Descripción de la Exposición Hacer visible aquello que está velado fue la máxima creativa de muchos pintores históricos, desde Velázquez a Klee, y de todos los grandes músicos del silencio contenido, y de esos escritores que, como Saint-Exupéry, definieron lo esencial como invisible a los ojos. Mondrian, el gran adalid del neoplasticismo, apostaba por un arte puro, capaz de tratar todas las relaciones posibles, incluso aquellas que se ocultan a la apariencia natural o inmediata. Sabía que es factible tratar la realidad pero que nunca accedemos a ella si no entendemos sus relaciones íntimas, comprendiendo que cualquier naturaleza es infinita porque responde a relaciones infinitas. Si no aprendemos, en fin, que la luna aunque parezca blanca no lo es, porque si se acerca al horizonte se vuelve roja y si vuelve a alejarse transmuta a las gamas azules, en un perpetuo ciclo de matices. La esencia del neoplasticismo mondriano partía de determinadas líneas, planos y colores y en la eliminación de los elementos estéticos no funcionales. Por eso se propuso emplear solamente líneas horizontales y verticales junto el blanco, el negro y los tres colores primarios. Su influencia generó la abstracción geométrica, que tantos artistas practicaron durante el siglo XX y que resurgió con especial energía a mediados de los años ochenta en Estados Unidos, de la mano de los defensores de la denominada neoabstracción geométrica. Éstos se alejaban de planteamientos filosóficos o utópicos, creyendo en las composiciones decorativas con cierta carga crítica, en la seriación de estructuras irregulares, en los juegos ópticos o en la importancia de las nuevas tecnologías. Algunos volvieron la vista atrás, reivindicando a Mondrian y a otros héroes como Malevitch, Newman o Rothko, e incorporando también la herencia del minimalismo o del conceptualismo. Otros, como Peter Halley, fueron aún más allá (al menos en su aportación teórica) y analizaron la crisis de la geometría y los formalismos pictóricos. Hace diez años, cuando este artista norteamericano expuso en Madrid, decía que ya no era posible la forma como forma, emulando a constructivistas o neoplásticos, ni la forma despojada de su función, propia de los minimal, ni tampoco las tesis foucaultianas o baudrillardianas, fundamentales para los neo-geo que triunfaban entonces. 'La crisis de la geometría es la crisis del significado', afirmó. Pese a todo, aún proliferan artistas que rechazan esos intentos de criticar la geometría y sus medios, convencidos de que con el inconsciente y los significados tradicionales de la pintura podrán devolver la 'vida' a un mundo aparentemente muerto. Y aunque, quizás, estos nuevos artistas no sean conscientes del costo que puede tener ese retorno romántico, lo cierto es que sus trabajos emocionan a un público entusiasta y creciente. María Braña, desde la humildad y el retiro de su estudio avilesino, viene ocupando años un lugar importante en el circuito asturiano en los últimos quince años, al tiempo que brilla en premios, certámenes y exposicio nes. Su trabajo, siempre experimental, se ha depurado progresivamente, pasando por diversas etapas que mantienen como hilo conductor esas herencias que hemos señalado. Porque, aunque María nunca ha sido dogmática, si que ha tenido constantes diálogos con la geometría, la abstracción, el estudio intrínseco de la naturaleza, el trabajo en series, la investigación y la alternancia de las herramientas tradicionales y las nuevas técnicas. Para ello ha trabajado duro en lo bidimensional, saliéndose también del plano con distintos formatos modulares donde abundan los signos y los grafismos, y desarrollando, incluso, algunas esculturas cerámicas. Sus obras recientes, expuestas ahora en la galería Dasto, apuestan por la austeridad, la emotividad y las vibraciones estéticas, funcionando muy bien solas, o en compañía de otras. Así, María proyecta nuevamente su interés hacia los colores mondrianos, desarrollando una extensa variedad de juegos lineales y alternando sus recursos gráficos. En todas las series destaca la pulcritud metodológica, la limpieza expresiva, y una certera y feliz acotación formal, que dirige hacia el centro de cada cuadro nuestra mirada, atrapando la energía global. En la más numerosa de las series que expone en Oviedo permanece fija una suave retícula lineal que sanea la composición resultante, en un tenue guiño al espectador que, en su afán por leer el cuadro en términos narrativos, sin duda hallará aquí cierta complicidad. Pero no se advierte ninguna intención anecdótica en este conjunto de piezas, ni tampoco en otra serie que se sirve de geometrías más dinámicas, con pequeñas manchas rojas, ni en la que se acrisola al máximo con breves líneas negras, bajo el poderío de un blanco inmaculado, de ritmos centrífugos. Lo que prima en esta exposición es un despojamiento poético, una búsqueda personal basada en la intuición y la palpitación cotidiana de esta comprometida pintora que, sin duda, solo anhela seguir explorando.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España