Los rostros y los objetos patinados, retocados, recortados y homologados que se asoman desde cualquier soporte de los medios de comunicación de masas, nos están sumergiendo hasta dejarnos sin aliento: vale la pena, entonces, indagar acerca de aquello que se encuentra bajo la “superficie” desgarrando el velo de la belleza plastificada, una posibilidad de relanzar y vincular aquello que es mediático a aquello que resulta pictórico y posiblemente poético, de transformar el rostro perfecto, o bien, como gesto opuesto, exacerbar la artificiosidad, plastificarla al extremo, focalizando su fascinación aséptica y perturbadora, en lo desencarnado e inexpresivo de una modelo de moda.