Las NIÑAS, besos sin estrenar congelados a la orilla del labio, engarañadas de desamor triste, encorujadas en el halda áspera de la tierra, en las que apenas late un corazón inédito deshabitado de celebraciones.

La MUJER, a la que TEO PUEBLA ha mirado a la cara y ha encontrado hondonajos amargos en el hondón oscuro de sus cielos. Impresiona la dureza real del sufrimiento, la negra soledad de la miseria en sus rostros agraviados de días sin auroras.

El TORO, otra víctima destinada al oficio del martirio, se aquerencia en los cuadros del PINTOR embistiendo al engaño rojo sangre del éxito. Cuajarones de sombra se derraman en los ojos del bicho abiertos al asombro de la muerte, resignados al daño por el triunfo.

La pintura de TEO PUEBLA es arte en carne viva. Sus pinceles hurgan en las entrañas de la desesperanza hasta arrancarles un soplo de consuelo a los seres humanos olvidados por dioses y por ángeles donde los ultramundos se deshacen en ternura creadora.

Recorriendo los trazos del PINTOR se observa que el compromiso social es la sed de vivir que lo hace libre. Sus modelos, desgarrones del alma, soncriaturas de sueños desollados que se alimentan de la desolación que le atora sollozos en la boca del ansia.

Su patria es su pintura en la que se refugia cuando las inclemencias le añusgan la energía de seguir. Con la voz dulciamarga del hombre hecho a sí mismo a golpes de coraje, utilizando su virtud creativa, denuncia la injusticia, y se duele a rasgos firmes del escozor ajeno de las soledumbres de los fantasmas que pueblan su conciencia.

Entre los dedos magos del ARTISTA los pinceles copulan en libertad sobre el lecho de lienzo para engendrar las frágiles criaturas, gastadas de ser nadie, a las que el PINTOR transforma en material humano y les devuelve la dignidad robada.

Y por sobre jirones de infortunio y ausencia de solemnidades, TEO PUEBLA, teje hechizos de gloria que redimen al mundo, el mundo que él dibuja, de la ingratitud tanta por la que nunca alguien le pedirá perdón.