'Soy un hombre que habla con las manos'. Así se define Carlos Purroy. Y así es capaz de llegar a quienes sólo pueden recurrir al tacto para gozar de la experiencia artística. Eso le ha permitido dar un paso más como artista: sus obras no se han concebido para ser contempladas, sino para sentirlas de manera íntima, a través de caricias de madera y sensaciones contrastadas.

En tiempos donde el arte flota a la deriva, me impactó encontrar a un creador como Carlos, que no necesita agarrarse a un discurso teórico. Pocos pertenecen a su estirpe. Lo suyo es autenticidad, amor por la naturaleza, el temple espartano de su etapa de futbolista y un espíritu independiente y solitario, acostumbrado a abrirse paso sin rendir vasallajes. Lo suyo es perderse por la Selva del Irati ... para descubrir una escultura en el agujero de un tronco centenario o soportar mañanas enteras de frío invernal en una herrería abandonada, la que perteneció a su maestro, Jesús Astiz. Es un hombre que habla con las manos sinceras y con el alma libre.

Nerea Alejos, periodista cultural de Diario de Navarra