Esta exposición es una 'delimitación del contorno geográfico y emocional de mi niñez', según palabras de Teresa Durtmüller, artista chaqueña que vive y trabaja desde hace varios años en Buenos Aires.

Sobre su obra, señala Alberto Manguel: 'Teresa Durmüller ha encontrado una forma eficaz y magistral para respetar a la vez esa ansiedad interpretativa que nos consume y ese necesario respeto hacia el silencio del mundo. Mira al mundo y reproduce, no su visión personal, no una lectura amurallada de lo que cree ver y exige que veamos, sino una suerte de mirada posible, una mirada que ofrece (o implica) cientos de otras miradas. Nos presenta un muestrario de imágenes (esas flores, pájaros, insectos, caras casualmente atentas, etc.) sin argumentos restrictivos, sin definiciones absolutas...'.

'Tengo la fuerte impresión de que en las pinturas de Teresa Durmüller anidan, como ... agazapadas sutilmente, las mismas obsesiones que gobiernan mis cuentos y novelas: el calor, las siestas interminables, el río, los pájaros y algunos rituales provincianos de subtrópico y antaño', asegura el escritor Tempo Giardinelli