a primera propuesta del ciclo Sobre vidrio corre a cargo del artista Martín Vitaliti (Buenos Aires, 1978) quien, a partir de la pintura Gran espai daurat (1976) de Joan Hernández Pijuan, propone nuevos desplazamientos y especulaciones a la indagación iniciada en los años setenta por diversas corrientes de experimentación pictórica. Artista que toma el relevo de aquellas exploraciones, la obra de Martín Vitaliti profundiza en los lenguajes para subvertir sus especificidades y ensanchar sus límites. Este trabajo específico, pensado para el ventanal de acceso a la Fundació Suñol, parte de su experiencia en el encuentro con la pintura de un referente, que el propio Vitaliti pudo descubrir en nuestra sede, en la exposición monográfica que dedicamos a Joan Hernández Pijuan hace más de una década. Se trata, por tanto, de una intervención urdida con los hilos de la evocación, los reflejos y los fragmentos, elementos consustanciales al propio acto de...recordar aquella confluencia. Pero el proyecto negocia también con la fragilidad de la memoria tomando cuerpo y espacio sobre un elemento arquitectónico que es a la vez fronterizo y poroso, en una operación que, en última instancia, nos empuja a cuestionar el régimen de visualidad y con ello sacudir nuestro campo perceptivo y abrirlo a nuevos significados.
------------------------
LA MEDIDA DEL TIEMPO, EL TRANSCURSO DE LA PINTURA
Joan Hernández Pijuan (Barcelona, 1931 - 2005) es un artista destacado de la Colección Suñol Soler y fue una figura importante en la historia de la Fundació Suñol. Precisamente, en el año 2010 se organizó una exposición monográfica que llevaba por título La medida del tiempo, el transcurso de la pintura y que mostraba sus trabajos desde los años sesenta. Martín Vitaliti, artista entonces dedicado a deconstruir y expandir el lenguaje del cómic, visitó aquella exposición y reparó, sobre todo, en una serie de pinturas de los años setenta, en concreto se centró en la obra Gran espai daurat. En esos años Joan Hernández Pijuan llevó a cabo una serie de paisajes sobrios y minimalistas que muestran el fondo de la pintura en su total desnudez. En la superficie de la tela vibran las densas pinceladas que, mediante el gesto repetitivo, se disponen en un orden riguroso y a la vez orgánico. Artista metódico, matérico y apegado a la naturaleza, no obstante Hernández Pijuan siempre practicó un despojamiento que contiene, a su vez, una dimensión mística y que en el caso concreto de la pintura Gran espai daurat conecta, además, con los usos simbólicos del color dorado en la historia del arte. El oro, material raro, precioso y por ello reservado al poder divino y en última instancia, asociado a la eternidad, es también sinónimo de luz desde tiempos remotos. Es precisamente la luz uno de los elementos protagonistas en el trabajo de Hernández Pijuan: sus pinturas contienen toda la gradación y profundidad del color, en un viaje que va de la opacidad a la transparencia y que tal vez podría resultar otra manera, impía por material, de alcanzar la revelación. Aquí es donde la intervención de Martín Vitaliti se detiene y se sujeta: en la transparencia del ventanal que da entrada a la Fundació Suñol como elemento para investigar y ensanchar los márgenes de la representación y el paradigma de lo visual.
------------------------
LA VENTANA-PINTURA Y para ello Vitaliti abre una ventana. Abre una ventana - la literal y la figurada- en la obra de Hernández Pijuan y a través de la obra de este pintor, con el fin último de asomarnos a la luz, algo que el propio Hernández Pijuan ya proponía y que Martín Vitaliti, con su proyecto sobre el vidrio, fuerza hasta el extremo. Se abre, decimos, una ventana en la pintura, entendida ésta como el ejercicio de calibrar la tensión entre opacidad y transparencia. La acción se carga, además, de antiguos significados porque invierte la noción clásica de la pintura como una ventana al mundo, según la teoría renacentista para la que el cuadro es un dispositivo escópico que encierra, delimita y representa el mundo sensible. La trasposición de términos que propone Vitaliti, de una pintura-ventana a una ventana-pintura, hace aflorar lo visible a través del vidrio, precisamente un material transparente, translúcido y, al fin y al cabo, invisible. De manera que al ocupar lo invisible con la reproducción de la pintura Gran espai daurat, al incluir en la propuesta la contingencia de la luz real incidiendo sobre la superficie y al añadir a la fórmula un reflejo de ventana simulada, que no existe, se nos recuerda que el arte es (o debiera ser) el lugar que ocupa aquello que no se ve, precisamente para escapar a la lógica de la hipervisibilidad y abrirse a nuevos espacios de posibilidad.
------------------------
UNA CORTINA EN MOVIMIENTO
La sombra imaginaria de una ventana que no existe se proyecta, precisamente, sobre las lamas de una cortina cuya función estructural es opacar la transparencia de la cristalera, como si las tiras fueran una suerte de trama, la misma que oculta con sus pinceladas el fondo de la tela en una pintura de Joan Hernández Pijuan. El material de las lamas, dúctil y flexible, las expone a ligeros vaivenes e inesperados movimientos por corrimientos o flujos de aire. El reflejo de la ventana es falso pero lo descubrimos tras un tiempo de observación, precisamente porque la sombra que se proyecta permanece inalterable y no puede ser estático lo que por naturaleza es variable. Con la sola posibilidad del movimiento se devuelve la condición intempestiva a algo que se ha fijado para que resulte inmutable. Se trata de un giro metodológico con el que Martín Vitaliti de nuevo desafía a la pintura como práctica y lenguaje y a la vez nos arroja a la evidencia de una existencia trémula y flotante, incapaz de doblegarse a nuestro control.
------------------------
POR DONDE SE CUELA EL TIEMPO
Se podría interpretar que Gran espai daurat encierra la monumentalidad de la luz para apresarla y con ello, de alguna manera, lanzarla a la posteridad. De ser así no resultaría un gesto alejado al de los antiguos maestros, a fin de cuentas la luz es metáfora de conocimiento y símbolo de verdad última e inmutable. Ya hemos comentado que la pintura de Joan Hernández Pijuan convoca aquel silencio de luz, aquel despojamiento y desnudez, hermético, casi místico que conecta con la tradición sagrada. Al reproducir la obra para disponerla en otro contexto y operar sobre ella, Vitaliti le arrebata la verticalidad del formato original, que remite a lo celestial, y la voltea en horizontal devolviéndole así una cierta condición terrenal. El viaje a la eternidad ha llegado a su fin y el artista lo sabe. La luz, inseparable de su reverso oscuro, la sombra, se sabe vulnerable. Porque la estrategia de la veladura, la paradoja de ocultar para ser visto, demuestra que la verdad no sólo está en la luz, sino también en los puntos ciegos y es por éstos por donde se escurre la propia noción de tiempo.
PATRICIA MARQUÉS
Barcelona, marzo 2021
Entrada actualizada el el 04 mar de 2021
¿Te gustaría añadir o modificar algo de este perfil?
