"Nous autres, civilisations, nous savons maintenant que nous sommes mortelles".
Paul Valéry, 1919.
Esta colección de imágenes es la señal de un novísimo reto asumido por Fernando Bryce: la historicización de nuestras sensibilidades y la historicización de nuestro consumo, en un solo barrido de imágenes de cinco décadas que se dejan ver con una simultaneidad tan excitante como pasmosa, y que claman sin cesar "¡Abajo la Historia, sólo más presente y que sea aquí y ahora!".
La cultura de la computación se expandió de modo súbito, aunque se haya perfilado através de varias décadas. Su cronología es poco aprehensible sin imágenes publicitarias que la relaten, y éstas sólo lo hacen agolpándose para sumar medio siglo de domesticidad a la medida del bolsilo de cada uno, para luego encarnar la democratización más intensa e inquietante desde la cámara KODAK con película recargable que George Eastman lanzó al mundo en 1888.
(Dicho sea de paso, pensando...à la Hobsbawm, ¿será corto o largo el siglo XXI?). En nuestro imaginario, lo que actualmente llamamos Era Digital son 50 años que albergan tipografías, palabras clave, diseños y dispositivos electrónicos -o más precisamente, gadgets-, que prometían contener en su materialidad posible, la forma palpable del futuro, dentro de un ilusionismo más acezante y seductor: el de un Autobahn, una autopista de la información instantánea y sin límites. Como lo hizo Steve Jobs con la Apple Macintosh con mouse (y mouse pad) bajada de los cielos.
Aquí Bryce parece sugerir que hallar un sentido solo es posible si uno está dispuesto a aceptar que el marco ventana feneció y que el espacio liminar que ocupa el arte de la imagen construida por análisis mimético, colinda con la obsolescencia: fetiches del capitalismo tardío -alguna vez talismanes de la felicidad-, acumulados exponencialmente a manera de muy visible estela de lo que alguna vez fuera un evidente porvenir, que ha quedado convertido en hilarante estridencia y sinsentido. No se está negando con eso que los hitos fundamentales están ahí, como la revolución epocal manifiesta en la miniaturización que los súperconductores hicieron posible.
En el paradójico espejo oscuro de Fernando Bryce, la Era Digital tiene un color brillante por el ánimo vibrante que ha insuflado la tecnología al mundo. ¿Será posible que el artista haya deseado celebrar el mundo pre-pandémico? Esto es improbable. Sin embargo, sus obras, reunidas para la ocasión, deslumbrantes por efecto del negro de la tinta china, despliegan iridiscencia postconceptual, y luego nos dejan solos. ¿Para que admitamos cuán vertiginosa y violenta revela ser la cultura en que vivimos? Tal vez. Más cercana del memento mori, imposible.
Jorge Villacorta Chávez, Lima, noviembre de 2022.
Entrada actualizada el el 23 mar de 2023
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