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La exposición SOL NACIENTE muestra aproximaciones fotográficas a experiencias contemporáneas de la naturaleza y del paisaje. Los siete artistas seleccionados pertenecen a una cultura milenaria que conserva con esmero sus tradiciones y al mismo tiempo está tan abierta al presente que muchas veces parece futurista. Una cultura que evita las contradicciones y trata de conciliar extremos que nos suelen parecer incompatibles, como el pasado y el presente o la materia y el espíritu.

Pero Japón también es una gran potencia económica y tecnológica, cuyos productos se exportan a todo el mundo, una nación que crea tendencias que después se adoptan en todo el planeta. Un país urbano en el que no se ha olvidado las relaciones entre civilización y naturaleza, donde el paisaje nunca ha pasado de moda. El paisaje o sansui (un concepto que significa literalmente ... ‘montaña agua’) se recrea en jardines, poemas y pinturas desde la antigüedad. La belleza se deriva del equilibrio de las manifestaciones armónicas de elementos naturales como la lluvia, el aire, los árboles o las colinas. Pero en nuestro tiempo estas manifestaciones son inseparables del marco de la existencia común, las ciudades.

Los artistas presentes en SOL NACIENTE continúan las tradiciones del paisaje oriental, pero en perspectivas del presente. En sus obras, todas ellas realizadas en los últimos cinco años, no olvidan la cultura urbana de la que forman parte y desde la que necesariamente experimentan la naturaleza, al igual que nos sucede a nosotros.

En las imágenes de Takashi Yasumura (1972) de la serie ‘Rastreando la naturaleza’ hay paisajes deliberadamente convencionales, entre ellos los más consumidos en el turismo, junto a interiores domésticos en los que se encuentran representaciones de paisajes. Casi todos ellos son contemplados, pero de forma distinta y no sólo porque cambie la escala. Los antiguos arquetipos naturales aparecen domesticados y las tradiciones se han banalizado. El pasado forma parte del presente, se conservan sus huellas, pero ya no es lo mismo. La ironía urbana de Yasumura contrasta con los paisajes de Tomoki Imai (1974), panoramas nocturnos en los que hay bosques iluminados a distancia por unas luces que no son naturales, sino urbanas. Son paisajes que hay que mirar detenidamente, en las que los árboles no impiden ver las calles. En las fotos de Maiko Haruki (1974) la ciudad es también el marco de la contemplación de la naturaleza, que tratan de cielos nublados y de lluvia en la tradición más clásica del sansui. Son imágenes casi abstractas, que sólo muestran su contenido cuando son miradas con atención, vistas urbanas que el agua ha diluido hasta hacerlas invisibles. También tratan de agua las fotografías de Nobuo Asada (1967), un artista que se sumerge literalmente en el océano para hacer sus tomas. Sus marinas no contienen más que cielo y agua, que construye montañas líquidas en otra recreación del concepto clásico que sin embargo nos remite a experiencias sensoriales y emocionales: equilibrio, vértigo, inseguridad, caos. No faltan esas experiencias en las fotos de Tomoko Yoneda (1965), que añade a la panorámica otros aspectos como la memoria y la historia. En su serie ‘Bosque’, Yoneda trata de temas que "están detrás de la escena": los sucesos que en otros tiempos tuvieron lugar en los espacios que fotografía. En cambio, Rika Noguchi (1971) mira hacia adelante, al futuro. Muestra construcciones hipertecnológicas en el contexto de lugares de gran belleza paisajística, con las que además trata del deseo de conocimiento de la naturaleza que aún no ha sido explorada ni descubierta. Finalmente, Rinko Kawauchi (1971) muestra en sus fotos de la serie ‘Aila’ (una palabra turca que significa ‘gran familia’) retratos fragmentarios de la naturaleza, sucesos minúsculos y frágiles retratados con una intensidad más que infrecuente, en las que se sugiere que la vida es el nexo que une las diferentes manifestaciones de la naturaleza. Detalles delicados que cobran una belleza turbadora en sus fotos, tan cuidadas como distantes.