Lo más importante que hacen artistas como María José Royuela es visibilizar al invisible, dar voz al que no la tiene.

Cumple pictóricamente esa misión con los objetos y sujetos representados: personas mayores, historia social y humana; algunos bodegones metafóricos que nacen de olvidos sociales están marcados sin duda por un desprecio presente y colectivo; objetos desterrados; objetos en desuso, que no rotos, que han quedado olvidados en una estantería o cumplen ya únicamente función de adorno; objetos que de pronto se han convertido en socialmente inútiles sin haber presentado ninguna anomalía, quizá envejecidos prematuramente gracias, entre otras cosas, a determinadas ideas relacionadas con el consumo y la novedad. Con todo, esta mirada convierte a Royuela en un cierto tipo de pintora realista de lo invisible y, a la vez, paradigmáticamente, como una suerte ... de pintora-espigadora que nos recuerda algunos olvidos y silencios culturales.

La lectura del trabajo de Alphers sobre el renacimiento italiano y el renacimiento flamenco nos hace ver la posibilidad de dos tipos de espectadores del óleo, ambos espectadores pero de distinta naturaleza: el espectador descriptivo, y el narrativo. La obra de Royuela es un magnifico ejemplo de técnica realista en el cuál un observador descriptivo se siente muy cómodo, pero el espectador narrativo se encuentra de pronto ante la eclosión de un potente relato femenino construido con objetos desterrados por el presente continuo y galopante de la modernidad. El espectador ideal de Royuela tiene dos Royuelas: un espectador del espectáculo técnico que despliega, con las cuatro técnicas clásicas, en cada cuadro y un espectador narrativo que juega a desentrañar las pequeñas historias que cuenta en cada cuadro.