Descripción de la Exposición Cuando, tanto Johann Wolfgang Goethe como Arthur Schopenhauer, en el siglo XIX, afirmaban que 'la arquitectura era música congelada', seguramente el rayo de luz que residía en esta afirmación era el hecho de transformar en algo matérico la música, de vestir su lenguaje universal -prácticamente basado en la coordenada del tiempo- en algo que tuviera más relación con el espacio, con aquello físico. Y, ciertamente, la manifestación musical que mejor lo consiguió, ya en las segundas vanguardias del siglo XX, fue la de la 'música concreta', con obras como las de Pierre Schaeffer, Pierre Henry... De hecho, la música concreta, nacida en el año 1948, se proponía cazar el sonido, capturarlo y manipularlo en el laboratorio para conseguir algo totalmente nuevo. En el fondo, cargaba al sonido natural de un significado totalmente descontextualizado a lo que le era propio, y esta carga semántica le era proporcionada por el espacio donde se ubicaba el nuevo sonido, el nuevo contexto que lo contenía. La propuesta de 'Tardor art 2010' pretende, en cierto modo, jugar con el vinilo, liberar la música del vinilo para transformarla, con una mirada nueva, en una nueva obra de arte, en música y no-música. Tendrían que pasar unos cuantos años después de las afirmaciones de Goethe y Schopenhauer, concretamente hasta 1877, cuando Charles Cros inventase el aparato conocido como paleófono con el objetivo de congelar la palabra y dominar el tiempo -tal como se expresa en su poema Inscripción (1885)- o cuando Thomas Alva Edison patentó el fonógrafo, un aparato capaz de reproducir sonidos mediante un cilindro -como un producto más de los novedosos avances científicos que lucían la trascendencia progresista de la revolución industrial- o cuando Emile Berliner en el año 1887 creó el gramófono que reproducía el sonido mediante un disco, y esperar hasta el año 1948 cuando la compañía discográfica Columbia presentase su primer 'long play disc', momento en el que nacería el vinilo o disco gramofónico. Durante este periodo de tiempo, desde los discos de pizarra de los años diez y veinte hasta el vinilo y desde los años de las segundas vanguardias hasta la actualidad, la creatividad en las artes se vio y se ha visto fuertemente influida por los avances tecnológicos del sonido, por la capacidad de incorporar el silencio y los ruidos a la obra artística y también por la proliferación de canales de mercantilización del producto sonoro en manos del capitalismo. En el fondo, el gramófono, el disco abrían las puertas al cambio que tanto se esperaba en el mundo artístico para cambiar de una vez los restos de academicismo decimonónico y de las putrefacciones de la cultura. No es de extrañar, pues, el 'Manifiesto Amarillo' (1928) firmado por Salvador Dalí, Sebastià Gasch y Lluís Montanyà, destacase que incluso esta pequeña máquina posibilitaría el cambio de rumbo de este anti-arte que transformaría las huellas de nuestra cultura. A partir de los años cincuenta, entradas ya las segundas vanguardias, presenciamos unas acentuadas interacciones entre las diferentes disciplinas artísticas; como consecuencia de ello se produciría una grieta en las mismas y se abrirían nuevas posibilidades para entenderlas, pensarlas e intervenir con las mismas hasta tal punto que conllevarían la reformulación de una cuestión ineludible: replantear la esencia del arte, su función, y la divulgación y posesión limitada de la obra artística. Todo ello, acompañado por el futurismo, el neodadaísmo, el simultaneísmo, el letrismo... condujo al 'disco poético' de Henri-Martin Barzun, a los 'poetas fonografistas' como Guillaume Apollinaire, a la 'música mecánica' de László Moholy-Nagy o, más tarde, a la de Paul Hindemith, al 'libro simultáneo' de Blaise Cendrars y Sonia Delaunay o a la inclusión del gramófono como un instrumento más en una obra de Kurt Weill titulada El Zar se deja fotografiar (1928). En el sí de las vanguardias, muchos artistas utilizaron el disco y las carátulas de los discos como soporte de sus obras de arte, como 'publicitación' de las mismas. No sabemos si en el año 1952, cuando John Cage hizo transparente la audibilidad del silencio con su celebérrima obra 4'33' con David Tudor al piano, era consciente de la dimensión visual que adquiría el sonido y todo lo que podía representarlo, tanto las partituras visuales como los vinilos que las contenían, pero lo que sí era cierto era que, con el arte conceptual, con la poesía visual y con el movimiento Fluxus se iniciaba un nuevo escenario, centrado especialmente en E.E.U.U. y Alemania, que tendría como protagonista la visualización de la música y la musicalización del fenómeno plástico. La mayoría de los events del grupo Fluxus son un entramado de la compleja red que contiene a la poesía, a la representación teatral, a la ejecución musical... todo ello en un contexto donde el arte y la vida cotidiana invaden el escenario de la creación artística y donde 'todo era posible'. Los artistas concibieron al disco como un instrumento musical a partir del que creaban nuevas composiciones que se dejaban guiar por la batuta de la 'máxima libertad' y el 'azar'. Allan Kaprow, a quien debemos el nacimiento del happening, con su obra Palabras (1962), hizo participar a los visitantes a partir de diferentes tocadiscos que podían encender a su antojo haciendo sonar gritos, conversaciones,... que previamente habían sido grabadas. O crear híbridos, fruto de la unión de un violín y un tocadiscos, como en la obra de Laurie Anderson y Bob Bielecki conocida como 'Viofonógrafo' (1976). A todas estas propuestas, el minimalismo contribuyó al valor de la materialidad de un objeto producido industrialmente, monocromo y de uniformidad circular. El disco sin contenido era la obra perfecta, mientras que el envoltorio del disco devino un campo de cultivo brillante para los artistas del pop art (especialmente, Andy Warhol, Kurt Schwitters, Claes Oldenburg...). Estas aportaciones continuaron hasta bien entrados los años noventa con artistas como John Zorn, Christian Marclay, David Moss, Janek Schaefer, DJ Spooky, Kirsten Reynolds, Ashley Davies, Tony Pattinson (estos tres últimos conocidos como Project Dark)... con los que gracias a la improvisación de sus acciones y la manipulaciones del disco, el vinilo se convierte en un soporte de proyección del sonido y de la luz, de lo musical y de lo visual. En el fondo, todos estos movimientos artísticos utilizaron el disco de maneras y con finalidades muy diversas, pero una les era común: considerar el disco como el medio o instrumento que acercaría al público el arte y lo popularizaría. Y eso es lo que pretende esta edición de 'Tardor art 2010' para que los artistas puedan hacer, con su imaginación y con su libertad creativas, un producto artístico único que podrá exhibirse y disfrutarse en las galerías y asociaciones que participamos de este proyecto tan entusiasta.