Descripción de la Exposición El desnudo, ante la escalera, nos mira. Ha descendido. Ha detenido el movimiento en staccato que fragmentaba su unidad al bajar los escalones. Y ahora se planta ante nosotros con juvenil seguridad. Vigoroso y desafiante, nos mira. Duchamp estaba en contra de la pintura retiniana (pero hizo de la mirada el motivo principal de su obra). Nos parece que Serra de Rivera también. El desnudo se dirige a nosotros como la pintura misma, que tiene entidad propia. Y si se apoya en la imitación, ésta es sólo el pretexto, como la mesa sobre la que se sienta la chica con descarado aplomo. La pintura ha tomado cuerpo en su cuerpo. No confundamos la ilusión óptica y el parecido del retrato con la carnalidad palpitante de la imagen pictórica. Serra de Rivera comparte con Duchamp cierta elegante impertinencia. Pintar desnudos, hoy, todavía… Y hacerlo sin retórica, sin reiterarse en las inseguridades del individuo contemporáneo y en el cuerpo como objeto de todos los síntomas. En el capítulo dedicado al desnudo del ensayo de Paul Valéry sobre Degas, dos son las ideas fundamentales, que se aplican naturalmente a Serra de Rivera. La primera dice que el desnudo es el tema privilegiado para el pintor, el objetivo que mejor permite el desarrollo de sus facultades. La segunda defiende que hay una virtud en el hecho de trabajar contra uno mismo, de enfrentarse a la facilidad. De ahí el interés del reencuentro, hoy, de ambas premisas. Evidentemente –o mejor, contra toda evidencia apresurada– en estas obras hay mucho más que una representación fiel. Van más allá de aquello que trasladan con un lenguaje tan educado (y usamos este último término en paralelo a la civilidad orsiana, como sinónimo de inteligente y ética contención). Se puede dar provisionalmente el calificativo de realista a esta pintura, pero con ello nos obligamos a importantes matizaciones. Si hay realismo en Serra de Rivera, no es un realismo ideológico. No defiende un positivismo iluso, no es un lugar protector ni tiene nada que ver con una voluntad reaccionaria. En todo caso, entronca con la tradición del humanismo occidental, y eso haría de ella una obra fundamentalmente moderna. Aspira al difícil equilibrio entre artificio y humanidad. Le interesa alcanzar el tan pagano misterio que hace que los personajes de Van Dyck nos interpelen personalmente, atravesando el tiempo, con una presencia viva opuesta a la fúnebre fotografía. Ese falso realismo de Serra de Rivera es, de hecho, tan sofisticado como el primitivismo. Responde a un mismo esfuerzo y anhelo de verdad. Asistimos a una jovial posibilidad de volver a empezar. Estamos ante el testimonio de un reencuentro con la pintura. Al mismo tiempo, sin embargo, se rompe con el requisito que Hegel definía como característico del romanticismo y de la modernidad: que la subjetividad del artista se sitúe por encima de la obra. Nada más lejos de lo que busca Serra de Rivera en su humildad, al poner en práctica la máxima de la asunción de la dificultad. Queda claro que esta obra, con socarronería y con seriedad al mismo tiempo, desorienta al historiador del arte: ofrece pistas que no llevan a lugares comunes, sino a encrucijadas ante las cuales no es posible decidir unívocamente. Figuras y granadas funcionan como un receptáculo inmaterial donde abreva nuestra mirada. La figura es pintura, pero mantiene su personalidad individual y viva. Los frutos, que parecen animados, son los que aglutinan una pintura concentrada lo justo para ser sólo eso, pintura, sin derivar en la abstracción. No es casual que muchas de estas figuras duerman. Se recogen en sí mismas, protegidas; pero, transfiguradas en pintura, se abandonan también a nuestra contemplación. Los retratos de los seres próximos o íntimamente queridos tienen una dignidad que una justa melancolía matiza y sumerge en grises aterciopelados… Sabia naturalidad la que nos ofrece de manera generosa Serra de Rivera. Podemos aplicarle liberalmente nuestras reflexiones más o menos eruditas. Se divertirá. Pocas veces es tan pertinente como aquí el conocido verso de Verlaine: Et tout le reste est littérature… El arte se halla en lo no dicho. Texto del catálogo a cargo de Alex Mitrani
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España