Descripción de la Exposición
Un recorrido por paisajes personales y únicos a través de 16 obras inéditas realizadas en óleo y lápiz.
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En muchas ocasiones acontece ese instante mágico, cuando inesperadamente un corro de casas, un bloque desnudo, unos árboles erguidos o una vista tras el cristal de un coche, despiertan la necesidad de hacerlos propios, pintura, permanentes. Para ello uno debe ser discreto y tener mirada sosegada, de modo que lo que en primer plano aparezca dibuje contornos rotundos, de oscuros planos y formas esenciales, reconocibles y sin excesos. Sin embargo, en las enmarañadas ramas de los bosques pueden aparecer esos excesos pero no son otros que los provocados por la naturaleza al darle a los árboles esas formas para captar la vida. Del mismo modo me recreo al dibujar entre las ramas lo que ellas desprenden, combinando lo nimio con la grandiosidad de sus formas recortadas.
Faustino Ruíz de la Peña
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La pintura de Faustino Ruíz de la Peña es sosegada, tranquila, pero al mismo tiempo viva, con un toque onírico que entronca con el surrealismo. Capta como nadie ese instante efímero previo a la tormenta, ese momento en el que el equilibrio entre luces y sombras crean una atmosfera inquietante en la que, como si de un telón de fondo o una escenario se tratase, crea esas piezas tan sugerentes que invitan al espectador a participar en ellas y crear su propia trama. Pinturas que van más allá del propio soporte y hacen volar la imaginación del ojo que observa.
Daniel García (Galería Bea Villamarín)
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Como bola de nieve
La obra de Faustino Ruiz de la Peña (Oviedo, 1969) es como una bola de nieve, que va creciendo a medida en que rueda. El gran salto (sin esquíes) lo dio en 2008, con motivo de la exposición homenaje por la obtención del Premio Ayuntamiento de Valdés del XXXVIII Certamen Nacional de Arte de Luarca, en la que sorprendió con su dedicación repentina al paisaje puro. Anteriormente, en sus individuales de 2003 y 2006 en la galería Espacio Líquido de Gijón, sus cuadros aparecían llenos de pequeñas figuras y objetos, traspasados de antiguas fotografías o revistas de moda, que adquirían nuevos significados cuando los lienzos se colocaban uno junto al otro y se estructuraban en forma de narraciones abiertas, a modo de fábulas arrojadas al azar.
A partir de 2008 prosiguió, en exposiciones como las celebradas en las galerías Texu de Oviedo (2009) y Gema Llamazares de Gijón (2011), en su búsqueda a través del paisaje sin apenas anécdota, que le llevó a interesarse por los bosques de su entorno vital, tratados de una forma ciertamente peculiar, en primerísimo término y casi en grisalla, como si un incendio hubiera arrasado con todo. El reto de lo monocromo, que tanto debía a sus anteriores imágenes demodé y vintage sacadas de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, cuando las películas todavía se rodaban en blanco y negro, se solventaba de manera eficaz mediante el método extractivo, embadurnando el lienzo para luego quitar y limpiar lo que tapaba la forma.
En un incesante girar, sus sucesivas exposiciones en Texu (2013), Octógono de Avilés (2014) y Arancha Osoro de Oviedo (2015) fueron haciendo que de los opacos contornos de las masas arbóreas se fuera pasando a las cada vez más detalladas escenas urbanas, de casas deshabitadas, edificios públicos y carreteras solitarias, en cielos abiertos aunque todavía plomizos. De igual manera fue apareciendo el color, aunque desvaído, y algunos animales habituales en el campo pero cuya presencia en el cuadro se vuelve inquietante, como el cuervo, que en el fondo no supone otra cosa que la reposición del negro y el equilibrio en la composición, aunque uno no puede evitar hacerse preguntas sobre sus connotaciones y significados.
En la exposición que ahora presenta en la galería Bea Villamarín de Gijón se muestran también urracas, e incluso un cerdo y un caballo, que se pasean como si nada al lado de cottages típicamente ingleses, en un territorio cuya influencia también afecta a los títulos de algunas de las obras. La presencia más significativa es sin embargo la de la nieve, que cubre de blanco las escenas más bien grisáceas y llena de luz un conjunto en el que predominan los cielos cubiertos, a punto de descargar. De ahí que la exposición se titule Snow Ball, en referencia al juguete o souvenir en el que diminutos paisajes encerrados en una bola de cristal se vuelven nevados en cuanto se agitan, con un encanto que Faustino Ruiz de la Peña sabe transmitir a sus cuadros y que consigue que más de uno se los quiera llevar de recuerdo, ésto es seguro, aunque se adelanten a la Navidad.
Luis Feás Costilla
Exposición. 12 nov de 2024 - 09 feb de 2025 / Museo Nacional Thyssen-Bornemisza / Madrid, España