Descripción de la Exposición
Mesa salvaje
En el taller hay un gran tablero de madera apenas pulido, sin astillas, sin tratar, que permite que la resina supure por los nudos de sus vetas y que su aroma de bosque mediterráneo inunde toda la estancia, un olor de savia brillante, de tierra, de mar. Por las patas que lo soportan, desde el suelo, un reguero de hormigas sube a recoger algunas migas de pan, un poco de queso, el almíbar de un higo y unas semillas de tomate todavía húmedas. Las manos de Guiem Aulí se hincan sobre esa mesa, haciendo que casi todo el peso de su cuerpo descanse sobre ellas, mientras que su cabeza, su mente, su mirada, se acercan a la peculiar estructura que tiene delante, situada justo en medio de esa superficie sobre la que se apoya. Pero empecemos por el principio, comencemos por aquel hombre que, desde hace muchos años, recoge las ramas que va dejando el mar sobre la playa, que las va uniendo con cuerdas para construir un refugio básico en el que guarecerse, allí donde dar cobijo a aquellas personas a las que ama, procurando protección, sombra y descanso a sus seres queridos. Estas estructuras han acompañado a Guiem Aulí durante toda su vida, son una forma de hacer que tiene mucho que ver con lo que él es, con sus intereses, con sus preocupaciones, con su arte, con esa búsqueda laboriosa de lo fundamental, de lo esencial, de aquello que nos define.
Aulí es un artista recolector que camina indefinidamente como ejercicio de resistencia, como forma de acción, como modo de pensamiento, que empezó dando vueltas alrededor de la isla, recorriendo su perímetro, buscando los restos de algún naufragio, de aquello que el temporal trae a la orilla. Luego decidió salir y emprender otros viajes siguiendo las rutas de los clásicos, los caminos marcados por los héroes, por los exploradores románticos, por todos aquellos que, leyendo a Kavafis, optaron por hacer del trayecto su objetivo, transitando para vivir, buscando nuevos hallazgos con la calma propia de otras épocas, con una actitud que huye del aspaviento contemporáneo y de sus excesos, de todo ese catálogo de gestos innecesarios que no aportan más que confusión y desasosiego. Las esculturas de Aulí, en realidad todas sus piezas, son tan extraordinarias como precarias, unas arquitecturas artesanales, esenciales, manufacturadas a base de infinidad de pequeñas maderas encontradas, de cordel, de inspiración, de transpiración, de idea, una idea que responde a los conceptos más sofisticados posibles, aquellos que residen en la sencillez y en la belleza.
El artista es consciente de la importancia de lo vivido por encima del destino final, de hecho, su búsqueda, siempre le lleva de vuelta al mismo sitio, al hogar, a ese espacio personal donde nos encontramos con nosotros mismos, allí donde todo es más próximo, más simple, más querido. Aulí ve en el naufragio una oportunidad de empezar de nuevo, de desmarcarse de la vorágine, de dejar de lado el ritmo frenético y poner sobre la mesa aquello que de verdad vale la pena. Una mesa que él valora como soporte rudimentario, como herramienta básica, pero también como dispositivo intelectual, maravilloso y extraordinario, como aquel espacio donde se come, se vive, se ama, se negocia, se proyecta y se trabaja. Una mesa de celebración y de sacrificio que apela a la cultura talayótica, a nuestros orígenes, a aquello que deriva hasta llegar a donde estamos, a lo que somos, a aquello que nos salva y a lo que nos mata, nuestra tabula rasa, nuestra tabla de salvación, un espacio para la muerte, para la vida y para la emoción, una mesa salvaje hecha con heridas y con pasión.
Fernando Gómez de la Cuesta
Exposición. 20 mar de 2021 - 28 may de 2021 / Pep Llabrés Art Contemporari / Palma, Baleares, España
Exposición. 17 nov de 2024 - 18 ene de 2025 / The Ryder - Madrid / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España