Descripción de la Exposición Imaginaré que nos hallamos en un estado de estupefacción permanente que, habiéndose prolongando en el tiempo, necesita hoy con urgencia darse forma a sí mismo -alcanzar un estado de reposo, un descanso, una paz: un Sabbath- por más que, siendo la liquidez y la mutabilidad sus cualidades primordiales, toda forma en la que se detuviera sería inestable y pasajera; una más, tomada al azar, entre una sucesión de formas informes, deformes o amorfas, incomprensibles y absurdas, que nada revelan de sí mismas: no hay relato cerrado, sino una historia permanentemente revisada; el presente no se consolida realmente, sino que la información fluye atropelladamente; y no existe objetivo fijo hacia el que caminar sino negación, desde el nihilismo racional posmoderno, del concepto mismo de objetivo. Nada permanece (ni en el pasado, ni en el presente, ni en el futuro), la vida es tránsito. En el triunfo de Heráclito, queda sólo el devenir: ciegas mecánicas -el 'mercado', la 'ciencia', la 'democracia'- actúan y vemos pasar -cada vez más deprisa- el mundo, ora esperanzados, ora hipnotizados. Las nociones de tránsito, de liquidez y de liviandad -concretadas en el fenómeno del flujo migratorio y, más precisamente, del viaje por mar del emigrante o por aire en barcas de sueños del poeta-hombre universal- centraron la primera parte de este ciclo escultórico de Evelyn Hellenschmidt, el más ambicioso que ha desarrollado hasta la fecha, tanto conceptualmente cuanto desde un punto de vista formal y laboral: depurada al máximo la esencia poética de su cosmovisión, la artista ha tomado parte resuelta y conscientemente en la discusión sobre la persistencia o la caducidad de la necesidad de elaborar la obra artística; el diálogo entre los procesos y los materiales industriales por una parte, y su meticulosa, reiterativa y obsesiva reelaboración en el taller, es de hecho un alegato en favor de la cordura y el equilibrio: el arte, diríamos -dijo Kandinsky hace ya cien años-, debe necesariamente encarnarse en las formas y las materias de su tiempo, pero es discutible que deba abjurar de sus procesos; es decir: es discutible que deban dejar de existir el espacio mítico del taller y la figura del hombre solo creando en soledad. El arte contemporáneo es la traducción visual -la materialización en artefactos-, tanto de la indeterminación (inconclusión) de la propia teoría del arte cuanto de la ausencia de reposo, de puerto, para un ser sin relato que le de forma y para una materialización perpetuamente aplazada. Sin ir más lejos, ¿qué ha sido de los tripulantes de las pateras que inspiraron Tierra y Mar Adentro? Apenas dos años después, ya no están aquí; han tenido que reemprender la marcha: la inestabilidad aumenta, así como la intensidad del flujo; los contornos de todas las formas conocidas se desdibujan y, en ese estado de estrés, se perfila acaso un rizoma virtual inaprensible -un libro que se sobrescribe y nunca se imprime- cuyo argumento es la intercomunicación instantánea y constante de millones de seres sin contorno. Am Brunnen vor dem Tore, segunda parte del ciclo, se centra en el sentimiento de nostalgia. La nostalgia es, por definición, el anhelo de recuperar una de las formas fugitivas del ser y de su experiencia, pero acaso importe más la relación que este sentimiento guarda con lo ausente y con la soledad. Ambas cosas definen la creación tal como la entiende esta artista: fiel a una concepción romántica del proceso -la cual, tópicos aparte, la ha mantenido conectada a sus raíces a lo largo de esta media vida transcurrida en España-, Hellenschmidt apela al Gadameriano 'algo así se irguió entre humanos' para justificar la necesidad de hacer aparecer -es, también, la desocultación Heideggeriana- lo increado o ausente, por una parte y, por otra, a una experiencia de la soledad y de la labor que en algún texto anterior relacioné con la repetición Kierkegaardiana pero que, tal vez, debiera también conectarse con las estrategias del arte feminista actual. En las líneas que siguen, Evelyn Hellenschmidt detalla cuales son los fundamentos conceptuales y documentales de este nuevo conjunto escultórico. Un texto nunca completa una obra plástica: la transforma. Y, aunque no pueda contener dos años de prospecciones, sensaciones y experiencias sí demuestra, confrontado con las piezas, que desde El tilo -en la que el árbol, el vacío y la música se reúnen para conformar una imagen frágil del alma alemana- hasta las espléndidas piezas centrales A time will come -infantil recuerdo de las paredes empapeladas con motivos florales, homenaje a Goethe, evocación de la permanencia del signo y trabajo ritual femenino-, pasando por las urnas de Mi vida y el inacabable Trabajo de Penélope, todo aquí constituye un lúcido alegato en favor del uso honesto y coherente de las fuentes literarias, musicales, emocionales y conceptuales. Se dice que en el contexto contemporáneo se desdibuja la figura -romántica- del artista solitario dialogando en soledad con su obra en el espacio íntimo del taller: el artista, en colaboración con productores, ejecutores, traductores -a palabras-, comunicadores, expositores, comercializadores y consumidores, no tiene ya taller, sino teléfono. En realidad, esta radicalidad propia del arte conceptual de los setenta -que, de acuerdo con la fórmula LeWittiana, suprime cuanto media entre la idea y la pieza- ya no es necesaria (ni tampoco el nihilismo como denuncia). La figura del artista está diluida en un mecánico devenir de lo informe y virtual porque todos estamos disueltos y estupefactos: todos somos voces anónimas en una conversación global carente de argumento. Importa sólo que nuestra voz sea libre: que afirme el rechazo de lo falso y lo arbitrario, que hable de la verdad descarnada -sin cuentos. Esa otra vida que ha ido desfilando al lado que intuye Álvaro Mutis -las cosas que pudieron haber sido de otra manera- y que Evelyn Hellenschmidt relaciona con la nostalgia no es una entelequia sino un conjunto de momentos cruciales, de encrucijadas, de imágenes que el viajero guarda consigo y que, larga y adecuadamente destiladas en el taller-laboratorio, devienen arquetipos. 'El arte conserva. De hecho es lo único que conserva', de acuerdo con la formulación Deleuziana; y, por tanto, sólo en él descansa y halla la paz el ser sin forma.
Exposición. 12 nov de 2024 - 09 feb de 2025 / Museo Nacional Thyssen-Bornemisza / Madrid, España