Tenía 12 años y ya dibujaba de manera incansable, no paraba de hacer bárbaros con tinta china.
Fue por este motivo por lo que me llamaron la atención las plumillas de Andrés Martínez de León, que descubrí de manera casual. Aquellos dibujos tenían cierta conexión con los trabajos de los que en aquel entonces eran mis referentes: John Buscema, Alfredo Alcalá, Tony de Zuñiga o Rudy D. Nebres, o al menos a mí me lo parecía.
Así daría comienzo un periodo que marcó mi adolescencia y también mi trabajo de aquellos años, centrado casi de manera exclusiva en la temática taurina.
Recuerdo aún con claridad las fuertes impresiones, el impacto del color, el murmullo de los tendidos, el silencio, el miedo en los rostros de los toreros, el olor del patio de caballos o los corrales, los sonidos, la fuerza, la presencia imponente del toro, la violencia, el ritmo, la cadencia... emociones...que en mi mente infantil se tradujeron en un torrente de inspiración que tuvo como fruto una actividad pictórica febril durante años, en un periodo tan importante para un pintor como son los primeros años de formación.
Ahora desde la perspectiva de los años, con una mirada de adulto y en definitiva con una mayor consciencia, no sería sincero si no admitiese que mi postura es mucho más crítica que entonces, una dualidad incluso contradictoria para una persona amante de los animales como soy, pero reconozco igualmente que todos aquellos factores que me llevaban a pintar toros 30 años atrás lo siguen haciendo y de manera esporádica disfruto haciendo cuadros como los que ahora se muestran en Ansorena.
Eloy Morales
Imágenes de la Exposición
T01
Entrada actualizada el el 27 may de 2022
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