Descripción de la Exposición Mariano Sapia nos atrae a su mundo como un imán. Es un mundo que evoluciona con cada paso de su vida. Hay relampagueos de una niñez suburbana, de veraneos juveniles; de momentos en la implacable marcha agonizante de la sociedad argentina, dramas puntuales, crisis recurrentes, tragedias esporádicas. Pero su propósito no es relatar un cuento. El artista explica: 'La crónica en sí, no me interesa. La torno ambigua, le quito referencias específicas'. Sapia nos invoca la Argentina pura, las arrugas, los berrinches, los cartoneros y sus descartes, pinta sin elaborar ninguna denuncia. Aunque es fácil caer en el panfleto, ser predicador de alguna escuela o proselitista de algún credo sectorial, Sapia es un observador que, al momento de pintar, se vuelve ciego a toda carga que pueda tener su materia prima. Lo que sucede con las paletas de sus cielos es lo que sucede con él: lunas promisorias, tormentas amenazantes, nubes juguetonas; es raro encontrar un cielo despejado con un sol radiante. Sus preocupaciones principales, entonces, son las del pintor: la composición, el dibujo, las tonalidades, las texturas; encontrar aquel equilibrio que otorga validez a un cuadro. Sapia hace flotar sus vivencias frente a nuestros ojos, es un paisajista de pincelada amplia que retrata momentos congelados, donde la emoción no mancha la escenografía. La vida sucede en dos dimensiones, no hay intención de proponer una tercera: el suyo es un mundo aplanado por el tiempo. Los individuos que pueblan la tela no son reconocibles, son solo sugerencias de su género. Sapia no busca sorprendernos, solo intenta incorporarnos a su mundo de manera sutil. La tragedia pasó, lo que queda es un trasfondo de drama reducido a un registro esbozado bajo cielos sugerentes y escenas prototípicas, donde la luz recoge todos los elementos y los une. Puede ser que haya una trama de soledad, hasta de angustia, es la sensación del tiempo perdido que colma la obra de Sapia. Pero a la vez, también hay una dosis de esperanza. El espectador siente que en algún momento la inundación se dispersara y volverá la normalidad. Es la esperanza de todo argentino. El artista hace bailar la luz en sus cuadros. Es seductor, quiere hacernos cómplices en su blanqueo de la dureza detrás del telón de gasa que nos separa de ciertas crueles realidades. Sus pinturas están diseñadas para encantarnos, pero hay que tener cuidado con los mensajes subliminales: revuelcan los ánimos de los que contemplan su obra. Sapia quiere devolvernos a los inicios, a una visión del mundo que penetra la mente sin ser censurada por el filtro del ojo prejuicioso.