Descripción de la Exposición
Es para nosotros un honor presentar por primera vez en Barcelona el impactante trabajo del artista tinerfeño Juan Carlos Batista (1960, Tenerife). Su capacidad de combinar en imágenes de gran belleza, la sensibilidad artística y la consciencia crítica, hacen de él un artista imprescindible en los tiempos que corren. Reconocido internacionalmente, Batista ha participado en ferias tan importantes como Arco Madrid, Pinta London o Pulse Miami y ha expuesto sus trabajos en Nueva York, Berlín, Marruecos, Senegal, Mauritania, Cuba y Argentina. Su obra forma parte de importantes colecciones como la de TEA Tenerife Espacio de las Artes, el Museo de Angra do Heroísmo de Azores, el MIAC Museo Internacional de Arte Contemporáneo de Lanzarote, Olor visual o los Gobiernos de Canarias y de Navarra, entre otras.
Tras presentar en el TEA su exposición antológica Realidad casi humo, y simultáneamente a su actual muestra en el Centro de Arte La Regenta, titulada Casi humo, llega a N2 con Tiempo es de que sea tiempo: un recorrido por distintos conflictos bélicos, desde la primera guerra mundial y la guerra civil española, hasta la actual guerra en Siria. Batista construye imágenes surrealistas a partir de la manipulación digital de fotografías históricas, obras de arte e imágenes de archivo. Dentro del mismo territorio conceptual trabaja también la escultura en madera, resina y poliuretano. A partir de algo tan dramático como la guerra, se vale de la belleza y de la ironía para movernos a la reflexión y reivindica la importancia de la conservación de la memoria histórica, no solo por justicia con las víctimas sino también por su valor paradigmático. Tiempo es de que sea tiempo es también una llamada de atención, a pesar de las traumáticas experiencias bélicas de principios del SXX, seguimos cometiendo los mismos errores, como si no hubiéramos aprendido nada de ellos.
N2 Galería
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La vida sería bella si esa imagen -La vita è bela V- no fuera lo que es sino lo que parece. Si en lugar de ser el humo de explosiones en la ciudad siria de Kobani coloreadas digitalmente, fuera la vista cenital de un bosque. Como en un trampantojo, donde hay escombros y destrucción, Batista nos hace ver frondosas copas de árboles y todo lo que inconscientemente asociamos a ellas.
Mientras el personaje del padre en la película La vida es bella disfrazaba la verdad para hacerla menos aterradora y evitarle a su hijo la experiencia traumática del campo de concentración, el artista tinerfeño consigue justo el efecto contrario. Utiliza la ironía y el disfraz para hacernos contemplar detenidamente una realidad que de otra manera evitaríamos.
Batista trae la guerra a nuestros paisajes idílicos, allá donde nos evadimos de la realidad. Y lo hace de una manera tan bella que nos cuesta darnos cuenta de lo que realmente está sucediendo en la imagen. Los soldados republicanos en una arcadia, parecen jóvenes pastores descansando. Nos cuesta ver la trinchera excavada en un paisaje romántico, o el campo de batalla bajo el campo de fútbol. Lo primero que experimentamos ante las obras de Batista es el placer que provoca la belleza, a los pocos segundos llega el extrañamiento (algo no está bien en la imagen, algo está fuera de lugar) y finalmente el desasosiego y la toma de consciencia.
Miriam Reyes
Actualidad, 21 feb de 2017
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