Lo primero que se percibe es la presencia inquietante, la mirada inquisitiva a nuestras espaldas del Espectador de espectadores, uno de los pocos que sobrevivieron a ese arranque de ofuscación, destrucción, rabia contenida -vida, al fin y al cabo- que tuvo lugar entre las gradas del Frontón mientras Luc Ferrari ofrecía su recital en aquellos Encuentros de Pamplona de 1972. Unas jornadas artísticas, no exentas de controversia, inéditas en el árido panorama cultural del estado español de la época y que nunca más volverían a repetirse. 'Lo que ocurrió en Pamplona fue una explosión, como descorchar una botella de champán', apuntaría a posteriori el compositor Eduardo Polonio, quien también se citó en aquel rara avis vanguardista confabulado por Luis de Pablo y José Luis Alexanco. Durante una semana, por la ciudad Navarra desfiló la flor y nata de la creación experimental nacional e internacional en todas sus vertientes, ... desde John Cage, Steve Reich, Jiri Kolár, Laura Dean, Dennis Oppenheim, Zaj, Antoni Muntadas, Pablo Palazuelo, Ignacio Gómez de Liaño, Isidoro Valcárcel de Medina, Manuel Barbadillo, Josep Maria Mestres Quadreny, Robert Llimós... hasta un total de 300 artistas atestiguando que bajo el duro suelo de la represión franquista fluían, en realidad, prospectivas -en algunos casos- y combativas -en otros- corrientes subterráneas.

La aportación de Equipo Crónica a los Encuentros fue un reflejo cristalino del espíritu crítico y de denuncia que abanderó el grupo desde sus inicios en Valencia en el año 1964. Por aquel entonces Manuel Valdés y Pedro Solbes, junto a Juan Antonio Toledo -quien abandonaría el grupo poco después- y Estampa Popular, sentaron las bases de una nueva concepción estética ante los decadentes y ya ineficaces patrones informalistas que imperaban en el contexto europeo, centrándose en soluciones técnicas, temáticas y formales dirigidas a espolear el aparentemente adormecido paisaje artístico del país.

La ejecución de las obras no empezaba nunca antes de una larga sesión de discusión y debate y quizás por esta razón los resultados fueron siempre de una contundencia pasmosa, impecables y reconcentrados golpes asestados al vientre de una gris realidad social y política a la que había que insuflar vida. Para ello se sirvieron de repertorios de imágenes procedentes de las fotografías de prensa, de los seminarios gráficos, de los cómics, de la cotidianeidad, del montaje en serie... Todo esto -dirán- y de forma irremediable, evoca al pop art que emergía paralelamente en Estados Unidos pero, si bien los lugares comunes parecen ser evidentes, la divergencia de fondo es clara: mientras que los artistas pop imprimían a su obra una mirada psicologista de la realidad en la cual primaba la perplejidad del individuo ante el auge de la cultura de masas, Equipo Crónica hizo de los fenómenos culturales de su entorno el instrumento básico de la comunicación con tal de incidir en la conciencia colectiva. Fue el llamamiento al despertar colectivo el que articuló cada uno de sus afilados movimientos.

De forma incansable decidieron confrontar el espectador al, por ejemplo, variopinto folklore de esa España profunda -ante la cual él mismo se sorprendía siendo cómplice a través de su silencio- y que tanto gustó ensalzar al aparato gubernamental: el torero, el latin lover, el legionario... En manos del grupo estos elementos fueron expuestos a la luz y en primer plano, enfocados a través del prisma brechtiano del distanciamiento y tomando un irreversible cariz bizarro y de profundo extrañamiento. A esto debe sumársele el uso de la descontextualización que surgió efecto de forma magistral: las imágenes de pinturas célebres o meninas, conde duques y borbones apareciendo en parajes sorpresivos o siendo concienzudamente manipulados sirvieron para poner en tela de juicio a la pesada herencia del Siglo de Oro y entre la espada y la pared a toda época álgida de un Imperio poco dado a asumir sus propias derrotas y a hacer bailar, por el contrario, a sus cadáveres.

La transgresión, el atrevimiento y la lucidez inherentes a su trayectoria hacen posible que, 31 años después de su disolución en 1981, Equipo Crónica no sólo conforme una asertiva toma de pulso a la historia reciente de un país sino que -más que nunca- siga siendo un valor vigente, pues como sentencia el título de una de sus obras 'Las estructuras cambian, la esencia permanece' y nos obliga, además, a desempolvar y reformular la muy sana, incómoda y -tal vez por eso- parece que olvidada pregunta: ¿qué rol debería desempeñar el artista en la sociedad hoy en día?

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Benito Padilla - Elisenda Úbeda

Diseño: Tana Latorre