Descripción de la Exposición
Hache presenta Tocar el velo, la segunda exhibición individual de Leticia Obeid en la galería, con curaduría de Marcos Krämer.
En los últimos dos años, Leticia Obeid produjo un conjunto variado de obras que dan un leve giro respecto de sus proyectos anteriores. En esta oportunidad las piezas que se presentan en la exhibición se detienen en dos aspectos fundamentales de la trayectoria de la artista: el contacto y la superposición. Mediante el acto de calcar y sus derivas, Obeid construye velos, tanto visibles como invisibles, para crear dobles que acercan tiempos, geografías y universos bajo su mano y su atenta mirada. En un paseo a través de grandes dibujos, piezas sonoras y fotografías, la artista entrelaza su propia letra, su propia voz, y hasta su propio cuerpo, con la escritura de los otros. Al calor de estos cruces las piezas de esta exposición ofrecen un matiz íntimo que nos acerca a la experiencia de escribir y de leer a través de la confluencia de sentidos. Gracias a ello en Tocar el velo se logran nuevas experiencias multisensoriales sobre los momentos de escritura y de lectura, una curva más en el camino de las letras, las tintas y las voces.
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Leticia Obeid agradece a César Aira, Damián Ríos, Graciela Reid, Guadalupe Salomon, Carolina Sanin, Leila Tschopp, ART OMI, Sylvie Fortin, Regine Basha y Camilo Guinot.
La exposición presenta manuscritos calcados de Alfonsina Storni, Fernando Pessoa, Marcel Proust, Aurora Venturini, Clarice Lispector, Carolina Sanín, Cesar Aira, Jane Austen, Ricardo Piglia, Charlotte Bronte, Alejandra Pizarnik, Mario Levrero, Franz Kafka, Walter Benjamin, J.L.Borges, Emily Dickinson, Jane Austen, Virginia Woolf, Norah Borges, G.E. Sebald, Hanna Arendt, Xul Solar, Sylvia Plath, Manuel Puig, Sol Lewitt, Eva Hesse.
Las piezas sonoras corresponden a textos grabados de autoría de la artista y de: Mladen Dolar, Fabio Morabito, Natalia Ginzburg, Mario Levrero, Silvina Ocampo, Marguerite Duras, Walter Benjamin, PJ Harvey, notas sobre René Girard y La divina comedia de Dante; pasaje de la serie Borgen, Clarice Lispector, Alfonsina Storni, Silvia Molloy, César Aira.
SOBRE LA EXHIBICIÓN
LETICIA OBEID. TOCAR EL VELO
Por Marcos Krämer
un rápido murmullo, un vago respirar de secretas imágenes apagados de pronto bajo el velo con que la soledad defiende sus comarcas
Olga Orozco
Hace unos meses atrás, en plena etapa preparatoria de la exhibición, Leticia hizo un dibujo sobre un papel para mostrarme el modo en que sentía que se interrelacionaban las obras producidas en estos últimos dos años. Fuera del centro de la hoja blanca trazó cinco líneas diagonales negras que coincidían en un punto central formando algo parecido a una estrella. Pero lo que yo vi ahí fue la imagen cenital de un cruce de caminos que se tocaban sutilmente. Tocar el velo se concentra en dos aspectos que anidan en la gramática entera de la obra de Leticia Obeid y las subraya. Dos líneas como renglones hermosamente irregulares e imperfectamente paralelos que recorren de lado a lado su obra y que aparecen con mayor o menor frecuencia durante más de veinte años de trabajo. Me refiero al contacto y a la superposición.
Superponer es lo que Leticia ha venido haciendo casi desde el inicio de su carrera como artista visual. Pero más allá de las superposiciones evidentes, en proyectos como “Fantasma” y “Dobles” o en piezas como “Vení”, aquel ansia de superposición se vislumbra en su amor por el video como disciplina. Porque ¿qué otra cosa es un video que una conjunción de estimulaciones superpuestas? En esta exposición, sin embargo, la ausencia inesperada de una pieza audiovisual está presente por el desglose de sus elementos: escritura por un lado, audio por el otro, imagen muda en movimiento, imagen fija. Tocar el velo es, en primera instancia, un despiece del lenguaje del video, una evidencia de que filmar es superponer capas de estimulación sensible.
A pesar de lo que puede pensarse, la obra visual de Leticia de los últimos años no se concentra en el lenguaje y sus rincones. Se nutre más de lo que rodea a la escritura y a la lectura, desde su materialidad hasta sus motivaciones, que de sus derivas epistemológicas, de la reflexión sobre sus dimensiones abstractas, gráficas y formales. Tiendo a pensar su obra como una indagación de los “momentos de escritura”, esa secuencia temporal donde se entrelazan objetos, prácticas y circunstancias contextuales de lo escrito, como dice Philippe Artieres. Porque la escritura (y la lectura) en la obra de Leticia, son actos performáticos; y sus dibujos, videos e investigaciones son registros de esos actos únicos e irrepetibles.
Tocar el velo se detiene en esos momentos de escritura. Hace cuerpo la grafomanía desbocada de escribir sobre un papel traslúcido del tamaño de una persona, presenta la desnudez de la voz en su literatura volátil, crea un doble de la letra de lxs otrxs recorriendo con la lapicera o con la mano el mismo camino por donde pasaron otrxs escritorxs. Por eso se presentan acá distintos grupos de obras que ensayan y refuerzan la idea de que, cuando se hacen imagen, la escritura y la lectura se expanden más allá de la imaginación que vehiculizan, y comparten su protagonismo con lo que las rodea: papeles, tintas, manos, voces, siempre en superposición y por contacto. Porque si hay algo recurrente en la obra de Obeid no es tan solo la escritura o la lectura como acciones sino también aquello que la rodea, literalmente, sus objetos palpables y las manos de ella que los toman, agentes fundamentales en lo aledaño de las hojas. Pero también porque la escritura y la lectura son formas de ordenar las sensaciones, transformarlas en ideas y en imágenes ciegas, es cierto, pero también son, fundamentalmente, prácticas para acercarnos a tientas, de casi tocar a lxs otrxs con las manos. Y eso hace la obra de Leticia Obeid.
Para algunas de las obras que se presentan aquí, la artista se apropió del papel vegetal y lo transformó en un velo sutil para poder poner su cuerpo encima de lo que la atrae, como una zurcidora con la espalda curva sobre las telas. Usó la pantalla de la computadora como caja de luz y eligió calcar distintos textos manuscritos encontrados en internet o notas originales de un texto de Cesar Aira. De los originales, archivados en bibliotecas o rescatados de cajones amigos, hasta los papeles que vemos en la exhibición hay una superposición manual de materiales y tiempos diversos que atravesaron regiones, barrios y filtros digitales. Es que esta es, en definitiva, una exhibición de acercamientos. En las piezas grandes que abren la exposición, por ejemplo, se acercan anotaciones manuscritas de escritorxs de tiempos distintos cargadas de un carácter íntimo, como cartas, diarios y borradores, que llevan en sí mismas el arrebato sentimental de su cualidad no-literaria; y se entremezclan con fragmentos de viejos diarios íntimos y anotaciones de la propia artista. A través del velo del papel Leticia acerca intimidades que nunca hubieran podido conocerse. Por primera vez arma una constelación de escrituras y acerca la luz de su propia estrella a la de autorxs que admira y con quienes se siente hermanada. Y ahí radica parte de la novedad de estas piezas: una comunidad imaginada, un coro irregular de voces, construido gracias al velo que anula las distancias temporales y físicas entre ellxs. Una familia deseada haciéndose visible en la materialidad de la escritura: de frente como en cualquier pared, pero de un modo frágil y a merced del viento.
En Tocar el velo superponer no es solamente un procedimiento técnico sino una forma de subrayar algo del romance que Obeid establece con la palabra escrita y con el lenguaje. Superponer a través del velo es una forma de darle una imagen hermosamente sincera a las dificultades intrínsecas y no del todo transparentes de la comunicación, pero también es una certeza de que por contacto se abren las intimidades. Así el carácter bifronte, y hasta cruel, de cualquier acercamiento, ya sea personal o entre objetos de tiempos distintos. Es ahí cuando se hace más visible el calco como metodología, la acción de superponer dos o más superficies e intentar guardar bajo la mano las escrituras que se aman a la distancia. Para Leticia superponer es acercar gentilmente, es encontrar la zona de contacto entre distintos elementos distanciados en el tiempo o en el espacio para verlos en simultáneo cuando aparece su doble. Las obras de esta exhibición no construyen un velo para negarnos la vista ni lo corren queriendo revelar lo oculto con soberbia. En el acto de superponer Leticia palpa los velos que existen entre las letras y nosotrxs, entre los sonidos y nosotrxs, entre las imágenes y nosotrxs para hacerlo transparente, y de ese modo acerca tiempos, materias y soledades sin obturar sus autonomías.
Aquella distancia es la que se busca apaciguar en las fotos de sus manos posadas sobre la pantalla. Parece estar leyendo con la mano la imagen detenida, como si para ella mirar fuera tocar. En estas fotos Obeid está probando la cercanía entre su cuerpo y las imágenes, intentando achicar esa distancia, con la misma herramienta con la que se escribe, la mano. Una mano suave, apenas reposada sobre el still, intentando calmar la torsión de la mano que se mira y que se dispone siempre en posiciones complejas, casi antinaturales. El gesto de la artista es un gesto que apacigua aquella tensión de la escritura manuscrita, un gesto que parece pausar la imagen en movimiento para sentir su temperatura imposible y acariciar la tensión física del acto de la escritura. La superposición literal entre el cuerpo y la pantalla, en estas fotos, es la búsqueda del sosiego, una forma dulce de sentir el velo, esta vez invisible, que los separa. Pero también estas fotos son un residuo visual del acto de compartir algo que se quiere, como cuando enviamos fotos de fragmentos literarios que nos gustan: ahí aparece siempre nuestra mano acompañando involuntariamente a la página, viajando con el texto hasta el celular de la otra persona. Una mano es la certeza del acercamiento íntimo como objetivo velado. Pero además de las manos, la obra de Leticia tiene otra aparición recurrente y protagonista: la voz.
Si leer es “escuchar a los muertos con los ojos” (como dijo Chartier que escribió Quevedo), en las piezas sonoras que se presentan en esta exhibición Obeid no solamente está tomando a la escritura por su lado más ciego, el del sonido que genera la voz cuando lee, con sus inflexiones, acentos y erratas, como si fueran manuscritos invisibles donde se perciben los titubeos. En estas piezas la artista abandona la visualidad de su obra y descubre la desnudez oral de los textos escritos. La oralidad escribe en el aire y la voz zurce la ajenidad de lo leído con la intimidad del cuerpo vocal. Esa intimidad se hace presente gracias a la calidez natural de la voz y sus “imperfecciones”, como obra y gracia del aliento vibratorio que exhala el interior de un cuerpo, ese fantasma perecedero de lxs otrxs o, como escribió Alejandra Pizarnik, ese aire tatuado por un ausente. Pero la pátina de intimidad que Obeid les imprime a estas piezas sonoras también es producto de la presencia inesperada del sonido de la lluvia, de unas pisadas sobre el ripio, del fuego de un hogar, de la aparición de otras cartografías tonales como las de la radio de un pueblo de provincia, por ejemplo. Reforzando la metodología de la superposición, Leticia incorpora distintas capas de sonidos y así recupera los momentos de lectura: construye un “aquí y ahora” formado por las imágenes brumosas que los sonidos pueden generar en todos nuestros sentidos. Lejos del anacronismo, en estas piezas Leticia recoge el guante de una contemporaneidad donde la cultura oral parece haberse tomado revancha de la cultura escrita, y cuyos síntomas están en lo que buscamos con desesperación en los audios de Whatsapp o en la escucha atenta y famélica de podcasts. Hay una urgencia creciente por la calidez de la voz, una necesidad de ella ahora, es cierto, pero en verdad nada menos contemporáneo que esto. Ya Walter Benjamin, atendiendo a la potencialidad de la radio, comprendió que aquel medio moderno creaba gente sonoramente sintonizada que “recibe a la voz como a un invitado”. Porque escuchar es amar el aire que conduce los sonidos. Y escuchar a otrx es permitir que su voz nos toque y haga vibrar las distintas superficies de nuestro cuerpo.
En los últimos años vengo registrando un sinnúmero de apariciones impetuosas de la escritura en la obra de distintxs artistas. Su presencia parece tener la voluntad de querer comunicar un mundo propio, personalísimo, que nos alcance. Pero terminan siendo raptos desesperados que sólo tienen de íntimo el contenido de lo escrito. Hace años que siento, y después pienso, que la obra de Leticia está más cerca de lo precario y del despojo que muchas de las obras que se jactan de tales.
En el aparentemente pequeño margen de sus reflexiones sobre la escritura y la lectura como actos visuales (y ahora también sonoros), Leticia no acude a más materiales que una hoja y un papel casi incoloros, a una cámara pequeña que acompaña la punta de una lapicera corriente, no acude más que a sus manos durante el correr de las páginas, no acude más que a su voz o a un par de sonidos dispersos. La obra de Leticia es hermosa, tierna e íntima por su falta total de grandilocuencia: no grita ni necesita del acto contradictorio de marcar con estridencia lo despojado de sus herramientas y sus objetivos, y logra, casi sin desearlo, que sintamos la intimidad de las acciones plebeyas que registra: escribir, leer, escuchar. Lo despojado son los materiales y lo íntimo son las acciones, no su contenido.
Si “Escribir, leer, escuchar” se llamó aquel libro de 2015 donde la artista reunió gran parte de su obra de la última década, en esta exhibición se hace presente una novedad, un leve giro respecto de aquellos verbos. El centro de las acciones ya no es solamente la escritura y la lectura de lxs otrxs. En la reunión de estas piezas completamente nuevas de Leticia Obeid hay una tendencia a subjetivar más aquellos verbos encadenados. En esta exhibición no solamente escribe textos de otrxs, también (re) escribe fragmentos de sus propios diarios de juventud; ya no escucha las voces de lxs demás sino que habla con su voz deslizando sus ideas; y le da una presencia protagonista a sus propias manos en las imágenes de escrituras ajenas capturadas en la voracidad de películas y series. En ese sentido, en ese personalismo velado, es más artesanal que muchxs, casi proletaria, y permite con sus obras un regreso a lo más fundamental de la comunicación: escribir, leer, escuchar... pero desde ahora también hablar y tocar. Esos cinco verbos son los que se despliegan en la presente exhibición, entre letras dibujadas, piezas sonoras y fotografías de manos. Es entonces cuando recuerdo el dibujo de hace unos meses, esas cinco líneas diagonales que se tocaban en el vértice, cinco hilos de tinta, como cinco verbos que entran en contacto en el espacio de la galería.
SOBRE LA ARTISTA
La práctica artística de Leticia Obeid (Córdoba, Argentina, 1975) se despliega en un territorio diverso donde el lenguaje, la palabra y su relación con la imagen están siempre presentes.
Cada trabajo es ante todo una experiencia de conocimiento sobre un tema, un fenómeno, una problemática o directamente una forma de autoconocimiento. Idiomas, lenguajes, traducciones entre mundos diferentes, problemas de comunicación, el impacto de la lectura en la percepción de la realidad, la acción más primaria de escribir y su rastro material, son algunos de los temas que aparecen una y otra vez.
Lejos de aspirar a la obra de arte total y espectacular, esta es una producción que se sabe fragmentaria, de escala íntima, como un cuaderno de notas que va cambiando de forma pero siempre queda al alcance de la mano.
Obeid obtuvo la licenciatura en pintura en la Escuela de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba en julio de 2001. En paralelo trabajó en el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa donde investigó obras de la colección y llevó a cabo un programa didáctico llamado La obra del mes. Esta formación fue una introducción en la escritura sobre arte, práctica que nunca abandonó.
Hacia el año 2001 empezó a usar el video en su producción y pronto este se volvió un medio predominante en su práctica. Entre 2003 y 2004 tuvo una beca de perfeccionamiento para esto de la Fundación Antorchas. Desde entonces, fue artista residente en Atlantic Center for the Arts, E.E.U.U. (2001), Cité International des Arts, París (2007), Casa Vecina, México (2011) y en un programa de Mellon Foundation en los College Swarthmore, Brynmawr y Haverford, Pennsylvania (2015) y más recientemente en Art Omi, New York (2022).
En el 2004 se mudó a Buenos Aires. Comenzó a trabajar en el Complejo Teatral de la Ciudad de Buenos Aires, primero en el Teatro San Martín y luego en el Teatro Sarmiento donde llevó a cabo un proyecto de documentación de las obras realizadas en el marco del ciclo de teatro documental llamado Biodrama.
Participó de los premios Petrobrás-ArteBA (2006), Klemm (2012), Braque (2013) y de la 6º Bienal del Mercosur, Porto Alegre (2007) y la 54º Bienal de Venecia (2011).
En 2010, obtuvo el primer premio en el concurso Nuevos Narradores, del Centro Cultural Rojas, Universidad nacional de Buenos Aires. Desde entonces publicó las novelas: Bajo sus pies, Blatt & Ríos, Buenos Aires (2020); Preparación para el amor (2015), Caballo Negro, Córdoba, también traducida al portugués como Preparação para o amor y publicada por Par(ent)esis, Santa Catarina, Brasil (2019); Frente, perfil y llanura, Caballo Negro, Córdoba (2013) y Se conoce que sí, e-book, Blatt & Ríos, Buenos Aires (2012). En 2015, Blatt & Ríos publicó su libro monográfico Leticia Obeid. Escribir, leer, escuchar, Blatt & Ríos, (2015). En 2022, Ubu Ediciones publicó en formato e-book Serial Spoiler, una selección de ensayos sobre series de televisión.
Entre sus exhibiciones individuales más recientes se destacan: Tocar el velo, Hache galería, Buenos Aires (2022); NOTAS Y HUELLAS / notes and traces, Gallery 1313, Toronto (2019); Piedra, Tijera, Papel, Hache galería, Buenos Aires (2018); Fantasma, MACBA - Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (2016); El canto de Jano, Galería Isla Flotante, Buenos Aires (2015); Dobles, MUAC, México (2014), entre otras.
Su obra ha participado de numerosas exhibiciones y proyecciones colectivas en Argentina y el exterior (selección más reciente): Las olas del deseo, Casa Nacional del Bicentenario, Buenos Aires (2022); Transformación. La gráfica en desborde, Museo Nacional del Grabado, Buenos Aires (2021); Las distancias (Estrategias de aproximación en la colección Castagnino+Macro), Museo MACRO, Rosario (2021); Voces del acervo, Palais de Glace, Buenos Aires (2021); Crear Mundos, PROA, Buenos Aires (2020); Artist´s Film International, Whitechapel Gallery, Londres y PROA, Buenos Aires (2020); Zelfportret 470, Autorretratos audiovisuales, Museo Siglo XXI, Zapadores, Ciudad del Arte, Madrid (2020); Exposure, video and sound work from Argentina. Residencia oficial del embajador argentino en Londres (2019); Estado de situación. Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, Buenos Aires (2019); Copy, Translate, Repeat: Contemporary Art from the Colección Patricia Phelps de Cisneros, 205 Hudson Gallery, Hunter College, New York (2018); BIENALSUR: Escrituras de luz, MAC, Valdivia (2017); BIENALSUR: Gestos cotidianos, ENSABAP Lima, Cine de artistas, DOC BSAS, MACBA; Buenos Aires (2017); La mirada al límite, Fundación Klemm, Buenos Aires (2017); Congreso de Tucumán. 200 años de arte argentino (Itinerancia por numerosos museos de Argentina entre 2016-2018); Mínimo teatral, Museo Castagnino+MACRO, Rosario (2017); Reverberaciones: arte y sonido en las colecciones del MUAC, Ciudad de México; Focus Argentina, ARCO, Madrid (2017); El taller de la resurrección, video-proyección, Museo Reina Sofía, Auditorio 400, Madrid (2017); Reverberaciones: arte y sonido en las colecciones del MUAC, Ciudad de México; Focus Argentina, ARCO, Madrid (2017); Poéticas Políticas, Parque de la Memoria, Buenos Aires (2016); International Short Film Festival, Oberhausen (2016); Oasis, Dixit, Arteba 25, Buenos Aires (2016); Sights and sounds: highlights, Jewish Museum, New York (2016); Entre el espíritu y la materia, Fundación Migliorisi, Asunción (2015); Soberanía de uso, Cuenca (2015); Lo contrario de la magia, MALBA - Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (2014); El andar oblicuo, Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, Buenos Aires (2013); The right to the city, Stedelijk Museum Bureau Amsterdam (2013); The life of others, Akbank Art Center, Estambul (2013); Hungry city, Kunstraum Kreuzberg/Bethanien, Berlin, Alemania (2012); Economía Picasso, Museo Picasso, Barcelona (2012); Buenos Aires, stories from the cities, Kunstverein Wolfsburg (2011); entre otras. Durante 2022, participa de El libro de las diez mil cosas, exhibido en Documenta 15 (Kassel), un proyecto creado de manera polifónica en colaboración con catorce artistas y escritores de Argentina, convocados por La Intermundial Holobiente (Claudia Fontes, Paula Fleisner y Pablo M. Ruiz).
La obra de Leticia Obeid forma parte de las colección del MUAC – Museo Universitario de Arte Contemporáneo, México y del Museo Castagnino+Macro, Rosario y de importantes colecciones privadas.
SOBRE LA GALERÍA
Hache es una galería de arte contemporáneo que difunde, exhibe y comercializa la producción de artistas argentinos y latinoamericanos.
Desde 2013, gestiona proyectos dedicados a pensar conceptos micro políticos alrededor de la vida cotidiana, la construcción de identidad que hace el hombre a partir de su entorno y la aparición de una nueva comprensión de las relaciones humanas en la sociedad actual.
Se interesa por el trabajo de artistas que revisan la historia y cuya obra aborda las transformaciones antropológicas, sociológicas, económicas y políticas alrededor de la vida contemporánea.
Trabaja para que estas producciones puedan dialogar con los distintos agentes de la escena nacional e internacional y apuesta a la mediación crítica entre las partes; poniendo énfasis en el crecimiento y fortalecimiento de las carreras artísticas y del coleccionismo informado.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España