Descripción de la Exposición
tacto.
Carlos Pascual
Desde el instante en el que el pintor decide dejar de hacer una copia directa de la naturaleza y hace a su manera una imagen, sin querer recordar la deformación visual que impone la perspectiva, propone un lenguaje autosuficiente; el cual tan sólo exige la expresión abstracta de sus contornos y cualidades sin necesidad de ninguna justificación teórica. La pintura de Carlos Pascual alcanza este punto porque ha sido capaz de liberarse de todo lo que le impedía ser verdaderamente plástica, dando lugar a ese lenguaje que se nutre y se agota en sí mimo. Esto va más allá de toda lectura formalista, del mismo modo que delante del cuadrado de Malevich no solo hablamos de planitud y monocromía, ya que en realidad se mueve en el terreno de lo metafísico.
Su pintura parte de una revisión de las indagaciones geométricas sobre el espacio pictórico que se realizaron durante los periodos vanguardistas del siglo XX. Una geometría a la que añade un componente mas orgánico que la de sus predecesores, y donde el color y la impronta gestual entran de lleno en su obra, haciendo que las formas se suavicen y que incluso adquieren cierta dimensión sensual, táctil. Pascual incluye el tacto como vehículo de comunicación, ya que ciertas cualidades como la forma, el tamaño, la aspereza, la temperatura o la dureza, solamente las podemos percibir mediante el contacto y la presión con la piel.
Entender la pintura en términos de piel es crear un vínculo entre la universalidad del lenguaje plástico y nuestra intimidad, entre el orden y la emoción. Es la piel la que nos pone en relación con el mundo y el tacto el que lo limita, evitando la expansión de las formas. Si dejara de existir la limitación, dejaría de existir todo lo que es apariencia de realidad a nuestros ojos, por ello, al construir sus pinturas no deja completamente de lado la limitación, por el contrario, doblega su papel dominante. La limitación para él es interioridad y la forma ha de verificarse en lo plano y lo rectilíneo, eludiendo alusiones y referencias con el fin de no distraernos del verdadero acontecimiento plástico.
Consecuentemente también reconoce la cosificación de la pintura, en cuanto que opina que un cuadro también se puede palpar, proponiendo así una verdadera tridimensionalidad pictórica. No debemos dejar de entender sus piezas en volumen como un campo dentro de la propia disciplina, pues en su propia esencia está implícita no solo la configuración de su lenguaje sino también su propia evolución. Así, a través de sus assamblages, profundiza en la expansión de un vocabulario que ya no solo está ligado a las corrientes pictóricas de las vanguardias, sino también a otras que ponían en valor la autonomía del objeto y el carácter físico del soporte.
Como decía Ángel González, a los artistas no se les juzga por lo que dejan de hacer, sino por lo que hacen hasta llenarlo todo. En el caso de Pascual es una pintura pura a lo que ha sido siempre fiel, sin que por ello haya dejado de ser crítico con sus concepciones mas inmovilistas. Un medio que se ha negado a considerar en vías de extinción y que nunca ha abandonado. Una geometría sensible que nos devuelve al calor de la pintura.
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Óscar Manrique
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