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Exposición / Sala Municipal de Exposiciones de San Benito / San Benito, s/n / Valladolid, España
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Cuándo:
29 ago de 2008 - 05 oct de 2008

Comisariada por:
Paul Wombell

Organizada por:
Sala Municipal de Exposiciones de San Benito

Artistas participantes:
Bill Brandt

       


Descripción de la Exposición

La exposición reúne en más de 50 imágenes las costumbres y la vida diaria de la clase obrera inglesa en los años 30 y 40. Comisario: Paul Wombell

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Acurrucados en lo alto de una escombrera, unos mineros en paro rebuscan trozos de carbón que van echando en bolsas. Una anciana se cepilla los dientes encima de un orinal. Dos criadas, con cara de odio, tocadas con cofias blancas de cintas plisadas, montan guardia ante una mesa sobrecargada de cristalería de Venecia. Un aburrimiento envarado domina este salón tapizado de felpa, donde se ven cuatro señores de esmoquin, una joven sentada en un puf ante un juego de damas. Unos chiquillos corren al fondo de una calle resbaladiza dominada por una columnata de chimeneas de fabrica que van vomitando hollín. Sombras de una isla: es el titulo que ha encontrado Michel Butor para el libro de fotografías de Bill Brandt publicado por Editions Prisma. Por supuesto, la isla es Inglaterra. Enseguida se adivinan intenciones polémicas, algo como un arreglo de cuentas entre un hombre y su propio país. He visto a Bill Brandt varias veces. Era un muchacho risueño, algo así como "el eterno estudiante", frágil e irónico, al que su mujer prodigaba cuidados infinitos. "Pero no, en absoluto, quiero a Inglaterra, es mi país", me dijo mientras comía caramelos, "hay que mirar mejor mis fotografías". Mire mejor y, en mi opinión, he entendido mejor. Como pasa con algunas personas, las imágenes de Bill Brandt ganan con el trato. Conviene convivir con ellas. Dentro de dos, diez años, las comprenderé aun mejor. ¿Existe mayor elogio para un arte que pasa por fugitivo y superficial?.

Lo propio de Bill Brandt es hacer caso omiso de las alternativas más evidentes, basándose en la fuerza de su intuición. Por ejemplo, la alternativa tristeza-alegria. Estas sombras de una isla nos demuestran de manera indiscutible que al llevar el realismo hasta el limite de su negrura, se puede desembocar en un lirismo cercano a la alegría. Porque estas imágenes rebosan lirismo, es imposible dejarlo de lado. Estas escenas de la vida intima de la gentry de antes de la guerra vienen como aureoladas de cierto trasfondo de nostalgia. A estos chavales, en el fondo del callejón negro, la belleza trágica de este paisaje industrial les llevara enseguida al cielo. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿ Se puede invocar la eliminación de los matices, de los grises? Bill Brandt, que revela el mismo sus pruebas, utiliza siempre papeles de extrema dureza, de modo que los blancos y los negros se entrechocan en una sinfonía deslumbrante y al final tónica. Pero este tipo de explicación técnica es muy limitada. Es mejor mirar otra vez y abandonarse a la impresión de grandeza que se desprende de estas imágenes. Esta grandeza alcanza una dimensión cósmica en los paisajes de la isla de Skye, esculpida por la erosión de los glaciares, en los paramos asolados de Yorkshire. En Skye volvemos atrás, a la noche de los tiempos, cuando la tierra estaba "aun mojada y tierna después del diluvio" y destruida por las huellas de los pies de los gigantes. Ya no hay nada humano en aquellos terribles paramos donde la vida no se manifiesta mas que por algunos huevos moteados, colocados en el hueco de una roca. En Yorkshire, la casa de Emily Bronte es azotada por las ráfagas de viento de las Cumbres borrascosas. La silueta de una vaca en el claro de luna, las manchas claras de un rebaño de ovejas entre las rocas megalíticas, una mariposa monstruosa empalada en las ramas de un árbol muerto nos recuerdan que el hombre ha pasado por allí antes de desaparecer, sin duda, definitivamente.

En 1945 la carrera de Bill Brandt dio un rumbo decisivo al comprar en una tienda de segunda mano cerca de Covent Garden una Kodak de madera sin obturador, que utilizaba Scotland Yard en el siglo XIX, para sacar fotos de las habitaciones donde se había cometido algún crimen. Concebida para este fin, la maquina tiene una abertura angular y una profundidad de foco igualmente fantásticas que arrastran deformaciones ópticas impresionantes. Durante quince años, Bill Brandt aprendería la fotografía con esta herramienta prehistórica, esforzándose por asimilar su lenguaje, con el fin de usarlo mejor para sus propios objetivos. Independientemente de la máquina que utilizaría luego, le quedaron para siempre las lecciones de aquel mentor de un genero nuevo.

Aquellos años de investigación desembocaron en 1961 en un libro de fotos que salio bajo el titulo Perspectivas sobre el desnudo. Por su homogeneidad, por su riqueza y su rigor, este libro imposible de encontrar -y que fue además un fracaso comercial- es uno de los libros de fotografías más importantes publicados hasta hoy. Levanto polémicas en los medios de la cámara oscura. Por primera vez el artista sacaba un provecho sistemático de cierta infidelidad a lo real, la exploraba en todas sus implicaciones, la desarrollaba como el tema de una fuga de Bach. Se hablo de foto abstracta, de formalismo, de juego gratuito. Pero todas estas acusaciones caen por si solas si uno acepta considerar que a pesar de la fragmentación que el autor impone a las formas, con total libertad, los valores materiales, sin los cuales no hay fotografía valida, no solo se respetan sino que incluso se afirman con una insistencia obsesiva. Se pueden contar las ranuras del entarimado, se siente la seda áspera de los sofás, la felpa de los sillones, la frialdad lisa de los espejos y de los cristales. En los exteriores marinos, los cantos rodados tienen peso, el aire huele a olor marino, e incluso se oye el fragor de los olas que se precipitan en el caracol de un enorme oído, abierto en primer plano. Pero sobre todo aquí esta la carne, con sus arrugas, su vello, sus poros y el variado grano de la piel. Parece que por un sentido admirable del equilibrio de valores, Bill Brandt se ha sumido tanto mas profundamente en la materia como cuanta más libertad se tomaba con las formas. Devuelve centuplicado el realismo en profundidad, lo que le había negado al nivel de las líneas y de su juego.

Parece que los grandes fotógrafos se clasifican por si solos en dos familias cuya visión y cuya meta son totalmente distintas. Los primeros lo esperan todo de lo instantáneo "reproducido del natural" y cosechan aquí y allí unas imágenes que dan testimonio de la condición humana. Atget es su antepasado, Cartier-Bresson su más famoso representante contemporáneo y las fotos de Robert Capa una de las cumbres de su arte. Los otros anhelan la eternidad a través del instante. El retrato, el desnudo y el bodegón son su territorio. Edward Weston es el maestro de esta casta cuya tradición prosiguen, en Francia, Sudre, Brihat y Clergue. Es obvio que Bill Brandt pertenece a esta línea. Pero en este caso, como en otros, este demonio de hombre sabe ir mas allá de esta alternativa. Porque, único representante de su especie, baja a la calle y hace reportajes a su manera sobre el paro en 1930, la dolce vita de la flor y nata londinense o los bombardeos de 1940. A su manera, claro esta, pues a estos mineros, a estos aristócratas, a estos londinenses amontonados en el pub, los trata como desnudos, como bodegones. Y seguramente es lo que da su fuerza y su firmeza fascinantes a estos documentos auténticamente "sacados de lo real".

Nadie discute que Bill Brandt sea considerado "el más grande fotógrafo ingles". Pero conforme vas recorriendo su obra, te asalta una duda: ¿realmente se ha dicho todo sobre Bill Brandt? Tal vez falte por decir la ultima palabra.


Imágenes de la Exposición
Bill Brandt

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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