Descripción de la Exposición Casi siempre que cuento que, hace años, decidí subirme a una avioneta y equipada con un paracaídas no dirigible, de apertura automática, probé el aire en diversas ocasiones, saltando desde seiscientos metros de altura, suelo escuchar esta pregunta: ¿Y porqué no elegiste el vuelo sin motor, o el parapente, o el ala delta? Y mi respuesta es: es que también quería aprender a caer…
Son pocos los que manifiestan su comprensión, la mayoría me pide que justifique un afán tan raro. Al parecer, el deseo de subir y la actividad de volar no necesitan explicaciones, pero sí las precisa la decisión de querer percibir las sensaciones, probar los sentimientos y desarrollar los pensamientos que puede procurar el bajar o el caer. Mas, ¿cómo completamos verdaderamente una experiencia sin exponernos a la otra?; sin la segunda, ¿no truncamos la vivencia, no dejamos inacabado el proceso?
Yo creo que el tema de esta colección de Pasquale Caprile es justamente el de la experiencia de los procesos, del proceso sustancial de subir y bajar, de completar los pasos, de entender las sucesiones, de vivir los transcursos, de experimentar las ópticas.
Entre las dimensiones del aprendizaje, no es la de subir y subir la que cambia el nivel del conocimiento, sino la que nos adentra en aquello de que se trate. Se aprende de veras cuando se considera y se comprende el campo de acción de las cosas y de las ideas, cuando se llega a aprehender el proceso, de manera que el cómo pueda ser el qué. Caprile nos propone así, mediante los motivos visuales de sus escaleras, un tema con gran altura y con gran calado.
Pasquale Caprile captura por tanto las situaciones inmediatas de las escaleras que aparecen en estas obras; ase sus emplazamientos, acoge sus entornos y trata de que sus atmósferas sean en la imagen una respiración completa: prende en su lente lo vivido, y algo que la mirada suele apartar. Luego, en el curso del revelado –otro asunto de procesos, de repercusiones- aplica manipulaciones personales que conducen a las imágenes hacia campos de presencia artística singulares, de una eficacia estética innegable.
No es un asunto esencial el enterarnos de dónde son unas y otras escaleras, a qué ciudades, pueblos y países pertenecen ya que, en la relación que establecemos con las obras de esta colección, actúan otras fuerzas de identificación, son otros los parámetros de entendimiento. Cierto es que puede alegrarnos advertir, por ejemplo, que en torno a esa escalera de mano asentada en una terraza o azotea aparecen las cruces de Los Caballeros de Cristo, y evocamos entonces el extraordinario enclave portugués de Tomar, pero lo que se impone es la observación de la humildad de su manufactura, la eficacia de su estructura, la advertencia del diseño extraordinariamente estable de esa escalera y de su previsión para evitar cualquier percance a quien la utilice, la tranquilidad con la que pueden llevarse a cabo tanto la subida como la bajada por sus nueve peldaños…
Y así, de las observaciones externas vamos pasando enseguida a las sensaciones y sentimientos, y podemos quedarnos –subiendo y bajando- en la esfera de los pensamientos. No es esencial pues disponer del dato que sitúe la fotografía de esa escalera en un lugar concreto, no. Ella nos atrae, nos afecta y nos impulsa al diálogo por otras causas, por otras cosas, por otro orden de acción, por otro… proceso.
Partir de dos extremos de conocimiento, e ir de cada uno de los extremos hacia el otro, eso sí es esencial, en todo y para todo, porque es la forma de que ambas trayectorias se dirijan, se encuentren y pasen por el punto de equilibrio, es la forma de experimentar y valorar ese punto, ese estado, lo que ahí se genera. El ¡Subir, subir y luego, caer! del dúo de la famosa zarzuela, es el comienzo del aprendizaje anímico, espiritual, profesional, social, económico, vital. El progreso de veras nos aguarda, pacientemente, hasta que logremos valorar el peldaño del equilibrio y nos determinemos a favorecerlo, a vivir y a crear a partir de él.
Son muchas las cuestiones que propician, según mi parecer, estas obras de Pasquale Caprile, y entre ellas no es baladí la del reforzamiento de la consideración cualitativa de la vida, para contrarrestar el predominio de la cuantitativa, de forma que podamos compensar la insensatez a la que este último enfoque está conduciendo a nuestras sociedades. Lo cuantitativo se lleva por delante toda ecuanimidad porque ni siquiera la tiene en cuenta como aspiración y, al cabo –cuando el proceso avanza- hace imposible la mesura, la ponderación y la bella experiencia de la armonía. Es una escalera descuadrada, alocada, invertida, cuyo uso insistente nos conduce al triunfo del funambulismo, a las reacciones volatineras, a subidas que son en realidad descensos de los que nada se aprende porque no está presente, construyéndonos, la conciencia individual.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España