Tomás Rosa, el artista postplastista de cuadros interminados Tomás Rosa, es un vividor en el sentido más exacto de la palabra, como yo mismo lo soy. Me he visto con él de vez en vez en rincones iluminados por la luz tornasolada de las tabernas; es un buen conversador que tiene siempre voluntad de hablar de lo mundano, de lo transitivo, de lo formal, que es indudablemente un tema común de discusión. Le gusta la materia, gusta de lo táctil, lo sensual, lo que tiene que ver con la percepción del mundo. Hace años que conozco la actividad de pintor de Tomás y me parece absolutamente excitante su pasión por el oficio y los temas que desarrolla. Pinta con total libertad y desparpajo. A la hora de desarrollar sus colecciones (gusta de trabajar en series), pone en marcha un implacable motor de búsqueda; trabaja incisivamente y desecha sin el menor...problema la obra que no le satisface; en esto he de decir que es un tanto impetuoso, muy impulsivo. Es como si trabajara sobre la intuición de una idea que aún no está del todo definida y que tiene que extraer de su mollera a través de su mano. Tomás trabaja rápido y es un excelso productor, lo cual no quita acierto a sus trabajos. Es un artista plástico, sobre todo, y aunque como digo más arriba trabaja sobre proyecto, las diversas variaciones que desarrolla van arrojando hallazgos que impulsan e ilusionan el propio hacer de la colección. Las superficies de sus cuadros suelen ser vibrantes y palpitantes, la pincelada que ejerce transmite voluptuosidad; es generoso en materia, no escatima tampoco en colorido. Si hubiera que situarlo en un horizonte estético sería el del neoexpresionismo alemán, vinculado a la representación figurativa, por la libertad plástica y temática y por la gama de colores que desarrolla; donde han militado artistas de primera fila como Anselm Kiefer, Penk, Baselitz o Markus lüpertz entre otros. En esta última entrega postplastista, la investigación que ha venido desarrollando en estos últimos años toma cuerpo en una colección de pinturas que evocan interiores, habitaciones inventadas, cubículos desechos, con múltiples transparencias de color, arquitecturas en cualquier caso imposibles. El tratamiento del color en estas pinturas es personal, muy libre, casi caprichoso; conviven en el cuadro colores absolutamente contrapuestos con una naturalidad poco menos que curiosa. La manera en la que Rosa utiliza el color es en opinión del común consensuada un atractivo más de sus trabajos. La colección que presenta, que es totalmente postplastista, un logro personal suyo, es elegante y a la vez totalmente fresca y juvenil. Es un creador insaciable y en perpetua búsqueda, humilde y consciente de que la obra final es el hacer. Tomás es ante todo una persona, un hombre con ojos, curioso, al que le gusta mirar, hablar, y pensar. Su trabajo es reflejo de él, no hay distancia, su obra es su vida.
Tomás Rosa, es un vividor en el sentido más exacto de la palabra, como yo mismo lo soy. Me he visto con él de vez en vez en rincones iluminados por la luz tornasolada de las tabernas; es un buen conversador que tiene siempre voluntad de hablar de lo mundano, de lo transitivo, de lo formal, que es indudablemente un tema común de discusión. Le gusta la materia, gusta de lo táctil, lo sensual, lo que tiene que ver con la percepción del mundo.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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