Descripción de la Exposición
La exposición individual “STARLESS”, COMO STARLESS de Ander Sagastiberri (Bilbao, 1988) toma su título de una canción de 1974 de la banda inglesa de rock progresivo King Crimson.
Ice blue silver sky / Cielo plateado azul hielo
Fades into grey/ Se desvanece a gris
To a grey hope that oh yearns / A una esperanza gris que anhela To be / ser
Starless and bible black / Sin estrella y negro de biblia
La pintura de Sagastiberri oscila entre la abstracción y la aparición de la figura. En su centro está precisamente la transición del azul plateado del cielo al gris que canta King Crimson. Es un momento bien conocido por l@s pintor@s, consecuencia de una acumulación de gestos que conducen al marrón-gris. Es un borrado, un desbordamiento, una catástrofe. Este agotamiento cromático es, sin embargo, una etapa a menudo necesaria para la aparición de una forma o
de un color. Es una experiencia laboriosa y regeneradora. La obra de Sagastiberri celebra las infinitas posibilidades que encierra este no-color.
¿Ha visto usted alguna vez, lector, « el color de las tiniebas a la luz de una llama » ? Están hechas de una materia diferente a la de las tiniebas de la noche en un camino y, si me atrevo a hacer una comparación, parecen estar formadas de corpúsculos como de una ceniza tenue, cuyas parcelas resplandecieran con todos los colores del arco iris.
En este fragmento de Elogio de la sombra, Junichirô Tanizaki describe el gris de la ceniza (entre la oscuridad y la luz) como el color de la contingencia, del devenir, ya que oculta, en su oscuridad, todos los colores del arco iris. Esto nos trae a la mente a La creación del mundo del Bosco, que aparece en el reverso de su obra El jardín de las delicias. En este cuadro, la masa de agua gris, que da origen a la tierra, es similar a la ceniza ligera de Tanizaki. Es materia, gris puro, en ciernes. Esta oposición entre catástrofe y devenir, no-color y color, se encuentra en la obra de Sagastiberri.
STARLESS’, COMO STARLESS presenta obras recientes de diversos formatos. Los formatos más pequeños son minúsculos y requieren una proximidad extrema para ser vistos. Los formatos más grandes reproducen las formas y los gestos de los más pequeños. El espectador se ve obligado a dar idas y venidas como si fuese embarcado en Los viajes de Gulliver. Esta tensión entre forma y formato es el resultado de un proceso de inmersión. El artista, a través de la repetición y la improvisación, se traslada a un entorno/estado extraño en el que se ve obligado a moverse a ciegas y aceptar lo que sucede. La oscuridad de esta ceguera voluntaria puede compararse a la de un cielo sin estrellas del que sólo pueden salir, en este caso, la pintura y su sustrato.