La velocidad con la que estamos agotando nuestros recursos hídricos se ha duplicado en las últimas décadas. En los próximos veinte años, la demanda global superará la capacidad de suministro en un 40 por ciento. Es una verdad que da miedo: a nuestro planeta se le acaba el agua. Durante los últimos diez años, he viajado a docenas de países para identificar y fotografiar los aspectos más apremiantes de la crisis que poco a poco se cierne sobre nuestro bien más preciado. Mis imágenes son un testamento de las consecuencias de nuestro apetito insaciable por crecer, del mal uso del poder por parte de nuestra élite dirigente y de nuestra abusiva simbiosis con el planeta que habitamos. Mi objetivo es mostrar la diferencia entre nuestras necesidades y nuestros deseos para romper hábitos destructivos muy arraigados y hacernos adoptar formas de crecimiento más humanas y de interacción más responsable con la naturaleza.