César Santamaría es un artista que lleva tiempo empeñado en una tarea minuciosa, en una recolección arqueológica de todos aquellos residuos tecnológicos que van dejando muestra de nuestro recorrido, una especie de relojero alojado en una singular máquina del tiempo que le permite ir y venir. En esa búsqueda antropológica del rastro, del resto, del desecho, va componiendo sus esculturas, sus iconos simbólicos, sus tótems exorcizantes, como un tecno-chamán enrevesado que ensambla los despojos contemporáneos que, con mucho cuidado, ha ido seleccionando. Estos tótems se convierten en altares modernos de todo aquello que debemos valorar, en relicarios de lo que merece la pena conservar, pero también en monumentos en recuerdo de esos hechos en los que no debemos reincidir, de aquellos actos que, por el bien de la vida y de la naturaleza, no deberíamos volver a cometer.