Descripción de la Exposición
1.
El fin del mundo como potencia existe en el núcleo mítico o natural de todos los tiempos. Pero el fin de un mundo ocurre cuando una línea de tiempo que podría haber surgido en una época determinada, se trunca. Pensar cómo representar una alterdimensión temporal truncada no es lo mismo que afincar a la imagen dentro de una teoría de multiversos, ya que la inexistencia de esa línea temporal no podría ser proyectada por la ciencia, pero sí ingenuamente esbozada por la ficción.
Si les humanes extinguimos a una especie, no sólo significa que esa especie jamás volverá a existir en ¿la historia infinita? ¿el tiempo eterno? del universo, ya que jamás se darán de nuevo -sea en el futuro o en el pasado, acá o en otra galaxia- las condiciones contextuales exactas que generaron su existencia (darwinistas, margulianas o de cualquier otra índole). Al extinguir una especie también estamos negando la existencia de todas las dimensiones posibles que esa especie, y los vínculos que establece con el contexto, podrían proyectar a partir de su evolución. Por ejemplo, si hace 65 millones de años el meteorito que extinguió a los dinosaurios, y con ellos al 80% de la vida en el planeta, hubiese extinguido también a ese organismo unicelular que sobrevivió de ojete bajo el agua, o a aquella alga que no fue afectada por la falta del sol, o al reptil que apagó sus órganos, tal vez la especie humana no hubiese existido (y con ella la sexta extinción masiva que hoy provocamos). Del mismo modo, sin haberse extinguido ese 80% de especies, podríamos no haber tenido espacio (o tiempo) para evolucionar y emerger. Es difícil calcular a tan largo plazo qué proyecciones estamos condenando a la inexistencia con la infinidad de mundos que, a cada minuto, empujamos a su fin. Más difícil aún es imaginar cuáles mundos se abrirán paso al dar espacio para nuevas especies y sus proyecciones, ante el genocidio de mundos que perpetuamos.
Entonces ¿Qué nos pasa cuando manejamos hacia Rosario y ninguna mariposa se estampa contra el parabrisas del auto? ¿Que nos pasaba en los 80s cuando matábamos a cientos de insectos al atravesar la Pampa con un Ford Country celeste? ¿Odiábamos matar mariposas y ahora odiamos no matarlas porque las mata Monsanto? Podemos intentar entender a la memoria, como también podemos leer las estadísticas. Los insectos representan dos tercios de las especies en la tierra y en los próximos 20 años se estima que vamos a extinguir entre el 20% y el 40 % de los mismos. Obviamente, podríamos listar la importancia de ciertos insectos para el ecosistema, sin ir muy lejos, las abejas polinizan a más de la mitad de la vegetación del planeta que recicla el aire que respiramos ¿Pero podemos imaginar todas las proyecciones evolutivas de nuevas especies potenciales que estamos condenando a la inexistencia al extinguir los insectos?
La Mantis Camarón es un crustáceo cuyos ojos superan el espectro de luz que puede ver el humano. No sólo amplía el arcoiris hacia los ultravioletas y los infrarrojos, sino que es el único ser vivo que puede percibir a la luz bajo el agua como una onda circular polarizada, y así tomar decisiones. Estas decisiones lo mantuvieron vivo en el planeta desde hace más de 200 millones de años. Si la Mantis Camarón sobrevivió siendo fluorescente y casi carnavalesca gracias a sus ojos, el Bicho Palo tiene una estructura formal sumamente simple y monocroma que lo convierte en uno de los mayores expertos en camuflaje sobre la Tierra. Incluso, si lo llegasen a atrapar, puede abandonar sus extremidades y caer al piso haciéndose pasar por un palito sin ramitas (su versión camuflada in extremis) y esas extremidades volverán a crecer en el futuro. La Mantis Religiosa no sólo se caracteriza por la rapidez de sus ataques, su camuflaje o capacidad de visión, sino que posee un exoesqueleto que va mudando a medida que crece y se transforma, y que sirve para la regeneración rápida de sus partes (como si fuese más sencillo llenar con carne un hueso continente que completar la carne perdida de uno estructural). Que el hueso esté afuera y sirva como armadura, podría protegerla de extinciones provocadas por la radiación. De ahí creció el mito de que la cucaracha sobreviviría al fin del mundo que tuvo la Guerra Fría - el de la amenaza atómica, previo al fin del mundo del calentamiento global.
Los insectos que Fran Montes decide retratar son grandes maestros de la supervivencia ¿Insectos de los que se podría aprender? ¿Insectos destinados a la metáfora? ¿Insectos que podríamos admirar? Su supervivencia podría ser similar a la del arte: está basada en la visión (lo que sus ojos pueden captar y otros ojos no, lo qué muestran o deciden ocultar) y en la relación entre estructura y superficie (entre el exoesqueleto, la transformación y el camuflaje). Como soporte de estos retratos, Fran utiliza el poliéster dura-lar, un material plástico que jamás se degradará, que sobrevivirá a la raza humana y que actualmente tiene como mayor consumidor al ejército de los Estados Unidos, que lo usa para la preservación de archivos. Es un plástico acid-free que resiste 254°C (casi cien grados más que el plástico normal) y ofrece claridad visual ya que filtra espectros lumínicos como los rayos ultravioleta, impidiendo el amarillamiento de los documentos. Este poliéster como soporte pictórico no sólo garantizar la supervivencia de los insectos -al menos como imagen- en una era poshumana, sino también provoca una metáfora sobre la adaptación de la obra/ insecto al contexto gracias a su translucencia, ya que el contexto ingresa en la obra ofreciéndole una apoyatura en lo real. A su vez, el poliéster le da la posibilidad a ese insecto de proyectarse a otra dimensión a partir de las sombras de su propia representación. La obra y el insecto se expanden de forma centrífuga.
2.
Después de representar y proyectar de forma centrífuga a la supervivencia del más plástico mediante la intervención ilustrada de maestros insectivados a dominar full full el tema ¿Cómo representar una historia multidimensional de la humanidad que sea experta en extinciones? La transparencia que antes era adaptación al contexto y proyección, se transforma en una herramienta para representar una sedimentación de contextos en fuerza centrípeta: un abigarramiento que pueda acercarse a la historia múltiple de extinción y supervivencia que arrastra nuestra región, y hacerlo con un lenguaje identitario de la misma.
A partir de lo abigarrado como una fuerza de gravedad representacional con identidad latinoamericana (la selva, la favela, los mercados informales, la lengua barrosa, el ch’ixi, lo impuro, lo contaminado, la imposibilidad de síntesis de nuestros pueblos, el erigirse constante en la ruina constante, las piletas multidimensionales de esos monos que descienden de Cortes, los cóndores fantasmas que miran cómo se forma la vía láctea por el ascenso a los cielos de un calamar gigante, el juego de pelota bajo el ala de un dragón, la montaña, la vaca y la lluvia), Fran logra a su vez interpretar esa nueva capacidad de la humanidad: la sedimentaria ¿La suma de representaciones de la extinción de distintos mundos solo se puede lograr ante la plasticidad o artisticidad geológica? Si Spiderman y Flash piensan en multiversos cuánticos, ¿nosotres pensamos en la inversión del espacio tiempo? ¿Podríamos pensar que una forma de representar el dar vuelta el mundo después de este ciclo de 500 años sea abigarrar 500 años de extinciones para volverlas a la vida? Una autopsia del Pachakuti. Muchos en el Sur creen que por fin entramos en un ciclo de luz; nos alejamos de la oscuridad para reconectarnos con el territorio, la naturaleza, su historia. Pero muchos otros creen que estamos cada vez más sumergidos en la oscuridad de las pandemias, las derechas, el calentamiento global.
Una historia de extinciones aparece como sedimentación. Los fósiles extinguidos en el pasado son el combustible que destruye el presente ¿Pueden las extinciones que vuelven a la vida ser el motor de un nuevo entendimiento? ¿Construir nuevas narrativas de tiempo profundo?
No estamos en el territorio de la metáfora; es real que la selva está enojada. Un extraño relato desde los trópicos nos regala la posibilidad de tener todo el tiempo que hay en este mundo, pero por un breve momento. Roger Penrose discute con el poeta astrólogo al borde de una laguna en las yungas, que en realidad es un portal a otra dimensión. Mirando fijo hacia la luz del portal, el poeta trata de convencerlo de que es posible un sistema planetario donde la materia se comporte como una anfisbena. O podría comportarse como una materia pulpomaniática, dice Penrose, solo vemos tres dimensiones y existen once, solo vemos un pequeño espectro de luz y el 95% del universo es materia y energía oscura que no interactúa con la luz. La mantis religiosa se come primero el cerebro de sus víctimas para que no puedan procesar lo que les está sucediendo y eso es cortesía, le contesta el poeta, vacila un poco, agrega: y la magia desapareció cuando los pájaros dejaron de cantar. Sedimentación de la luz, geología lumínica, palimpsesto de luz…masculla Penrose…y se mete en la laguna para refrescarse.
Javier Villa
Junio 2023.
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