Descripción de la Exposición Bernardi va, viene, fluye y se detiene. Hace, cambia, lee, conversa y esculpe. Pienso, imagino, comunico y escribo como amigo y partenaire intelectual del artista. De Kandinsky o Duchamp a Lévi-Strauss o Victor Turner, el escultor y el antropólogo piensan la instalación. Condensan una estela de mensajes no auto-evidentes. Buscan así un texto que alargue la sensación de lo observado. La línea conduce, demarca, se pausa, se anuda, sectoriza, territorializa, cambia de dirección, enmarca, aparta, une puntos, suma y resta, se enrosca y se aletarga, diferencia, sectoriza, raya. El espacio está en la línea y la línea está, como todo espacio, en el pensamiento. Dibuja y raya, hiere y anima. El pensamiento está en la acción de aquel que puede trazar una línea, de aquella que sufre y goza por las líneas, de aquellos que se incomodan con el espacio que, bueno o ruin, les reserva una sociedad. La línea conduce, no está vacía. Su fluido puede ser humor, leche, sangre, semen, café, veneno, agua. La línea produce vida, muerte, pasaje, éxtasis, plenitud. Empasta o purifica. En algún punto se anuda. siempre. Nudo que puede ser confusión o esclarecimiento. Como en un retorno virtuoso del estructuralismo, de una teoría o filosofía de lo elemental, la obra de Bernardi atraviesa la selva de los símbolos en la que el arte suele perder la línea y se concentra sobre lo mínimo e indispensable. El zinc y el estaño están en cualquier casa y al devenir estética se mofan de la ostentación de los materiales nobles para el consumo artístico aburguesado. Bernardi interpela y encamina, propone contacto humano y elementos simples para trascender líneas y espacios. Todo puede sintetizarse en una sumatoria de puntos, en la continuidad de lo esencialmente discontinuo. Punto.