietada. Pintura silenciosa. Pintura en la cual a pesar de todo queda como un eco del rumor del mundo. Pintura septentrional, de 'Norte y nácar', por decirlo con maravilloso título de la reseña de Enrique Andrés Ruiz, en 2005, de la individual madrileña de Victorero en la desaparecida Galería Depósito 14, para ABC: ?Porque hasta Rothko y San Juan de la Cruz hablan, calladamente, del mundo y la sensualidad del mundo?. Pintura musical, por lo que tiene siempre de variación sobre unos cuantos temas, una y otra vez asediados, con resultados nuevos, distintos a cada vez. Musical, obviamente, de música callada, por seguir con San Juan... o con Frederic Mompou. (Bach, por lo demás, es referencia importante para él, como en su día lo fuera para Josef Albers). Pintura de una gran intensidad espiritual, de azules Maitines, de 'mañanitas de adviento' (Enrique Andrés Ruiz, de nuevo, tan poeta siempre), de Florecer nocturno, de Noche transfigurada. Pintura de luminosos y verdeamarillos Jardines celestes, y Huertos y jardines. Pintura de anchos Horizontes, también, la de este casi vecino, ya he aludido a ello, de la gran playa. Se lo decía él a Ángel Antonio Rodríguez, en 2007, cuando su anterior individual en Cornión, puesta bajo el signo de lo Celeste: 'Me gusta dónde vivo. En Gijón, con el mar y el cielo a la vista de casa'. Reafirmación, desde la sabiduría, de aquella propuesta todavía inmadura de 2000, en el antiguo Instituto: Mar adentro. Lugar de Victorero, también, en la saga de los pintores asturianos que han sabido decir, cada cual a su modo, el Cantábrico, su horizonte, su cielo. Pintura de una belleza tan extrema, tan sutil, tan radical, tan inusual hoy -un hoy en que es frecuente leer denuestos, improperios, auténticas barbaridades contra la pintura-, que al escritor, al crítico, a este que ahora lo ha intentado por segunda vez (la primera, cuando Depósito 14, galería hoy desaparecida), les resulta difícil encontrar las palabras adecuadas para decirla.
Exposición. 20 nov de 2024 - 31 mar de 2025 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España
Opera to a Black Venus. ¿Qué nos diría mañana el fondo del océano si hoy se vaciara de agua?
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España