Esta obra ilumina la incertidumbre de la condición humana frente a la infinidad del tiempo. Conceptos como vida, muerte y el efecto del tiempo, se encienden en el instante vital donde superficies epidérmicas brillan, siendo su única proyección la luz que emiten, estos conceptos se tornan incandescentes para perpetuarse. Espacios dramáticos interrogan al espectador forzando a posar la mirada sobre su propia luz... Suspendido en este espacio y en todo lugar se presenta el Tiempo, el único e inmutable tiempo, que se agota y nos consume, que deja huellas, en nuestra piel y en nuestra mirada, que pasa y nos acerca a la oscuridad de la muerte y que como Cronos, devora a sus propios hijos. Nos presenta la piel como el registro de la vida, expositora de huellas que el tiempo deja, lo más poéticamente sincero y franco, narradora de historias, historias que brillaran hasta que se apaguen, dejándonos con la sombría pregunta, "¿somos luz que se apaga?".