Descripción de la Exposición
El Museo Nacional del Grabado inaugura, el 14 de marzo a las 18.30, Senos una exposición que reúne cuarenta xilografías de cuatro notables grabadores argentinos: Albino Fernández, José Manuel Moraña, Víctor Rebuffo y Luis Seoane, curada por la historiadora del arte Marie-Jo Cardinal.
Los artistas produjeron estas xilografías especialmente para integrar la obra literaria Senos de Ramón Gómez de la Serna, escrita en 1917 y reeditada en 1979 por el el sello de Albino Fernández y Asociados.
Se trata de una serie de grabados originales, todos ellos de 11.5 x 17 cm, inspirados en los textos pícaros, irreverentes, jocosos y de neto corte vanguardista del escritor español, que proponen un recorrido por los senos femeninos. Desde aquellos que denotan el más atávico erotismo hasta los nutricios de una madre; senos de las jóvenes, que pueden ser ingenuos o procaces; senos que se disfrazan o se tatúan; senos que saben a higo fresco, o a miel, o son amargos; senos que se esconden o senos que son mirados; senos que deleitan el espíritu o senos que nos salvan de la muerte. Senos que Ramón Gómez de la Serna muchas veces ensalza, idealiza y otras veces describe descarnadamente, pero que no denosta, y que los artistas representaron en esas páginas a partir de sus particulares visiones.
Completan la exposición los libros de De la Serna y otros grabados pertenecientes a la colección del museo.
La exposición se puede visitar en la sede del Museo Nacional del Grabado (Riobamba 985, 4°piso) hasta el 12 de mayo, de martes a domingo y feriados de 14 a 20, con entrada libre y gratuita.
Un poco de historia
En el verano de 1979, Albino Fernández, a través de su sello Albino Fernández y Asociados, decide reeditar la obra Senos, de Ramón Gómez de la Serna, en cuatro volúmenes, cada uno con diez xilografías de cuatro notables grabadores argentinos: Víctor Rebuffo, Luis Seoane, José Manuel Moraña y el propio Albino Fernández. La tirada fue de 3000 ejemplares, numerados por el editor y, los cien primeros, firmados por el autor de las xilografías.
La elección de los artistas, todos ellos activos colaboradores en el Club de la Estampa, da un panorama de estilos y aproximaciones a una obra literaria que puede resultar compleja y controvertida para su ilustración: una fuerte carga irreverente, con notas surrealistas, en un estilo heredero de las greguerías en lo que tienen de contundente y humorístico, embebe el escrito.
Texto Curatorial
Senos
por Marie-Jo Cardinal
La trayectoria del grabado en la Argentina tiene gran reputación y numerosos son los artistas que han utilizado esta técnica como medio principal o como complemento de su obra pictórica. Pero, además, el grabado tiene otro aspecto interesante a destacar, que se relaciona con el concepto primario de acercar las obras a la mayor cantidad de público posible.
Este es el caso de las ediciones de libros que cuentan con grabados de artistas de renombre y que configuran, de esta manera, una obra de arte dentro de otra. Usualmente este tipo de volúmenes son de ediciones limitadas (entre 500 y 3000 ejemplares), están numeradas y llevan la firma del artista grabador.
Dentro del acervo del Museo Nacional del Grabado se encuentran las obras realizadas por cuatro notables grabadores argentinos –Víctor Rebuffo, Albino Fernández, José Manuel Moraña y Luis Seoane– para la edición, realizada en el verano de 1979 en cuatro tomos, del libro Senos, de Ramón Gómez de la Serna (1888-1963) con el sello de Albino Fernández y Asociados.
Senos, el texto de raigambre erótica, escrito en Madrid en 1917 con estilo pícaro, jocoso, irreverente y de neto corte vanguardista, discurre y describe esta parte del cuerpo femenino, atribuyéndole características propias según personalidad, estado civil, ánimo, tamaño, forma, etc.
A partir de allí, se propone esta muestra, tanto para exhibir los grabados que integran la serie –que se presentan por primera vez de forma completa, junto con los tacos que integran el acervo del museo y fueron donados por la familia Fernández– como para recordar el papel que jugó la Argentina como receptora de intelectuales, artistas y políticos que llegaron al país huyendo de la Guerra Civil española. Asimismo, resultó interesante sacar a la luz obras de otros importantes grabadores con tema afín, que se exhiben hoy en diálogo con la serie ramoniana y con otros grabados pertenecientes a la colección Fernández.
Senos: un mundo de posibilidades
“¿Tantos y tan distintos senos es posible?”, se pregunta Osiris Chierico en la introducción al volumen ilustrado por Albino Fernández. Para el espíritu travieso e irreverente de Ramón Gómez de la Serna, así lo parece. Senos que van desde aquellos que denotan el más atávico erotismo hasta los nutricios de una madre; senos de las jóvenes, que pueden ser ingenuos o procaces; senos que se disfrazan o se tatúan; senos que saben a higo fresco, o a miel, o son amargos; senos que se esconden o senos que son mirados; senos que deleitan el espíritu o senos que nos salvan de la muerte. Senos que Ramón muchas veces ensalza, idealiza y otras veces describe descarnadamente, pero que no denosta. Probablemente porque reivindica y cita, aunque sin tanta poesía y con más crudeza, la frase de Pierre Auguste Renoir: “Un seno es redondo, es cálido. Si Dios no hubiera creado el busto de la mujer no sé si hubiera sido pintor”. De la misma manera, el joven Ramón tiene 25 años, en 1917, cuando escribe este ensayo y encuentra en él la excusa para aplicar las ideas de renovación en las formas y el lenguaje que su generación propone. Qué mejor ejemplo de ejercicio de vanguardia que tomar un tema perturbadoramente misterioso e intentar, de cierta manera, desacralizarlo, sin llegar a banalizar la referencia al símbolo femenino por antonomasia. Seno es símbolo de mujer y Ramón traduce “con abrasadora sed juvenil y con una fe en la mujer que nunca perdí…” la percepción del lugar de alta visibilidad que la mujer-musa y la mujer-artista comienzan a ocupar en ese promisorio Siglo XX. Así, para Ramón, todos los senos son posibles y, a lo largo de su relato, nos hace transitar un camino lleno de excéntricos, inesperados y desopilantes descubrimientos.
Ramón Gómez de la Serna en Buenos Aires
Ramón, como simplemente le gustaba que lo llamaran, había nacido en Madrid en 1888. Prolífica, diversa y vanguardista, puede considerarse su carrera en la España de principios del Siglo XX, dónde adquiere notoriedad, ya desde 1910, con la invención de sus greguerías (frases cortas y contundentes que conjugan la metáfora y el ingenio humorístico) así como por su convocatoria a intelectuales y artistas en las tertulias que organizaba los sábados por la tarde en el Café del Pombo. De la Serna perteneció al Novecentismo o Generación de 1914, nombre que designa a los escritores españoles que nacieron alrededor de 1880 y cuyas obras más importantes se publicaron a partir de 1914 con la edición de Meditaciones del Quijote, la primera obra de José Ortega y Gasset. Otros autores que pertenecieron a esta generación fueron Gregorio Marañón, Gabriel Miró, Manuel Azaña Díaz, Juan Ramón Jiménez y Ramón Pérez de Ayala.
Ya desde 1927, comienza Ramón una colaboración con el diario La Nación, que mantendrá el resto de su vida y que contribuye, de cierta manera, a decidir un exilio voluntario en nuestro país cuando las tempestades de la Guerra Civil lo alejan de España. Ramón había visitado Buenos Aires en 1925, para dar unas conferencias que fueron muy bienvenidas en nuestro país. Así se convirtió en una presencia admirada que traía la modernidad y un enfoque vanguardista a estas latitudes. Buenos Aires es para él una metrópoli aún por moldear y así lo expresa: “El recién llegado siente que ha arribado a un sitio iluminado y en rotonda que no es la China, ni Norteamérica, ni otra vez España. Es como un gran taller de escultura en el que el escultor tiene tapadas sus estatuas en gestación –barro con los trapos húmedos– y los que pasan mirando los bultos inciertos son viajeros de la vida”. Jorge Luis Borges lo hará recorrer sus calles, Victoria Ocampo lo invitará a escribir en Sur y trabará lazos de amistad con Oliverio Girondo. Regresará en 1931 y en 1933, siempre con el aura de voyageur cultural, inundando la ciudad de greguerías, conferencias humorísticas y hasta estrafalarias y con el fallido intento de presentar una ópera.
Quizás con ese recuerdo, y por la relación amorosa que lo une a Luisa Sofovich, ella también escritora y porteña, se decide a elegir esta ciudad para su exilio voluntario. Es Luisa quien planea la salida de España, en un intrincado circuito de escape, y con quien compartirá su vida en el edificio de Hipólito Yrigoyen 1974, que les consigue Oliverio Girondo, quien los ayuda a instalarse. En ese edificio, reservorio de sus andanzas y recuerdos, aún leemos en su fachada una cita del propio Ramón: “Cuando muera quisiera que me llorasen todas las cariátides de Buenos Aires”.
A partir de 1936, encontrará en Buenos Aires un lugar propicio para desarrollar con libertad y largueza su escritura, con la edición de más de doce libros, nuevas greguerías, dando conferencias, también en el interior del país, y continuando con sus colaboraciones en La Nación. Aquí también escribirá su autobiografía Automoribundia y la inédita Tembladeral, que relata su vida en la Argentina y que apunta su amor por Buenos Aires: “El mejor pisapapeles del mundo, la ciudad más interesante y más cortés de América”. Esa Buenos Aires que lo recibe en el final ya sin tanta expectativa, como la pierden todos aquellos que se afincan, pero siempre lo recordará como aquel que caminaba por Florida con una flor roja en el ojal.
Senos: el libro ilustrado
En el verano de 1979, Albino Fernández, a través de su sello Albino Fernández y Asociados, decide reeditar la obra Senos, de Ramón Gómez de la Serna, en cuatro volúmenes, cada uno con diez xilografías de cuatro notables grabadores argentinos: Víctor Rebuffo, Luis Seoane, José Manuel Moraña y el propio Albino Fernández. La tirada fue de 3000 ejemplares, numerados por el editor y, los cien primeros, firmados por el autor de las xilografías.
Le elección de los artistas, todos ellos activos colaboradores en el Club de la Estampa, nos da un panorama de estilos y aproximaciones a una obra literaria que puede resultar compleja y controvertida para su ilustración. En efecto, las descripciones, muchas veces graciosas, otras muchas crueles, no pueden ser leídas sino en el contexto de la época en la que fueron escritas. En el frenesí vanguardista de principios del Siglo XX, que pretendía romper con las normas establecidas, se busca zarandear las ideas a través de mecanismos literarios o artísticos que pueden resultar incluso escandalosos. Una fuerte carga irreverente, con notas surrealistas, en un estilo heredero de las greguerías en lo que tienen de contundente y humorístico, embebe el escrito. De ennoblecer los senos como parte fundamental del encuentro romántico, o por ser los que alimentan al hijo o ser dignos de admiración por su belleza, Ramón también los presenta como depositarios de ciertas vilezas femeninas o directamente emite un juicio de valor sobre las portadoras de determinados senos, siempre recurriendo a la frase ingeniosa y aguda.
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