Hay un espíritu fundamentalmente reflexivo en las obras de Silvia Cosío (Santander, 1976). Es cierto que en un primer momento pueden parecer incómodas por inquietantes o por el pesimismo que trasmiten pero tras esa primera impresión, y a pesar de tratarse de una pintura figurativa de escenas muy concretas y cerradas, el objetivo que se persigue es mostrar la metáfora de un mundo. Y hay pocas cosas más jugosas intelectualmente para un espectador que desentrañar un mundo creado a partir de un puñado de imágenes.

La educación, las relaciones personales, la casa y el pueblo y la familia, la huida, el sacrificio. Los temas van apareciendo como en una autobiografía gráfica en la que la artista muestra el fracaso, más o menos asumido, con el que se enfrentó a ellos. En casi todos los ... casos de una forma engañosa y destructiva. Pero la artista juega a más que a mostrarnos el simple desencanto, siendo capaz de permanecer a la distancia justa que permite que en su pintura se cuelen el humor (el gato negro de la Olympia es una especie de ladrón en campo abierto, la educación una gran mierda sobre un pupitre, la huída del cuadro Las setas se proyecta hacia unas setas futuristas de sobra conocidas), el desconcierto o el misterio (el animal que oculta la escena central de Primer regalo obligándonos a 'pensar mal', las mantas que cubren a los protagonista, la luz intensa que deslumbra espacios y personajes, el animal sacrificado o dispuesto al sacrificio) y la búsqueda de una belleza y armonía que se sustenta en las composiciones y la gama de colores que utiliza.

Es, en definitiva, un fresco de la formación -intelectual y emocional- de una personalidad que, en general, se muestra insatisfecha y avergonzada de los pasos dados o que le obligaron a dar. Cualquiera puede entender esto a pesar de ser todo extremadamente íntimo, violento y biográfico. Pero también es una pintura donde, a base de sumar sutilezas, pequeños detalles aparentemente intrascendentes, se consigue mostrar los matices que acompañan el dolor, porque éste no existe sin el bienestar, igual que lo serio no existe sin lo cómico. ¿Trampas? Más bien caminos que permiten al espectador entrar en el verdadero compromiso del artista: mostrar lo que no queremos ver, enseñar lo que todos sabemos pero evitamos pensar.