Los muñecos reborn simulan ser bebés reales de una forma tan perfecta que son capaces de ejercer una fascinación deslumbradora e incluso evocar sentimientos sobre el observador. Las motivaciones que llevan a sus propietarios a poseer uno de estos muñecos son variadas y probablemente sólo interesan a título anecdótico. Su existencia, sin embargo, es sintomática. No son más simulacro de realidad estos muñecos (que no lloran, ni enferman, ni se ensucian, ni nos quitan el sueño, ni crecen) que la pretensión (o la simulación) de una maternidad, unos hijos o una vida perfecta. El falsario no es el muñeco. La realidad hace tiempo que desapareció.